Proceda" ordenó Néstor Kirchner al teniente general Roberto Bendini, en ese entonces jefe del Ejército. Era 24 de marzo del 2004 y Kirchner no llevaba aún un año de gobierno cuando del Colegio Militar, en El Palomar, hizo bajar los cuadros de dos dictadores: Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone. Empezaba a demostrar poder, tras el 24% de los votos con los que llegó al Gobierno, y la foto se convirtió en símbolo de la oportunidad histórica que tuvo el kirchnerismo y que no dejó pasar. Ninguno de los presidentes democráticos anteriores podría haberlo hecho.

La comparación le sumó. No pudo -o no se le ocurrió- a Raúl Alfonsín, probablemente porque su mandato fue el primero tras la sangrienta última dictadura militar. Su mérito y emblema, en cambio, fueron el Juicio a las Juntas y la investigación de la Conadep que en aquel momento y en el contexto de la Argentina fue una apuesta enorme y un ejemplo para el mundo entero, aunque haya ensombrecido aquel gesto al ceder luego con las leyes de Obediencia Debida y Punto Final que cerraron la posibilidad de continuar procesos.

Carlos Menem consolidó la impunidad al firmar los indultos a los represores junto con el perdón a los dirigentes montoneros presos. Durante su gobierno era posible cruzarse en cualquier lugar con cualquiera de los genocidas que recuperaron su libertad.

Hace poco una diputada bonaerense de La Cámpora me explicaba lo que sentía al respecto y por qué se sumó al kirchnerismo. "Resistimos durante años, aguantamos, nos opusimos a los indultos y ahora, por fin, sentimos que nos representan". Se refería -entre otras cosas- a la fundación en 1995 de la agrupación HIJOS (Hijos e hijas por la identidad y la Justicia y contra el Olvido y el Silencio), impulsora de juicios y escraches a los responsables de secuestros, asesinatos y torturas en los centros clandestinos.

Con Néstor Kirchner primero y con Cristina Fernández después, sintieron que les daban respaldo y entidad aunque también, de a poco, fue mérito compartido por la sociedad y por los tres poderes del Estado.

Entre las fotos y gestos mediáticos de los últimos años, la primera tuvo lugar en el Congreso, en el año 2003, donde el oficialismo empujó iniciativas de izquierda y se anularon las leyes de la impunidad aunque dejando un marco legal endeble ya que el Parlamento no tiene la atribución de derogar una norma que dictó. El asunto quedó saldado cuando en el año 2005 la Corte Suprema de Justicia, con mayoría de siete votos a favor, uno en contra (Carlos Fayt) y una abstención (Augusto Belluscio), declaró la inconstitucionalidad de ambas leyes. Por cinco votos se dio reconocimiento a la nulidad votada en el Congreso de la Nación. Una Corte, vale decir, con nuevos jueces nombrados al inicio de la gestión kirchnerista.

Así, al puñado de jueces que hizo lugar a la insistencia de organismos y familiares se sumaron otros jueces de primera instancia -algunos también nombrados durante la gestión K- que quedaron liberados de avanzar con las nuevas herramientas. En La Plata habían encontrado la manera de esquivar la imposibilidad legal y se impulsaron los Juicios por la Verdad, en los que no había condenas pero sí se sacaban a la luz los trágicos sucesos de los años '70.

Fue allí en La Plata donde quedó a la vista también la desprotección en la que se reiniciaron los juicios. Fue cuando la democracia tuvo su primer desaparecido en el año 2006, Jorge Julio López, un testigo a punto de declarar contra Miguel Etchecolatz, en el marco del primer juicio tras la declaración de inconstitucionalidad de las mal llamadas leyes del perdón. López aún está desaparecido y es una deuda.

Al mismo tiempo, el Estado sumó recursos económicos y humanos a la tenacidad de Abuelas de Plaza de Mayo y a sus ahora 30 años de búsqueda de los hijos y nietos robados junto a sus padres secuestrados o dados a luz en maternidades clandestinas. Como también se hizo para el hallazgo de restos de desaparecidos.

El hecho de que los responsables vayan presos o estuvieran tras las rejas o enjuiciados, quita miedos y anima la aparición de nuevos testimonios y datos relevantes para la búsqueda de los nietos y para los juicios.

Como Abuelas, las Madres de Plaza de Mayo también volvieron a ser recibidas por un Gobierno que les brinda especial atención e incluso algunas de las fundadoras pisaron por primera y única vez la Casa Rosada en un acto homenaje a todas ellas. Hebe de Bonafini es casi siempre la primera en la fila y a ella, además de sus polémicas declaraciones, se le ha perdonado el escándalo y desvío de fondos de la fundación que preside y todas las culpas se han cargado en Sergio Schoklender.

Otro símbolo: cuando aún vivía Kirchner, la presidenta de Madres regaló a Cristina su pañuelo blanco en señal de apoyo y agradecimiento. Ocurrió en un acto en Plaza de Mayo en el que la Presidenta se mostró muy conmovida.

Cuando la semana pasada murió Videla hubo coincidencia en todo el arco político al reconocer sus atrocidades y al mismo tiempo la tranquilidad que a la sociedad argentina lleva saber que hubo juicios y castigos, un final no común en otras dictaduras, incluso aquí nomás, en países vecinos como Chile y Uruguay.

Deudas pendientes

Sin embargo, hay algunos reclamos no satisfechos que también tienen que ver con víctimas, aunque no ya de la dictadura sino del presente. Es que la inseguridad es un flagelo que ningún gobierno ha podido mermar. También, así como la Presidenta se ha puesto del lado de las madres que pelean por el esclarecimiento de otros hechos, como ocurrió con Susana Trimarco y su hija Marita Verón, víctima de la trata, se le reclama ponerse del lado de mujeres como Carolina Píparo, cuyo bebé nonato murió, tras ser baleada en una salidera bancaria. O encontrar a los responsables de la tragedia de Once, donde el Estado debió actuar de otra manera.

Y finalmente, otras víctimas le reclaman intervención y hablan de sus derechos humanos, como lo exige la comunidad Qom. Esta misma semana el cacique Félix Díaz -cuyo hijo fue golpeado salvajemente- fue convocado a la Corte Suprema por un conflicto de tierras expropiadas por el gobierno de Gildo Insfrán en Formosa.

En el debe y el haber, la inundación de La Plata mostró un cambio de actitud cuando los jóvenes kirchneristas, principalmente de La Cámpora, trabajaron codo a codo junto al Ejército. Esa foto sí que era impensada. E inimaginables los elogios de estos días de la propia Presidenta a los miembros de esa fuerza. z we