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Hasta hace poco tiempo, viajar en transporte público en Argentina implicaba llevar una tarjeta física, controlar el saldo y pasar por una terminal de carga antes de subir al colectivo. Hoy, en muchas ciudades del país, alcanza con acercar una tarjeta bancaria, un reloj o el celular NFC a la máquina validadora. Ese gesto —aparentemente mínimo— cristaliza una transformación profunda: la apertura del sistema de pagos del transporte que hace realidad un modelo digital, interoperable y sin fricciones.
Según los datos del último índice Payway, desde el primer lanzamiento Open Payments en el transporte público hasta septiembre de 2025 se llevaron a cabo aproximadamente 60 millones de viajes abonados con tarjetas bancarias de crédito y débito. Esto demuestra que en pocos años el país pasó de depender de un sistema cerrado, basado en una única tarjeta prepaga, a convivir con esquemas multipago que permiten abonar con distintos medios: contactless, QR, billeteras y tarjetas virtuales de transporte.
El cambio no fue solo tecnológico. Supuso un nuevo paradigma de inclusión y colaboración: lo que antes funcionaba dentro de un circuito limitado, hoy se integra al ecosistema financiero cotidiano del usuario. Ya no hay que adaptarse al transporte; el transporte se adapta a las personas y sus hábitos digitales.
Desde el primer lanzamiento Open Payments en el transporte público hasta septiembre de 2025 se llevaron a cabo aproximadamente 60 millones de viajes abonados con tarjetas bancarias de crédito y débito.
Subsidios al usuario
La transición fue posible gracias a la confluencia entre innovación tecnológica, regulación y madurez digital. Por un lado, se consolidó la expansión del QR interoperable, el modelo “tap to ride” y las billeteras virtuales permitieron garantizar velocidad y seguridad. Por otro, se trabajó en la adopción del modelo Account-Based Ticketing (ABT) —que reemplaza el saldo almacenado en una tarjeta por una cuenta digital centralizada— marcó un antes y un después: por primera vez, los sistemas de transporte empezaron a administrar subsidios, beneficios y gratuidades en tiempo real, dirigiéndolos directamente al usuario en vez de al operador.
La posibilidad de utilizar esta nueva tecnología, que permite pasar de subsidios a la oferta hacia subsidios a la demanda, representa una verdadera herramienta de modernización de la política pública en movilidad urbana. Detrás de cada validación de viaje —ese contacto que dura menos de un segundo— hay una cadena de valor de bancos, fintechs, operadores, gobiernos y empresas tecnológicas trabajando de forma coordinada. Esa arquitectura compartida respalda la innovación sostenible: un sistema colaborativo donde cada actor aporta su expertise y el ciudadano recibe una experiencia más simple, eficiente y confiable.
La transformación digital no para y el siguiente paso ya está en marcha: integrar todos los medios de transporte en una única plataforma de movilidad. Porque el futuro no pasa solo por elegir cómo pagar, sino también por poder planificar, elegir, combinar y abonar cada viaje desde un mismo entorno digital.
Detrás de cada validación de viaje —ese contacto que dura menos de un segundo— hay una cadena de valor de bancos, fintechs, operadores, gobiernos y empresas tecnológicas trabajando de forma coordinada.
Ese es el corazón del concepto Mobility as a Service (MaaS) que inspira a Bizland: entender la movilidad como un servicio integral, conectado y sustentable, donde cada avance contribuye a una ciudad más ordenada y eficiente. Y esa evolución ya la estamos viendo en ciudades como Buenos Aires, Tucumán y Salta, que están dando pasos concretos hacia la movilidad integrada, con sistemas que reflejan la misma visión: “todo conectado”.
El transporte público, que durante décadas parecía rezagado en materia de innovación, hoy se consolida como el mayor laboratorio de transformación del país. Cada viaje, cada pago y cada dato aportan información valiosa para construir ciudades más inteligentes y sistemas más humanos.