La crisis monetaria se aplacó a costa de una política restrictiva que secó la plaza de pesos y elevó las tasas a niveles recesivos. El dólar navega en el centro de la banda de flotación dispuesta por el Banco Central y el Gobierno proyecta que siga así, al menos por un año más. La promesa de déficit cero en 2019, ajuste mediante, consiguió los votos necesarios en Diputados y ahora sólo le resta el paso final por el Senado, que supone menos complicaciones que las observadas en la Cámara Baja.
El combo define el escenario esperado por el staff técnico del FMI como garantía para el pago de la deuda asumida por el país, de manera tal que el directorio del organismo apruebe la ampliación del crédito. Y, fundamentalmente, reactive los desembolsos con los que el Gobierno espera atravesar con mayor oxígeno el tiempo de la recesión y la inflación elevada, hasta alcanzar una recuperación tardía que, a las puertas de las elecciones presidenciales, sostenga la ilusión de una recuperación futura y extienda el proyecto de Cambiemos.
En la Argentina, los antecedentes marcan que no hay oficialismo que gane una elección con una economía en retroceso. Y el propio proyecto de Presupuesto anticipa que ese será el escenario del año próximo. Pero en la Casa Rosada creen que Mauricio Macri conserva adhesión social por el contraste que representan los casos de corrupción, los exabruptos y la violencia de algunos sectores de la oposición, con el diálogo que el Gobierno encaró con las provincias para alcanzar un acuerdo en torno al equilibrio fiscal y el respaldo brindado por el sector privado en los últimos días. Imágenes que consideran suficientes para revalidar la confianza que la sociedad le dio ya dos veces en las urnas y el FMI le otorgó este año para rescatarlo de una economía en llamas.