“¿Nunca vieron a Lidia y Ardit en vivo?, son geniales", comenta unos de los tantos seguidores del 2x4 ahora merced al azar, convertido en compañero de mesa de este cronista, en el repleto y expectante salón del Torcuato Tasso.
Es viernes 23 de diciembre y mientras mucha gente prepara la comida para noche buena, en San Telmo el menú a la espera de navidad trae dos platos principales, ambos de autor.
El primero sirve a Lidia Borda, acompañada por Ariel Argañaraz en guitarra y Daniel Godfrid en piano. El segundo trae Ariel Ardit y su Orquesta Típica.
De engaños, desamores y puñales
A las 22 hs. y monedas Lidia Borda pide desde el escenario, con Tuñon y Cedrón de letristas, que alguien “Eche veinte centavos en la ranura” pero sólo consigue más y más aplausos.
Con vestido rojo sangre, la cantante nacida en San Martín, expuso toda su poética al interpretar temas que hablan de desamores, engaños, partidas, de esos que indefectiblemente se sienten como un puñal en el corazón. Una selección nada convencional, ni de disco de “Grandes canciones del tango”. Sólo, para contentar a algún neófito, asomó con “Grisel”.
“Si venis a escuchar “Naranjo en flor”, olvidate”, aclara el compañero de mesa. Los pedidos del público apuntaron entonces hacia “Fruta amarga”, un clásico de su segundo disco solista ”Tal vez será su voz”. “Nooo, esa la hago siempre”, contestó Borda, antes de “tomar agua” de color rubí y saludar al “amigo Mederos” que escuchaba desde el fondo.
“¿Ya llegaste Ardit?”, preguntó la cantante y buscó con la mano puesta de visera entre la gente. “Si, Lidia, pero te quiero seguir escuchando, hacéte dos más”, replicó desde la barra el cantante nacido en Córdoba Ariel Ardit.
La ganadora del Premio Gardel 2011 en el rubro Mejor Artista Femenina de Tango por “Manzi, caminos de barro y Pampa” agradeció el cariño en forma de aplausos continuos luego de dos bises y dejó el escenario.
A Buenos Aires, el barrio y los amigos
Uno a uno los integrantes de la Orquesta Típica atraviesan el Tasso, copan el escenario y arremeten sin mucha dilación con los acordes iniciales de “Tres esquinas”.
Por último asciende Ariel Ardit, de traje oscuro brillante, y con la primera estrofa hace callar al instante a un grupete de talibanes del tango que desconocían, hasta ese momento las dotes cantoras del cordobés.
Carismático y con pinta de agrandado Ardit tira entre tema y tema, alguna historia de la próxima canción, un chiste y también se sincera: "Voy a decir una bestialidad...pero a los cantantes de tango nos cuesta un huevo llenar un teatro como éste, me siento muy orgulloso y agradecido".
Después dedicó “Lejos de Buenos Aires” a un amigo presente en la sala y junto con Andrés Linetzky, director musical de la Orquesta Típica, saludaron a Claudio Marangoni, que miraba desde una de las primeras mesas cercanas, como “El mejor 5 del fútbol nacional”. Fue el tiempo de escuchar una milonga y Ardit dedicó “Cachirliando” a Horacio Pagani, que desde el fondo agradeció el regalo navideño.
“Ayer pasé por tu casa, me tiraste con una moto. ¿Qué Onda? ¿Le gustó o no le gustó?” preguntó el bandoneonista japonés Yuki Okumura, que se animó a contar un par de chistes bajo la mirada y festejo de Ardit.
La mayoría de las canciones de la noche fueron de su último disco “A los cantores” y cuando se venía el final, el cantante invitó al escenario a Borda para hacer “Paisaje” y terminó la noche con un pedido insistente del público: “Mariposita”.
“Te dije que estaba buenísima la fecha de hoy”, insiste el compañero de mesa a su acompañante. Y tiene toda la razón.