En la década de 1950 se decía que Kitimat era la "ciudad del futuro" de Canadá. Ubicada a 240 kilómetros de la frontera con Alaska, en la provincia de Columbia Británica, Kitimat se convirtió en un imán para los trabajadores con su enorme fundición de aluminio, su central hidroeléctrica, sus fábricas y su productora de papel. La población alcanzó un máximo de unos 14.000 habitantes, pero llegaron tiempos difíciles, las fábricas cerraron y casi la mitad de los pobladores se marchó.
Ahora Kitimat aspira a ser otra vez un emblema del futuro. En los últimos meses, las llamas anaranjadas que se elevan 60 metros sobre la comunidad costera se han convertido en un símbolo visible de una nueva industria multimillonaria en Canadá. Las autoridades confían en que esto pueda revitalizar la ciudad y proteger al resto de la economía canadiense de la guerra comercial del presidente estadounidense Donald Trump.
La quema forma parte de la puesta en marcha de LNG Canada, una enorme planta de licuefacción que semanas atrás comenzó a exportar gas natural licuado a Asia. Con el respaldo de Shelly varias compañías energéticas asiáticas, este proyecto, con una inversión de unos 40.000 millones de dólares canadienses, es el primero de varias terminales de GNL planificadas a lo largo de la costa oeste de Canadá. Las instalaciones permitirán a los productores canadienses enviar grandes cantidades de gas más allá de Estados Unidos, que actualmente es su único mercado de exportación.
Masaru Saito, director ejecutivo del grupo de energía ambiental de Mitsubishi Corporation, dice creer "firmemente que un mayor desarrollo de LNG Canada es una opción óptima para explorar", y que el país "tiene los recursos potenciales y la capacidad para convertirse en un actor importante en el panorama energético mundial".
Fomentar el comercio de GNL forma parte de una estrategia más amplia que impulsa el gobierno del primer ministro canadiense Mark Carney. El premier se ha comprometido a convertir a Canadá en una "superpotencia energética" explotando sus abundantes recursos de combustibles fósiles y reduciendo su dependencia de los mercados estadounidenses.
Esto marca un cambio para el gobernante Partido Liberal, cuyo exlíder Justin Trudeau fue criticado por la industria de los recursos por priorizar la acción ambiental por delante de la producción de petróleo y gas.
"Los aranceles del presidente Trump perturban el comercio, amenazan los empleos y las industrias canadienses y están reescribiendo las reglas del juego", afirmó Tim Hodgson, ministro de Energía de Canadá, exbanquero de Goldman Sachs y miembro del consejo de administración de la petrolera MEG Energy.
"Estos proyectos (de GNL) forman parte de nuestra estrategia más amplia para proteger la seguridad energética de Canadá, diversificar nuestro comercio y mejorar nuestra competitividad a largo plazo, a la vez que consolidamos la energía más fiable y baja en carbono posible", añadió.
Pero esta estrategia no es fácil de implementar. Canadá se encuentra entre los cinco principales productores mundiales de gas natural y petróleo, pero los sucesivos gobiernos no han logrado construir la infraestructura suficiente para que las empresas puedan exportar hidrocarburos al mundo. Más del 90% del petróleo y el gas exportados por Canadá va al sur de la frontera, donde se vende con descuento respecto a los productos estadounidenses, ya que Estados Unidos puede enviar con mayor facilidad su propia producción a clientes europeos y asiáticos, que pagan más.
Las estrictas normas ambientales, la vastedad del país, la ubicación remota de los recursos y un fuerte movimiento contra los combustibles fósiles dificultan la construcción de oleoductos, lo que deja al país enormemente dependiente del mercado estadounidense.
Canadá también se enfrenta a una dura competencia en los mercados de exportación por parte de los Estados Unidos, el mayor productor mundial de petróleo y gas, que tiene ambiciosos planes para duplicar la producción de GNL mediante la construcción de una nueva flota de terminales a lo largo de la costa del Golfo de México. Trump, quien promete hacer que "la energía estadounidense sea dominante", ha instado a los gobiernos asiáticos a comprar más GNL estadounidense para evitar aranceles punitivos.
Los críticos afirman que si Carney no aprovecha la oportunidad de impulsar las exportaciones de petróleo y gas, la economía se verá perjudicada, ya que Trump amenaza con imponer aranceles adicionales si las negociaciones comerciales fracasan. También podría aumentar el sentimiento separatista en la provincia petrolera de Alberta, donde la primera ministra Danielle Smith ha planteado la posibilidad de un referendo para separarse de Canadá.
"Hace una década, Canadá albergaba la esperanza de ganar la carrera del GNL contra Estados Unidos debido a su mayor proximidad a los mercados asiáticos y a una relación menos conflictiva con China", señaló Alex Munton, analista de Rapidan Energy Group. "Claramente, eso no ocurrió entonces y ahora la pregunta es si LNG Canadá es un proyecto único o si se pueden construir más proyectos a gran escala".
En los últimos 15 años se han propuesto unos 20 proyectos de GNL en Canadá, pero hasta ahora solo se ha construido la planta de Kitimat.
Hay en construcción dos proyectos mucho más pequeños: Woodfibre LNG de Pacific Energy, en un sitio histórico de una aldea de los indígenas Squamish, y Cedar LNG, una plataforma flotante de propiedad mayoritaria del pueblo indígena Haisla.
Ksi Lisims LNG, un proyecto de 12 millones de toneladas anuales liderado por Western LNG y financiado por Blackstone, está a la espera de una decisión final de inversión. Tilbury LNG, una pequeña instalación de almacenamiento de GNL construida en 1971 en la costa oeste de Canadá, busca expandirse a una capacidad de exportación de 2,5 millones de toneladas.
"Canadá dispone de gas abundante y económico, conexión directa a la costa y no necesita pasar por el canal de Panamá para llegar a Asia", Chris Cooper, director ejecutivo de LNG Canada.
Varios proyectos de mayor envergadura se han cancelado, entre ellos una instalación de 10 millones de toneladas anuales en Kitimat propuesta por Chevron y Woodside, y un proyecto de 18 millones de toneladas anuales liderado por Petronas de Malasia.
"En otros países donde se observa la proliferación de terminales de GNL, como Estados Unidos y Catar, suele haber mucha infraestructura existente, pero en la costa oeste de Canadá hay que construir desde cero, lo cual resulta costoso", comentó Mark Kalegha, analista del Instituto de Economía Energética y Análisis Financiero, un grupo de expertos que promueve la transición energética.
La oposición de las comunidades locales y los pueblos indígenas también puede provocar retrasos y sobrecostos, apunta Kalegha; es lo que ocurrió con el gasoducto alimentador de LNG Canada, un conducto de 677 kilómetros que atraviesa un terreno montañoso desde los yacimientos de gas de la Cuenca de Montney, en el nordeste de la Columbia Británica, hasta Kitimat. Fue construido por un consorcio liderado por la canadiense TC Energy y los grupos de inversión KKR y Alberta Investment Management Corporation, con un costo de 14.500 millones de dólares canadienses, más del doble de las estimaciones iniciales debido a los retrasos, la inflación de costos y las protestas comunitarias.
La industria gasífera canadiense lamenta que deba tratar de ponerse a la par de la estadounidense. Sin embargo, los ejecutivos de LNG Canada minimizan los riesgos de retrasos y exceso de costos en los proyectos locales y esperan que la puesta en marcha de sus instalaciones marque el comienzo de una nueva era de crecimiento.
"No consideramos a Canadá como un país riesgoso. Consideramos que Canadá presenta riesgos similares a los que encontraríamos en otros lugares y sabemos cómo gestionarlos, y por eso llevamos a cabo estos proyectos", afirmó Chris Cooper, director ejecutivo de LNG Canada, durante una visita a las instalaciones.
"Canadá cuenta con todos los ingredientes esenciales para ser un actor importante en el negocio del GNL. Disponemos de gas abundante y económico, una conexión directa por gasoducto a la costa, mano de obra cualificada y no necesitamos atravesar el Canal de Panamá para abastecer a Asia", añadió.
El tiempo de envío de Kitimat a Japón es de unos 10 días, aproximadamente la mitad del que tarda el transporte de GNL desde las terminales del Golfo de México. El abundante y económico gas natural de Canadá se ha cotizado recientemente a una quinta parte del valor de referencia estadounidense, conocido como Henry Hub. LNG Canada también puede comercializar su gas como uno de los GNL con menor huella de carbono del mundo, ya que para alimentar sus instalaciones utiliza la electricidad hidroeléctrica libre de emisiones de la Columbia Británica.
Wood Mackenzie, un grupo de investigación energética, calcula que el GNL canadiense puede suministrarse a Japón a un costo similar, o incluso más económico, que el de los productores rivales estadounidenses en la costa del Golfo de México. Los clientes asiáticos también buscan impulsar la seguridad energética en un mundo volátil, afirma.
"Hay claras señales de que los mercados están buscando opciones de diversificación fuera de la costa estadounidense del Golfo de México para satisfacer la creciente demanda de GNL en la cuenca del Pacífico", indicó Dulles Wang, director del equipo de Investigación de Gas y GNL para América de Wood Mackenzie.
Las recompensas por captar una mayor participación en la industria mundial del GNL son altas, de acuerdo con Shell, que en febrero pronosticó que la demanda de GNL aumentaría un 60% hacia 2040 debido al mayor crecimiento económico en Asia y a la lucha por reducir las emisiones de la industria quemando menos carbón.
Pero para que Canadá alcance su potencial como superpotencia energética, la industria de los recursos naturales sostiene que los gobiernos federales y provinciales deben eliminar regulaciones y apoyar el desarrollo.
Carney, una voz influyente en temas ambientales, se ha comprometido a colaborar con las industrias del petróleo y el gas. Semanas atrás se reunió con directivos y líderes provinciales en Saskatoon, ciudad en la provincia rica en recursos de Saskatchewan, donde dio un respaldo tentativo a nuevos oleoductos y a la desregulación, siempre y cuando la inversión vaya de la mano con esfuerzos para limitar las emisiones a escala local.
"El mundo está sin duda más dividido y peligroso, y la necesidad imperiosa de convertir a Canadá en una superpotencia energética en todos los aspectos nunca ha sido mayor", declaró Carney en un discurso.
Tiempo después su gobierno aprobó una ley destinada a agilizar las evaluaciones ambientales para la construcción de proyectos considerados de "interés nacional". Carney espera que el proyecto de ley permita la aprobación de proyectos importantes en un plazo de dos años mediante la creación de una nueva oficina federal encargada de examinar las solicitudes.
Los desafíos que enfrenta Canadá
Algunos grupos indígenas se opusieron al proyecto de ley; alegan que otorga al gobierno la facultad de impulsar proyectos en sus territorios sin una consulta adecuada. Según la legislación canadiense, el gobierno tiene el deber de consultar y, de ser necesario, acomodar a los pueblos indígenas que puedan verse afectados por proyectos de infraestructura, como oleoductos, que atraviesen sus territorios. Esto no otorga a los grupos poder de veto sobre los proyectos, pero puede complicar la planificación y retrasarlos.
"Nos oponemos rotundamente a este proyecto de ley", aseguró el jefe Na'moks, conductor hereditario de la nación Wet'suwet'en, un grupo indígena de la Columbia Británica que participó en largas protestas contra el oleoducto a LNG Canada.
"Solo consultarán con quienes ellos mismos elijan. Se está ignorando la conducción hereditaria", protestó. "Esto se debe a que saben perfectamente que no apoyaremos la destrucción no solo del medio ambiente, sino también de la democracia en este país".
La oposición de los indígenas suele mencionarse como una de las razones por las que se han abandonado las propuestas de construir varios oleoductos que se extenderían desde provincias ricas en recursos, como Alberta, hasta las costas este u oeste para su refinado y envío a los mercados mundiales. Un proceso regulatorio lento e incierto es otro de los problemas que plantea el sector.
En 2016, Enbridge canceló su proyecto Northern Gateway, de 7.900 millones de dólares canadienses, propuesto inicialmente en 2006 para transportar petróleo desde Alberta hasta la costa noroeste de la Columbia Británica. Un año después, TC Energy abandonó el proyecto Energy East, de 15.700 millones de dólares canadienses, que habría transportado petróleo desde Alberta hasta New Brunswick para su envío a Europa.
La expansión del oleoducto Trans Mountain, que transporta petróleo de Alberta a la Columbia Británica y, por lo tanto, evita Estados Unidos, triplicó la capacidad a lo largo de la ruta hasta alcanzar los 890.000 barriles de crudo diarios. Sin embargo, las demoras en la obtención de permisos y las demandas judiciales, que quintuplicaron el costo hasta los 34.000 millones de dólares canadienses, hicieron que los inversores reflexionen antes de considerar nuevos proyectos de oleoductos.
Esto deja a Canadá en una situación de gran dependencia de Estados Unidos como mercado para su petróleo, con exportaciones al sur en 2023 de unos 3,9 millones de barriles diarios por un valor de 130.000 millones de dólares canadienses. Algunos políticos y líderes del sector impulsan un oleoducto este-oeste para abastecer de crudo nacional a la populosa costa este de Canadá y abrir nuevos mercados de exportación en Europa. Sin embargo, muchos analistas se muestran escépticos debido a los elevados costos de construcción y a los riesgos políticos.
El Partido Conservador, en la oposición, y la industria del petróleo y el gas respaldan las reformas legislativas de Carney, que, según creen, podrían acelerar proyectos de petróleo y gas tasados en 26.000 millones de dólares canadienses actualmente en construcción, aparte de otros 100.000 millones de dólares canadienses en propuestas adicionales planificadas o en espera de decisiones finales de inversión.
Sin embargo, las negociaciones sobre quién financiará las costosas iniciativas de captura y almacenamiento de carbono necesarios para mitigar las emisiones, así como qué proyecto se considera prioritario, son decisiones que aún están muy lejos de concretarse.
"Tras una década marcada por retrasos en los proyectos, Canadá debe actuar con urgencia para fortalecer su posición en las negociaciones comerciales, ya sea con Estados Unidos o con otros actores mundiales importantes", declaró Lisa Baiton, directora ejecutiva de la Asociación Canadiense de Productores de Petróleo (Capp, en inglés).
Si bien los costos y la financiación son un desafío clave para los nuevos proyectos de gas, una serie de políticas de la era Trudeau siguen frenando el desarrollo real, alegan en el sector. Poco después de ser elegido, Carney desechó el polémico "impuesto al carbono" (un gravamen sobre el precio del carbono), pero, por ahora, no parece haber ningún plan para desmantelar el límite de emisiones propuesto a los productores de petróleo y gas. Según el borrador de las regulaciones presentadas por el gobierno federal en noviembre del año pasado, las empresas deben reducir sus emisiones en aproximadamente un tercio durante los próximos ocho años.
"El acuerdo de París fue muy valioso, ya que puso de manifiesto la necesidad de una coordinación global en torno a las emisiones de gases de efecto invernadero, pero en realidad es la suma de objetivos nacionales. Y no se puede abordar eficazmente un problema global con objetivos nacionales", consideró François Poirier, director ejecutivo de TC Energy.
Poirier afirma que Canadá podría desempeñar un papel importante en la reducción de las emisiones de carbono en Asia mediante la producción de GNL que pueda sustituir al carbón en la región. Sin embargo, los límites de emisiones federales y provinciales corren el riesgo de socavar la capacidad de Canadá para lograrlo.
Muchos analistas consideran que el GNL es la mejor opción a corto plazo para aumentar rápidamente las exportaciones canadienses de recursos debido al aumento vertiginoso de la demanda mundial, la cantidad de proyectos ya planificados y el creciente apoyo político a un combustible que puede comercializarse como una herramienta de descarbonización para las economías asiáticas.
Sin embargo, la industria del petróleo y el gas y Carney se enfrentan a la oposición de los defensores del medio ambiente. "Desde la extracción hasta la combustión, su ciclo de vida contaminante completo lo convierte en un combustible contaminante. La expansión del GNL encierra a Canadá en un mercado de combustibles fósiles en declive mientras el mundo avanza hacia las energías renovables", objetó Aly Hyder Ali, quien se encarga del sector del petróleo y el gas para la ONG Environmental Defence, con sede en Toronto.
En un impulso a la estrategia de "superpotencia energética" de Carney, hay indicios de que algunas comunidades indígenas, que en el pasado encabezaron la oposición a proyectos de infraestructura, están dispuestas a apoyar los proyectos si se les consulta adecuadamente y se les ofrece participación accionaria o asociaciones que beneficien a su pueblo.
Meses atrás el operador de gasoductos Enbridge vendió una participación del 12,5% en su sistema de gas natural de la costa oeste, que se extiende más de 2.900 kilómetros desde Alberta hasta la frontera entre Estados Unidos y Canadá, a un consorcio de 36 pueblos indígenas por 715 millones de dólares canadienses. Fue el primer acuerdo financiado por un programa de préstamos del gobierno federal destinado a asegurar la propiedad de los indígenas en proyectos de recursos.
A pocos kilómetros de LNG Canada, a orillas del Canal Douglas, el pueblo Haisla se prepara para la llegada de la planta flotante de licuefacción de Cedar, que será el primer proyecto de GNL con participación mayoritaria indígena en Canadá. La comunidad se ha asociado con Pembina Pipeline Corporation y se le ha asignado una capacidad de 3,3 millones de toneladas anuales en el gasoducto Coastal GasLink, que transporta gas desde la cuenca de Montney hasta Kitimat.
Crystal Smith, consejero principal del pueblo Haisla, afirma que el proyecto generará oportunidades de empleo y beneficios para la comunidad local y podría ser un modelo para hacer realidad la visión de Carney.
"La colaboración ha sido clave para el éxito de todos los proyectos realizados en nuestro territorio", observó Smith. "Los pueblos originarios deben liderar los proyectos de recursos para que Canadá pueda convertirse en una verdadera superpotencia energética".
