Cuando un país grande ataca a otro más pequeño y pobre, con un cuarto de su población y la novena parte de su economía, no es irracional suponer que habrá alguna tensión financiera manejable en el agresor y una devastación catastrófica en la víctima. A un año de la guerra de Rusia en Ucrania, las consecuencias económicas podrían definirse en estos términos: buena parte de Ucrania fue reducida a escombros, con millones de ciudadanos recluidos en el frío y la oscuridad, mientras que en Rusia, para quien no es un soldado en el frente, la vida sigue siendo bastante cómoda. Pero en tanto el conflicto ingresa en el segundo año, queda claro que el costo para ambos bandos será intolerablemente elevado. Ningún resultado será bueno y, mientras más dure la contienda, más subirá el daño.
La embestida de Rusia obviamente debilitó a Ucrania y no queda claro cómo hará el país para recuperarse. El PBI cayó 30 por ciento en 2022, el declive más profundo desde que Ucrania obtuvo su independencia hace tres décadas. El año pasado, el déficit, de casi el 27 por ciento del PBI, fue cubierto con ayuda extranjera y deuda que casi, con seguridad, tendrá que ser reestructurada. La inflación llegó oficialmente al 20 por ciento, pero en realidad rondará el 30. Para los ucranianos más pobres, todo se siente peor. El precio de las verduras subió 85 por ciento en tanto Jersón, su principal productor, fue escenario de fuertes combates y buena parte de la región sigue ocupada.
El Banco Nacional de Ucrania impuso estrictos controles de capital y un tipo de cambio fijo. En julio, devaluó un 25 por ciento el hryvnia hasta ubicarlo en 36,6 por dólar. Pero, en la calle, llega a 43. Los salarios apenas crecen y eso no debe sorprender: el Centro de Estudios Orientales, con sede en Varsovia, afirma que el desempleo podría rondar el 40 por ciento. La emigración forzada de millones de ucranianos, mayormente mujeres y niños, y la movilización universal de hombres de entre 18 y 60 años moderó la presión social. En ambos casos, hay riesgos. El asentamiento en el exterior de los refugiados y la acumulación de pérdidas militares -que Ucrania no revela- minarán la potencial fuerza laboral.
Los combates causaron costos singulares en los sectores más importantes de la economía. La industria pesada se concentra en el este y el sur, donde Rusia logró las mayores ganancias y causó la principal devastación. Un estudio de septiembre a cargo de la Escuela de Economía de Kiev (KSE) ubicó en US$ 127.000 millones el daño causado en rutas, puentes, hogares, escuelas, hospitales y tierras arables. La KSE calcula que sólo la destrucción de activos físicos de empresas ucranianas asciende a US$ 13.000 millones, mientras que los daños indirectos, como pérdidas de mercados o canales de distribución, superan los US$ 33.000 millones. La agricultura era fuerte en el sur fértil, donde se asistió a intensos combates; la cosecha de trigo cayó de 32,5 millones de toneladas en 2021 a 26,6 millones el año pasado, y la cuarta parte fue a parar a los ocupantes rusos.
La evaluación de daños de la KSE, financiada por gobiernos aliados, lleva el título optimista de "Rusia pagará". Pero es incierto que esa potencia nuclear llegue a acepar reparaciones, incluso, si es derrotada. Y cualquier pago a partir de las reservas de ese país congeladas en estados occidentales tiene complicaciones legales: creará un precedente peligroso para el sistema financiero mundial. El daño material se complica por la profunda corrupción de Ucrania, que sigue a pesar de que la guerra convirtió al robo de fondos públicos en algo mucho más condenable que en tiempos de paz. El despido de funcionarios de compras, aduanas e infraestructura se incrementó en las últimas semanas en tanto el presidente, Volodimir Zelenski, trata de conserva el apoyo de donantes occidentales.
¿Y cuáles son las consecuencias para Rusia? Su PBI cayó apenas un 3 por ciento en 2022, según un cálculo de Bloomberg. La inflación, del 13,8 por ciento, fue alta pero no mucho peor que la de algunos países occidentales. El déficit, que el año pasado tocó el 2 por ciento del PBI, es manejable a pesar del límite en las emisiones de deuda en el exterior debido a las sanciones. Y la tasa de desempleo incluso descendió del 4,8 por ciento el año pasado al 4 por ciento, según estimaciones de Bloomberg.
Son cifras engañosas, y no sólo porque las estadísticas oficiales pintan un panorama ideal en tanto el Kremlin busca probar su resistencia, adaptabilidad y autonomía frente a las sanciones. Antes de la guerra, se presumía que la economía rusa crecería al menos 3 por ciento al reabrirse tras la pandemia, por lo que la caída total en producción ronda el 6 por ciento del PBI, de US$ 1,8 billones. En términos absolutos, son US$ 108.000 millones, la mitad del PBI de Ucrania en 2021. Implica que la caída en la producción rusa es mayor que la ucraniana.
Las pérdidas rusas también son engañosamente menores debido a que las sanciones que afronta, aunque de una escala sin precedentes, fueron impuestas de manera gradual. Al comienzo de la invasión, el país se benefició de un salto en el precio de la energía como consecuencia de la guerra. En meses recientes, empezaron a sentirse los efectos de mayores restricciones a la energía y del tope al precio del crudo ruso. La diferencia de precios entre el crudo Brent, referencia tradicional para el petróleo europeo, y la variedad de los Urales rusos se ensanchó. El Ministerio de Finanzas ruso afirma que el precio de los Urales cayó un 42 por ciento en los últimos 12 meses. Durante buena parte del año pasado, los ingresos petroleros y gasíferos apuntalaron el presupuesto federal ruso al ritmo de 1 billón de rublos (US$ 13.400 millones) por mes. En noviembre y diciembre, esa contribución se redujo a 900.000 millones de rublos. En enero, fue de 425.000 millones de rublos.
Incluso con los menores ingresos por el gas y petróleo, el establishment militar y de seguridad sigue hambriento.El gasto en defensa aumentó un 23 por ciento en 2022 hasta rondar los US$ 66.000 millones, y se cree que avanzará otro 6 por ciento en este año. En los niveles actuales, el Kremlin les dará a los militares prácticamente todo lo que obtenga por las ventas de energía. Lo que no es un buen augurio para los rusos corrientes, especialmente, la mitad que trabaja en el sector estatal.
Lo mismo que en Ucrania, el panorama económico de Rusia se opaca por las pérdidas militares. Las muertes verificables ascienden a 10.000, pero la cantidad total de muertos y heridos ciertamente es más alta, tal vez, 20 veces mayor, según algunos cálculos occidentales. Y, al igual que Ucrania, Rusia está aquejada de un aumento de la emigración, por lo general, de profesionales con buena capacitación que no quieren ser movilizados. Evaluaciones conservadoras de esas pérdidas hablan de unas 500.000 personas desde el comienzo de la invasión.
Las muertes rusas verificables ascienden a 10.000. Pero la cantidad total de muertos y heridos, ciertamente, es más alta, tal vez, 20 veces mayor, según algunos cálculos occidentales.
El consenso de Bloomberg sobre el PBI de Rusia en 2023 indica crecimiento nulo, frente a la expansión de 2 por ciento en Ucrania. El motivo es que Ucrania consiguió que su infraestructura siga funcionando. Y, si recupera parte de las tierras agrícolas y sus recursos naturales, podría aumentar las exportaciones, que ahora se estabilizaron en la mitad de los niveles previos al conflicto. Las perspectivas rusas de mejora dependen de su éxito para reemplazar importaciones con productos locales. Dicha sustitución está llamada a ocurrir con lentitud en vista de su dependencia de artículos extranjeros.
El declive económico de Ucrania fue impulsado por la horrible destrucción material, que no será reparada en años, incluso, si hubiera la intervención de todo Occidente y Rusia fuera obligada a pagar reparaciones. Rusia sufrió pocos daños materiales, mientras que los costos económicos derivan mayormente de sanciones que podrían levantarse luego de algún tipo de acuerdo de paz, lo que, en teoría, facilitaría la recuperación.
Pero cualquier acuerdo que mitigue las sanciones seguramente demandará el pago de abundantes reparaciones. Si Rusia logra una victoria decisiva en el campo de batalla e impone sus propios términos de paz, las restricciones occidentales casi con seguridad seguirían en pie, mientras que el Kremlin debería cargar con los miles de millones que costaría reconstruir zonas ocupadas rebosantes de pobladores hostiles.
Hechas todas las sumas, resulta cada vez más evidente que ningún lado podrá surgir como ganador económico, no importa lo que suceda en el campo de batalla.
Esta nota se publicó en el número 352 de revista Apertura.
