Hugo Chávez falleció hace un año y hoy Venezuela sufre su desafortunado legado.
Si bien el país está sentado sobre las reservas petroleras más grandes del mundo, la economía es un tren descarrilado avanzando en cámara lenta. El índice de inflación anual se ubica en 56% y es crónica la escasez de artículos de primera necesidad. El país está políticamente dividido, tal como se vio en las violentas protestas de las últimas tres semanas.
Si no fuera por Ucrania, el caos en Venezuela estaría en las portadas de los sitios web de noticias de todas partes. En cambio, se corre el riesgo de que desaparezca del radar, un descuido potencialmente peligroso.
Hay muchas similitudes entre Ucrania y Venezuela. Nicolás Maduro, el sucesor de Chávez, mostró tener casi tan poco carisma como Viktor Yanukovich, que también fue democráticamente electo pero luego condujo un gobierno que pisoteó los derechos democráticos. El cambio de régimen en Ucrania también envalentonó a los manifestantes venezolanos. Las dispersas protestas estudiantiles se potenciaron cuando la oposición se unió a sus filas. La brutalidad de la Guardia Nacional venezolana, combinada con la violencia de las milicias progobierno que se mueven en moto, empeoró la situación. Hasta ahora murieron 17 personas.
Sin embargo, las diferencias de Venezuela con Ucrania son más importantes aún. Si bien Yanukovich era un político corrupto que tambaleó y huyó, el chavismo es gobierno hace 14 años.
Durante todos esos años, el chavismo tomó el control de las instituciones más importantes del país, desde los militares y los tribunales hasta la prensa y la petrolera nacional. Se ganó el apoyo fiel de los pobres, quienes consideran que están mejor que con los anteriores gobiernos, al menos por ahora.
A excepción de Estados Unidos, Venezuela tampoco sufrió las mismas reprimendas que sí recibió Ucrania. Algunos países de la región no quisieron recriminar a un país que responde agresivamente a las críticas; otros temen perder valiosos intereses comerciales; mientras que el resto muestra cierta solidaridad.
En realidad, el reproche más fuerte en América latina han sido abúlicos pedidos de paz. Éstos deben ser más enérgicos, especialmente teniendo en cuenta que los problemas en Venezuela probablemente empeoren.
Si bien es probable que el gobierno no sea derrocado, el país que Chávez dejó es un desastre institucional.
La producción de crudo venezolano sigue cayendo, y la última modificación del sistema cambiario ayuda poco a contrarrestar la inminente crisis en la balanza de pagos. La debilidad de todos los partidos políticos, otro legado de Chávez, se puede observar en las disputas internas y la parálisis de políticas del gobernante partido socialista. La violencia y la criminalidad han aumentado, que son tristes frutos de los años de mala administración; la tasa de homicidios es la tercera más alta del mundo. Todos eso pone en riesgo las importantes conquistas sociales.
Un diálogo entre el gobierno y sus críticas podría ayudar a encontrar algunas soluciones a esos problemas.
Definitivamente, la oposición debe cumplir con el proceso constitucional, y no sólo arrojar piedras. El gobierno también debe escuchar las preocupaciones legítimas de quienes lo critican y no sólo oír desde escenarios bajo su dominio. De lo contrario, la situación venezolana sólo puede empeorar.
Sin embargo, hay que ser realista con las expectativas sobre qué se puede conseguir con las conversaciones. Ambos lados tienden a verse con un odio propio de la lucha de clases marxista. Esencialmente, la mayoría de los problemas de Venezuela provienen de la incompetencia y la corrupción dentro del mismo chavismo. El diálogo podría aliviar eso.
Todo eso es un triste reflejo del sueño que ofrecía Chávez. Con su característica generosidad de espíritu, aunque fuera pagado por la riqueza petrolera de Venezuela, él quería construir una brillante ciudadela en la colina en que hubiera justicia para todos.
Desde entonces, hubo mejoras sociales pero poca justicia, y menos brillo. Venezuela, en cambio, se convirtió en un estado matón sólo admirado por otros estados igual de matones.
