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Las temperaturas extremas están cada vez más presentes en la vida cotidiana: olas de calor que paralizan ciudades enteras, inviernos cada vez más irregulares y un sistema climático global que parece entrar en una fase impredecible. En este contexto, surge una pregunta clave: ¿cuál de estos extremos representa una mayor amenaza para la salud humana?

Durante años se asumió que el calor extremo, visible en incendios forestales, golpes de calor y colapsos sanitarios en verano, era el principal enemigo climático.

Sin embargo, las cifras más recientes contradicen esa percepción. Varios estudios científicos de referencia han demostrado que el verdadero asesino climático no es el calor abrasador... sino el frío persistente.

El frío polar cobra más vidas que el calor abrasador

Según una investigación publicada en The Lancet Planetary Health, que analizó datos de 43 países entre 2000 y 2019, las muertes por temperaturas frías fueron nueve veces mayores que las provocadas por calor extremo.

El estudio señala que el 8,52% de todas las muertes se atribuyen al frío, mientras que solo el 0,91% al calor. Los investigadores analizaron más de 130 millones de defunciones para llegar a esta conclusión.

En números concretos, esto implica que de los 5,1 millones de muertes anuales relacionadas con temperaturas no óptimas, unas 4,6 millones se deben al frío y solo 500.000 al calor, según cálculos del Breakthrough Institute.

Fuente: EFEManuel Bruque

La diferencia es aún más marcada en ciertas regiones. En Europa, por ejemplo, hay hasta 10 muertes por frío por cada una causada por calor extremo, como reveló un estudio reciente publicado en Nature Medicine.

Por qué el frío mata más (aunque no lo parezca)

A diferencia del calor, que actúa de manera más inmediata, el frío tiene efectos más lentos pero persistentes.

La exposición prolongada a bajas temperaturas agrava enfermedades cardiovasculares, respiratorias y cerebrovasculares. También aumenta el riesgo de infecciones como la neumonía, sobre todo en personas mayores.

Además, el frío extremo no necesita condiciones polares para ser letal. SegúnOur World in Data, muchas de las muertes atribuibles al frío se producen en temperaturas apenas por debajo de lo "óptimo" para el cuerpo humano.

Es decir, no hace falta una tormenta de nieve para que el cuerpo empiece a fallar: basta con una vivienda mal aislada, una ciudad sin calefacción o un organismo debilitado.

El calor también mata, pero su impacto es menor

Esto no significa que el calor no sea peligroso. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, entre 2000 y 2019 se produjeron 489.000 muertes al año por calor extremo en todo el mundo. La mayoría ocurrieron en Asia (45%) y Europa (36%).

En los Estados Unidos, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) estiman unas 1300 muertes por calor al año, aunque advierten que muchas no se registran como tales. En realidad, el calor suele actuar como un agravante: potencia infartos, problemas renales o enfermedades pulmonares preexistentes.

El medio británico The Guardian también lo definió como "el asesino silencioso del siglo 21" por su capacidad de desbordar sistemas de salud sin previo aviso.

Las cifras no mienten: el frío es el fenómeno más letal

En un contexto de cambio climático, la atención mediática y política suele centrarse en las olas de calor, pero los datos revelan una realidad distinta. Todos los estudios citados coinciden en lo mismo: el frío sigue siendo el responsable de la mayoría de muertes por causas climáticas.

Con una diferencia de hasta 10 veces más fallecimientos, el frío se consolida como el verdadero asesino climático silencioso. Mientras las ciudades se preparan para veranos cada vez más extremos, los inviernos -invisibles, silenciosos, letales- siguen llevándose millones de vidas cada año.