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La preocupación por los edulcorantes artificiales deja de ser un debate marginal y se instala en el centro de la conversación sanitaria.

La doctora Pilar Esteban, especialista en aparato digestivo, expone que las investigaciones más recientes ya apuntan a un patrón inquietante: quienes consumen grandes cantidades de estos endulzantes muestran una mayor incidencia de cáncer digestivo.

El fenómeno no surge por un producto aislado, sino por una exposición cotidiana y constante que acompaña a una dieta repleta de ultraprocesados.

La expansión de los alimentos “sin azúcar” aceleró el uso de edulcorantes en yogures, galletas, bebidas y snacks. Ese aparente alivio nutricional encubre un hábito sostenido que, según Esteban, puede alterar la microbiota, debilitar la barrera intestinal y favorecer procesos inflamatorios a largo plazo.

El cáncer colorrectal, ya el más diagnosticado en España, refleja la relevancia de revisar los patrones de alimentación y entender cómo influyen en el aparato digestivo.

La médica aclara que el riesgo no responde al consumo ocasional, sino a la repetición diaria durante 15 o 20 años. La rutina define el impacto.

Y en esa rutina, explica, confluyen otros factores: exceso de carnes procesadas, baja ingesta de fibra y una presencia constante de aditivos. El conjunto crea un escenario propicio para que la salud intestinal se deteriore con el paso del tiempo.

¿Por qué los edulcorantes generan preocupación en la comunidad médica?

La inquietud surge de los metaanálisis que revisan miles de casos y revelan un aumento modesto, pero significativo, de cáncer digestivo entre las personas que ingieren grandes cantidades de edulcorantes.

La doctora Esteban detalla que los mecanismos investigados incluyen cambios en la composición de la microbiota y en el funcionamiento de la mucosa intestinal, dos elementos clave en la protección contra enfermedades crónicas.

El cuerpo humano no está diseñado para procesar de manera constante sustancias artificiales añadidas a decenas de productos de consumo diario.

Esta exposición elevada, explican los especialistas, puede modificar el equilibrio del ecosistema intestinal y aumentar la vulnerabilidad frente a inflamaciones persistentes. Con el tiempo, esas alteraciones facilitan escenarios que favorecen el desarrollo de tumores en el aparato digestivo.

A pesar de ello, Esteban evita discursos alarmistas y orienta el foco hacia la prevención. Su mensaje hace hincapié en que no se trata de demonizar un ingrediente, sino de observar la dieta completa.

Una persona que basa su alimentación en productos industriales acumula riesgos que van más allá de un edulcorante concreto.

¿Cómo reducir el riesgo y proteger el intestino frente a los ultraprocesados?

La especialista plantea un camino claro: recuperar una alimentación centrada en productos frescos y ricos en fibra. Frutas, verduras, legumbres y cereales integrales fortalecen la barrera intestinal y favorecen un ambiente microbiológico estable.

Esta base nutricional, añade, funciona como una primera defensa frente a enfermedades digestivas y crónicas.

Esteban también sugiere disminuir la exposición a carnes procesadas y moderar el consumo de carnes rojas. Ambos grupos, estudiados intensamente en los últimos años, muestran vínculos directos con el cáncer colorrectal. Al combinarlos con una sobrecarga de edulcorantes y aditivos, el impacto negativo se amplifica.

Murió el azúcar: el nuevo edulcorante natural que revoluciona la repostería y las dietas de todo el mundo.
Murió el azúcar: el nuevo edulcorante natural que revoluciona la repostería y las dietas de todo el mundo.Fuente: Pixabay

El consejo final apunta al paladar y su capacidad de adaptación. La médica recuerda que la preferencia por lo extremadamente dulce nace del hábito y puede revertirse.

Reducir el consumo de productos “light” o “sin azúcar, revisar las etiquetas y priorizar la comida real permiten una transición gradual hacia un patrón más saludable. La protección del intestino, concluye, se transforma en una inversión que repercute en todo el organismo.