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Las personas que han cumplido 80 años tienen ciertos conocimientos de la vida que muchos jóvenes todavía no han adquirido. Ese es uno de los factores por los que Gerard Masol ha decidido salir a la calle para entrevistar a varios jubilados y conocer cuál es su opinión sobre el trabajo y el futuro de la juventud.

Durante sus entrevistas, Masol ha conseguido algunos de los mayores consejos que los pensionistas pueden dar a los jóvenes para comenzar a construir su vida. Según los jubilados, la juventud desaprovecha demasiado tiempo en redes sociales, carece de ambición y ha perdido la urgencia por trabajar que caracterizó a generaciones anteriores, marcadas por la necesidad de salir adelante.

"Hay de todo, gente buena y preparada, pero también muchos pasotas que hacen quedar mal a la juventud", admite uno de los entrevistados. Otro añade: "La libertad que tienen se ha convertido en libertinaje. Pierden demasiado tiempo en la tecnología, en las redes sociales. Eso no trae nada bueno".

La opinión de los jubilados sobre la juventud actual

Con más de 80 años, un jubilado catalán mira atrás y reconoce que su infancia estuvo marcada por el trabajo y el esfuerzo constante. El hombre confesó que cuando era niño "tenía que trabajar o lo que fuera", y reprocha que ahora, con 10 o 12 años, "los niños casi tienen un chupete".

Su opinión no es un caso aislado. Muchos mayores coinciden en que la comparación entre su juventud y la vida de los jóvenes de hoy refleja una pérdida de disciplina y de valores como el esfuerzo.

"Los padres hemos tenido mucha culpa: les dimos demasiado y ahora falta disciplina", reconoce un jubilado. Para él, los jóvenes crecen sin límites, con un futuro laboral incierto y un entorno marcado por la precariedad y las drogas. A su juicio, las redes sociales agravan el problema y magnifican cuestiones que no son importantes. "Si no tienes dinero, la depresión se hace más grande. El dinero hace mucho", añade con crudeza.

Cómo la juventud pierde el tiempo

Muchos de los entrevistados por Masol han relatado infancias duras en las que ni siquiera podían permitirse "un día malo sin trabajar". Uno de ellos que se quedó huérfano con siete años y desde entonces compaginó la escuela con trabajos de carpintería: "No me aburría nunca. Si no me levantaba, sabía que me caía un castigo o que ese día no comía".

Otro mayor subraya que la pobreza y la obligación de trabajar desde niños forjaron un carácter fuerte: "No había tiempo para pensar en estar triste. Había que salir adelante".

El contraste con la juventud actual es, para ellos, evidente: mientras que su generación creció en la necesidad, hoy los jóvenes cuentan con comodidades que, paradójicamente, les han hecho más vulnerables.

Las recomendaciones de los jubilados

Cuando se les preguntó qué hacer en un "día malo", las respuestas se repiten en mantener la mente ocupada y no quedarse en la cama. Una jubilada contó que adoptó un perro "para obligarse a salir" incluso cuando no tenía ganas.

Otro entrevistado presentó una filosofía más sencilla: "La vida hay que aceptarla como viene. No hay otra". En general, los consejos fueron hablar con amigos, salir a la calle, buscar una ocupación o un pequeño trabajo que distraiga la mente. "No puede estancarse con el móvil día y noche", advirtieron.