A partir de abril de 2025, España ha dado un gran paso para luchar contra el desperdicio alimentario. Esta nueva ley obliga a los supermercados a vender a los consumidores productos con un aspecto deteriorado, como frutas y verduras en mal estado, en vez de tirarlos a la basura.
La Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario establece una serie de medidas que afectan a la distribución de alimentos en España. Una de las principales reformas es la obligación de las empresas, supermercados y restaurantes de contar con planes para evitar el desperdicio de comida.
¿Cómo afecta a los supermercados la nueva ley que obliga a dar alimentos en mal estado?
Esta nueva legislación cambiará para siempre el funcionamiento de los supermercados. Las frutas y verduras que antes habrían sido descartadas por su aspecto, pero que aún son aptas para el consumo, ahora deberán ser vendidas con un descuento.
Además, los supermercados tendrán que informar sobre la cantidad de productos "feos" o en mal estado que sobraron, algo que antes no se hacía.
Los bares y restaurantes también están obligados a adaptarse a esta nueva ley. A partir de ahora, deberán ofrecer envases para que los clientes puedan llevarse las sobras sin coste adicional.
Prevención del desperdicio de alimentos a largo plazo en España
A partir de abril de 2026, los establecimientos tendrán que aplicar un plan de prevención del desperdicio alimentario más completo y obligatorio.
Las multas por no cumplir con esta normativa podrán variar entre los 2000 y los 500.000 euros, dependiendo de la gravedad del incumplimiento.
Cuáles son los beneficios de nueva ley de alimentos
Reducción de residuos: habrá una menor cantidad de alimentos desperdiciados y se aprovecharán más los productos que todavía son aptos para el consumo.
Ahorro para los consumidores: las frutas y verduras en mal estado serán ofrecidas con descuentos.
Apoyo a la economía social: las donaciones a organizaciones sociales contribuirán a mejorar la seguridad alimentaria en comunidades vulnerables.
Conciencia ecológica: fomenta la conciencia sobre el impacto ambiental del desperdicio alimentario.
Incentivo para la innovación: las empresas deberán innovar en sus procesos de gestión de alimentos, creando soluciones más eficientes y responsables.