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Cuando en el programa Toma y Daca de la radio AM 750 le preguntaron al ministro de Economía, Martín Guzmán, por la crítica que había hecho Cristina Kirchner respecto de que el modelo económico se presenta como exportador pero que sin embargo no acumula reservas, su respuesta llamó la atención.
El funcionario se retrotrajo a un momento de 2020 y recordó cómo se había discutido la forma de administrar las divisas en un contexto de empresas que buscaban pagar deudas al extranjero. Siempre en modo hablo-pausado-pero-te-liquido, subrayó: "Fue una decisión del Frente de Todos; cada uno sabe".
Si le aplicamos un traductor de simpleza, está diciendo: "Loco, no me rompan la bolas; yo quise poner un dólar financiero para que las empresas paguen sus deudas y cuidar más las reservas y el Banco Central prefirió que se refinanciara una parte y se cancelara el resto con el tipo de cambio oficial; y además, no jodan porque YPF y AYSA estaban hasta las manos de deuda en moneda extranjera y las manejan La Cámpora y el massisimo, así que a mí no me miren".
Esa virulencia disimulada del economista que dice "ah" en vez de "eh" y no abandona nunca los buenos modales refleja el nivel de quilombo latente que hay en el Gobierno, y también da ganas de balearse en un rincón porque en definitiva es un torneo de lanzamiento de culpas, en un formato repetido de reconocer pifies.
Construcción
Tal vez como una forma de disimular la gestión de las trabas y las decisiones "en proceso" empiezan a aparecer los discursos más encendidos, con la épica sobre lo nacional y popular y una cierta nostalgia de la patria grande latinoamericana.
En ese punto, la noticia que encendió al oficialismo en materia de política exterior -más allá del affaire que si vengo, que si voy a la Cumbre de las Americas- es la última encuesta de Data Folha sobre las elecciones presidenciales de octubre en Brasil: 54% para Lula contra 30% para Bolsonaro.
En el Instituto Patria hay quienes entienden que el casi asegurado triunfo del líder del PT le abre la puerta a la vicepresidenta para que se decida a jugar más fuerte de cara a 2023. "El día que gane Lula habrá una ola ideal para ella o a lo sumo para alguien más combativo que designe". O sea para dar de baja cualquier idea de reelección de Alberto Fernández, el primer mandatario que ella designó en 2019.
Es ciencia ficción cualquier pronóstico sobre lo que vaya a pasar más allá de pasado mañana, con la indexación de la economía en un momento límite y con un malestar sin diagnóstico claro que cruza el mundo pos pandemia, y puede parir ultraderechas xenófobas o outsiders antipolitica con destino incierto.
Pero más allá del uso doméstico del "Lula del pueblo y los trabajadores para la unidad latinoamericana y la nostalgia de la patria grande que junto con Néstor, Correa y Chávez le dijo ‘ALCA, al carajo'" en 2005, ¿alguien está escuchando lo que dice el ex presidente obrero de Brasil?
No es sólo que lanzó su candidatura con una figura de centro como Geraldo Alckmin. Miren estos párrafos de su presentación formal como candidato, el pasado 7 de mayo:
"Queremos que haya un clima propicio para emprendedores"
"Vamos a garantizar un ambiente de estabilidad económica y política que atraiga la inversión y garantice su tasa de retorno"
Si lo pasas al español y le pones una papa en la boca es Mauricio Macri. ¿Qué pasa entonces? ¿El kirchnerismo nos está vendiendo un Lula de la gente cuando siempre ha sido un Lula de los mercados?
Es muy probable. Nadie se acuerda ya, pero así como en diciembre pasado Alberto y Cristina comparten escenarios con el brasileño contra el lawfare, en 2012 IDEA lo traía al Coloquio de Mar del Plata como mensaje elíptico al gobierno de entonces de que era posible un progresismo pro mercado y con macro ordenada. Porque eso había sido Brasil desde 2003. Superávit fiscal y tasas positivas. Eran los mismos días donde Lula encandilaba en Davos.
Lulistas
Ahora otra vez, este Lula más de Endeavor que del Patria, por así decirlo, incluso hasta ha sido bien recibido en algunos de los equipos de economistas que están armando planes porque se ven en el poder con Juntos por el Cambio.
En especial, celebran los impactos que puede generar en el Mercosur. Por un lado, el macrismo -que en un eventual regreso al poder apostará todo a la entrada en vigencia del acuerdo con la Unión Europea- entiende que con un discurso amigable con el medioambiente en Brasil, Francia no pondrá más objeciones al pacto como lo hacía hasta ahora.
Y por otro, atención, también hubo expresiones de apoyo del PRO en recientes comidas con empresarios a la idea que soltó Lula sobre ir a una moneda única del bloque regional.
"¿Sabés qué significaría eso?", señalan, "que para ir a una moneda común habría que hacer un tratado regional con metas fiscales que cumplir a lo largo del tiempo, tipo un Tratado de Maastricht, y si te salís rompés el Mercosur". Sería, lo enfatizan políticamente, "un corset para populistas".