Aunque parezca mentira, hoy las pymes pueden conseguir financiamiento a tasas reales negativas. Este resultado deriva de regulaciones que obligan a los bancos a colocar parte de su liquidez en créditos para las empresas más chicas. Es un alivio, sin duda. Pero hay otra realidad: no hay pymes interesadas en un préstamo.
"Si con la tasa regulada nadie viene a buscar plata, es porque hay un problema de expectativas. Significa que quienes hoy llevan adelante un proyecto productivo, no ver por delante posibilidades de comprar alguna máquina o de sumar algún empleado. La economía puede estar algo mejor, pero lo que manda es la incertidumbre". La frase, perteneciente a un alto ejecutivo de un banco privado, traduce el estrecho horizonte que ven los empresarios. Y no solo por el temor a que la temida segunda ola del Covid llegue con más rapidez y más potencia que la esperada. Influye también el hecho de que los mensajes que emite el Gobierno con la intención de tranquilizar y mostrar control, no logran ser efectivos y siguen pareciendo acciones desarticuladas.
La administración de Alberto Fernández no será la primera (probablemente, tampoco la última) que trata de sumar medidas que aportan para un equilibrio parcial, pero no alcanzan para el general. Estimular el financiamiento pyme sirve para contener a las empresas en problemas, pero no libera proyectos de crecimiento. Si los grandes inversores creen que a pesar del canje de deuda todavía subsisten riesgos de default, los chicos también tomarán sus previsiones.
El escenario productivo que hoy tienen las empresas es el siguiente: por simple arrastre estadístico, el PBI este año tendrá un crecimiento nominal de entre 5% y 6%. Con viento a favor, se puede estirar un punto más. Algunos referentes del Frente de Todos hablan de 9%, pero esa proyección es calificada como una ilusión lisa y llana.
El Gobierno ordena la economía a partir de la dinámica del consumo. Asume que una mayor demanda agregada dispara inversiones y mayor oferta, lo cual es cierto, pero de una manera muy focalizada. El problema para las empresas es que la pandemia (ya sea por eventuales limitaciones futuras a la actividad o por no poder disponer de todo su personal) y la escasez de dólares complican la producción. Con lo cual la mayoría tratará de adelantar importaciones para asegurarse insumos y poder fabricar lo necesario.
El apuro tiene otra lógica: "Este dólar no va a durar todo el año", repiten en la City. En esta vuelta ayuda el agro, pero sin perspectivas de un diálogo productivo con el Fondo y el Club de París, el panorama se puede resetear. Los diálogos que tendrá Martín Guzmán en Washington pueden ayudar a poner otra vez a los caballos delante del carro. O no. Las expectativas tampoco nacen en un repollo.