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Tras la muerte de la reina Isabel II en septiembre de 2022, gran parte de la atención pública se concentró en las joyas de la CoronaBritánica. Sin embargo, lo que muchos desconocen es que la monarca también poseía una extensa colección personal de joyas, distinta de las piezas oficiales custodiadas en la Torre de Londres.
Estas reliquias privadas reflejan tanto el poder como la vida íntima de la reina más longeva de la historia británica. La diferencia entre las joyas de la corona y las piezas personales es fundamental. Las primeras, como la Corona Imperial del Estado o el Cetro con el diamante Cullinan I, se transfirieron automáticamente al rey Carlos III como símbolos institucionales.
En cambio, la colección privada incluía collares, broches, tiaras y perlas que Isabel II utilizaba en su vida diaria y en ocasiones especiales, algunas de ellas heredadas por otros miembros de la familia real. Según especialistas en realeza, varias de estas piezas ya habían sido exhibidas antes de su fallecimiento.

De hecho, durante el Jubileo de Platino, celebrado en 2022, el Palacio de Buckingham organizó una muestra especial en la que se expusieron joyas personales de la reina.
Corona Británica: las joyas de la reina Isabel II
La Corona Imperial, el Orbe del Soberano y el Cetro forman parte del patrimonio histórico y religioso del Reino Unido. Tras la muerte de Isabel II, todas ellas quedaron bajo custodia del nuevo monarca, cumpliendo con siglos de tradición. Estas piezas no son de uso privado y tienen un rol estrictamente ceremonial.
En cambio, la colección personal de Isabel II incluía objetos de gran valor sentimental, como el collar de perlas de tres vueltas que le regaló su padre, el rey Jorge VI, o la famosa Tiara Vladimir, de origen ruso, con diamantes y perlas intercambiables. Estas joyas, aunque no forman parte del tesoro oficial, también constituyen símbolos de continuidad en la familia real.
Corona Británica: la histórica colección de joyas de la familia real
El destino de la colección personal de Isabel II ha sido diverso. Algunas piezas fueron heredadas por miembros cercanos de la familia real, como la princesa Ana, quien recibió un valioso broche de zafiro y perlas. Otras joyas, como el histórico broche Jubilee de Hesse, fueron usadas por la reina consorte Camilla en eventos posteriores, reforzando su vínculo con la tradición.

La exhibición en el Jubileo de Platino permitió al público conocer parte de esta colección, mostrando desde tiaras hasta collares de perlas icónicos. Según Vogue, esa muestra puso en evidencia que la reina poseía una de las colecciones privadas de joyas más completas y significativas del mundo. Sin embargo, muchas otras piezas permanecen en la intimidad de la familia, sin un detalle público sobre su destino final.









