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La monarquía británica vive un giro inesperado en su línea sucesoria. El príncipe Andrés, hermano del rey Carlos III, ha visto cómo las puertas de una posible reconciliación se van cerrando, afectado por controversias que minan su figura pública y su candidatura, alguna vez contemplada, a un papel más central en la institución.
Lejos de las ambiciones de un rol protagónico, Andrés ha sido relegado paulatinamente por decisiones reales que confirman su distancia irreversible de la Corona. Hoy su presencia en actos oficiales se limita al ámbito privado, sin expectativas de retorno en un futuro cercano.
Andrés, un hermano relegado del trono
El príncipe Andrés, duque de York, fue relegado de los actos públicos más emblemáticos. En eventos como el desfile Trooping the Colour o Garter Day, su aparición ha sido vetada año tras año y sólo se le permite participar tras bastidores, sin visibilidad. Esta exclusión sistemática muestra el claro desprecio que existe hacia su figura entre los altos mandos reales.
Su salida de roles oficiales se dio tras su entrevista con la BBC en 2019, considerada un desastre mediático que desencadenó el retiro de sus honorarios militares y patronazgos reales. Desde entonces, su vínculo público con la corona se redujo a mínimo protocolo, sin planes para recuperar peso en actos institucionales.

La entrevista con la BBC en 2019 fue un desastre mediático: el príncipe Andrés intentó justificar su amistad con Jeffrey Epstein, negó haber conocido a Virginia Giuffre y ofreció excusas poco creíbles, como afirmar que no podía sudar y que estaba en una pizzería el día del presunto abuso.
La firme postura de Guillermo con respecto a su tío Andrés
La posición del príncipe Guillermo, futuro rey, es determinante. Expertos reales aseguran que Guillermo "no tiene interés" en reintegrar a Andrés y considera su presencia como una amenaza para la imagen de una monarquía moderna. Según analistas, su desapego radica en mantener una institución que conecte con la nueva generación y alejada de controversias.
La tensión interna es evidente: mientras Carlos III mantiene cierto apoyo familiar y mantiene contacto privado con su hermano, Guillermo se opone rotundamente a cualquier acercamiento, incluso presionando para restringir acceso a su residencia en Royal Lodge.
El daño reputacional que le quita oxígeno
El legado del escándalo se extiende al rechazo público: encuestas recientes lo sitúan como el miembro real con menor aprobación dentro de la familia. En York, incluso hay llamados a que pierda el ducado, lo que refleja un rechazo creciente entre sectores de la población británica.
El episodio con Jeffrey Epstein, la entrevista fallida y el acuerdo legal con Virginia Giuffre han erosionado su credibilidad irreversiblemente. "No hay camino de regreso", repiten los expertos, asegurando que su salida efectiva de las funciones reales es definitiva.

Un futuro sin trono, pero con coraje
A pesar de todo, Andrés conserva un estatus significativo: sigue siendo consejero de Estado por línea de sangre, aunque en la práctica no ejerce estas funciones. Vive en Royal Lodge, con un contrato de arrendamiento que le asegura residencia mientras lo desee.
Sin embargo, se perfila un futuro sin protagonismo. El duque de York ha dedicado esfuerzos discretos desde atrás de escenas y se especula que busca redimirse mediante causas sociales como la lucha contra la explotación sexual. Pero su rehabilitación formal está lejos: ni el rey actual ni el futuro monarca parecen dispuestos a ceder ante esa posibilidad.











