Concretus surgió a partir de un proyecto social de Gonzalo Grassi. En 2005, ganó una beca en la fundación estadounidense Help Argentina para fondear una pequeña fábrica en Polvorines que le daba trabajo a personas de barrios vulnerables y, al mismo tiempo, la posibilidad de usar los bloques de hormigón para hacer sus casas.

Nicolás Ricci, director comercial de la empresa relata que, algunos años después, Grassi le contó esta experiencia a él y Rafael Carballo. Juntos, decidieron que la idea podría convertirse en un negocio.

"Mirando hacia atrás, no puedo creer lo que hicimos. Éramos tres amigos que nos hicimos socios y empezamos a transitar un camino en el que ninguno tenía las herramientas o la expertise para poner una fábrica", se sorprende Ricci.

Durante más de un año, el equipo se juntó a planificar y a sumar conocimientos para poner en marcha el proyecto. Para 2013, Grassi viajó a China para concretar la compra de una planta industrial productora de bloques de hormigón que más tarde instalaron en Pilar.

A diferencia de otros emprendimientos, donde los fundadores transitan un período en el que conservan sus trabajos en relación de dependencia, el trío tuvo que dar el salto enseguida para poner la máquina a punto.

"Habíamos renunciado a nuestros trabajos y, de repente, nos cayeron ocho contenedores de 40 pies para armar toda una línea de producción con personas de China que no hablaban ni inglés y español. Fue complicado", recuerda Ricci.

En 2014 el negocio estaba operativo para la venta al público. Empezó ofreciendo pura y exclusivamente bloques de hormigón, pero, al poco tiempo, los adoquines se sumaron a la cartera y se convirtieron en el producto estrella.

A medida que aparecían nuevos clientes, los líderes de Concretus observaban que las empresas buscaban resolver todo con un solo proveedor y les empezaron a exigir, de forma indirecta, que se empezaran a encargar con otras áreas de la construcción.

"El gran problema que veíamos era que las grandes constructoras tercerizaban los trabajos con muchas contratistas. Por eso, buscamos hacernos fuertes en ese nicho donde, con un solo llamado, nos encargamos del análisis del suelo, entregamos el producto en obra y hacemos la colocación", detalla Ricci. Hoy, realizan obras de infraestructura llave en mano en barrios cerrados, facturan $800 millones de pesos y brindan más de 150 puestos de trabajo.

La compañía cuenta con dos segmentos de clientes: viviendas particulares y obras de mayor infraestructura que involucran a desarrolladoras, constructoras y estudios de arquitectura. Entre algunas de las obras emblemáticas que hicieron se encuentran el Hipódromo de Palermo, el estadio DirecTV Arena, la urbanización de la villa 31, la 1-11-14 y el Paseo del Bajo.

Ricci cuenta que también participaron en obras públicas de forma directa para los municipios de San Nicolás, San Antonio de Areco, Lanús y Tres de Febrero. "Al ser tan versátiles, nos podemos presentar a una licitación como proveedores de un producto o como contratistas donde nos encargamos de toda la obra", afirma.

"Además, al ser fabricantes, tener la logística y ser desarrolladores, logramos desacelerar el aumento de los precios porque no hay un intermediario", agrega el empresario.

La pandemia los obligó a volver a sus orígenes. Los pocos proyectos que no pararon o que se reactivaron relativamente rápido necesitaban los bloques de hormigón que ellos producían. "Cambiamos la fabricación de adoquines por bloques y ese cambio de timón nos permitió cumplir con los compromisos tanto de sueldos como con los proveedores", explica.

No conforme con mantenerse a flote, Concretus delinea su plan de expansión: "Queremos hacer una una fábrica de hormigón elaborado y adquirimos una prensa y una mezcladora para realizar mosaicos. Debería estar operativo para fin de este año", anuncia.