
En una de las escenas que quedarán grabadas en la memoria cinematográfica del siglo XX, una joven Brigitte Bardot aparece descalza, con la pollera abierta y el cabello rubio al viento, bailando un mambo sobre una mesa en la película …Y Dios creó a la mujer (Et Dieu… créa la femme, 1956). Esa imagen —hoy emblemática— no solo provocó escándalo en su momento, sino que simbolizó una ruptura con los códigos tradicionales de la feminidad en el cine y el imaginario cultural de la posguerra. La película que la catapultó al estrellato puede verse como un punto de inflexión en la historia del cine francés y en la construcción de un nuevo tipo de figura femenina en la pantalla.
Hoy, 28 de diciembre de 2025, Francia y el mundo despiden a Brigitte Bardot, quien falleció a los 91 años, según confirmaron fuentes oficiales de la Fondation Brigitte Bardot. La noticia de su muerte cerró un capítulo que abarcó desde la cima del mundo del espectáculo hasta un activismo global por la protección animal.
Nacida en París en 1934, Bardot emergió como una figura de proyección internacional con su papel en …Y Dios creó a la mujer, dirigida por Roger Vadim, entonces su esposo, que la transformó en un símbolo erótico y en una presencia cinematográfica capaz de desafiar las normas de la moral dominante. Esta película, que se estrenó cuando ella tenía 22 años, consolidó su figura como sex symbol y marcó un antes y un después en la representación de la sexualidad femenina en el cine occidental.

A lo largo de casi dos décadas, Bardot participó en una filmografía variada que incluyó títulos destacados como La verdad (La vérité, 1960) y El desprecio (Le Mépris, 1963), películas que la situaron frente a directores de renombre como Louis Malle y Jean-Luc Godard. Su trabajo en La verdad le valió además el premio David di Donatello, uno de los máximos galardones del cine italiano, consolidando su prestigio internacional.
Pese a su éxito en la pantalla, en 1973, con apenas 39 años, Bardot decidió retirarse definitivamente de la actuación. Calificó su fama como una “prisión dorada” y volcó su energía y su notoriedad hacia la protección de los animales, fundando en 1986 la Brigitte Bardot Foundation, dedicada a la defensa de la fauna y combatiente de prácticas que consideraba crueldad. En campañas como la de 1977 contra la caza de focas en Canadá, su activismo alcanzó resonancia internacional y contribuyó a poner en la agenda pública la protección animal como una causa ética y global.
Su vida pública no estuvo exenta de controversias. Bardot fue condenada en múltiples ocasiones por incitación al odio debido a sus posturas sobre inmigración e islam, lo que generó un fuerte debate sobre su figura en el contexto de las tensiones sociales y políticas contemporáneas en Francia. Del mismo modo, relaciones personales complicadas —incluida la conflictiva relación con su único hijo— alimentaron una imagen pública compleja y polarizadora.
A pesar de esas controversias, su influencia estética y cultural permaneció. Intelectuales como Simone de Beauvoir destacaron su presencia única en la pantalla y en la cultura, describiendo cómo su sola presencia desafiaba convenciones: “Lascivamente y un santo vendería su alma al diablo por verla bailar”, escribió de Beauvoir sobre Bardot en un ensayo influyente de fines de los años 50.
En sus últimos años, Bardot vivió retirada en Saint-Tropez, donde mantuvo su lucha por la causa animal, criticando prácticas como el consumo de carne de caballo y el sacrificio animal sin sedación.











