El presidente Nicolas Sarkozy está en dificultades. Su índice de popularidad está bajísimo y el objetivo de tener un segundo mandato en 2012 parece rehuirlo como nunca antes. Las encuestas sugieren que la oposición socialista, a la que casi se había eliminado hace un año, triunfará cómodamente.

Durante meses, asediaron al gobierno los rumores de que el partido recibió financiamiento de fuente ilícita y que hubo intercambio de favores entre un ministro y la mujer más rica de Francia, Liliane Bettencourt. Millones de personas salieron a las calles a protestar por la impopular reforma del régimen jubilatorio. La promesa Sarkozy sobre la reorganización del gabinete descolocó a los ministros. Y el lunes, el diario Le Monde acusó al presidente de haberle dado instrucciones al servicio secreto para que espíe al periodista de ese medio que cubre el escándalo Bettencourt.

El gobierno niega haber ordenado la investigación de Le Monde, pero tras el reemplazo del titular de la televisión pública dispuesto por el presidente, el caso nuevamente ha despertado temores de que Sarkozy haya tomado medidas drásticas en contra de los medios con miras a los comicios de 2012.

Algunos analistas afirman que se parece cada vez más a Silvio Berlusconi: un líder de corta estatura, sacudido por el escándalo, que disgrega y tiene inclinaciones autoritarias.

En julio, Sarkozy dio un giro hacia la derecha durante un pasmoso discurso. Unos días antes, jóvenes descendientes de africanos del norte habían causado un violento desorden, después del fallecimiento a manos de la policía de un amigo que había robado un casino a punta de pistola. El presidente sostuvo que Francia: “Ve las consecuencias de 50 años de controles insuficientes sobre la inmigración . Fue la primera vez que un jefe de Estado vinculó tan explícitamente la inmigración con el delito. Para que su mensaje quedara claro, indicó que se le retiraría la ciudadanía francesa a los inmigrantes de naturalización reciente que, adrede, hicieron peligrar la vida de oficiales de la policía. Un solo discurso y Sarkozy volvió al papel que tenía como ministro de Interior de línea dura, quien prometió en 2005: “limpiar a manguerazos... la escoria de los barrios pobres . Alain Juppé y otros influyentes de su partido se distanciaron de esa retórica para justificar las medidas drásticas.

“Lo grave es que alienta las divisiones cuando, en verdad, su rol constitucional es el de asegurar las unidad del país , afirma el historiador Patrick Weil.

“Para la mayoría [de los diputados con los que almuerza Sarkozy], lo más urgente era la tendencia creciente de los campamentos ilegales –explicó el jefe de gabinete Claude Guéant–. No tenemos intención de desistir de una acción que es totalmente legal y que es la que los franceses esperan. Francia tiene el derecho de aplicar la ley dentro de su territorio .

Para la encuestadora CSA, cuanto más se dilate la polémica, mayor es el riesgo para Sarkozy. “Hoy el 48% está a favor de levantar los campamentos. y el 42%, en contra. Nos encaminamos hacia un debate sobre los valores . Y para CSA aquí es donde se cuestionan más los antecedentes de Sarkozy.