En las últimas semanas volvió a ponerse en agenda un tema recurrente: la utilidad (o no) de las elecciones primarias en Argentina. Sectores del oficialismo nacional y varios gobiernos provinciales dudan de su efectividad y especulan electoralmente de cara al año que viene. No es la primera vez. Es que, en general, han demostrado ser algo problemáticas para los oficialismos y útiles para las oposiciones de turno.
Existe un proyecto de ley en el Congreso presentado por el rionegrino Luis Di Giácomo, de Juntos Somos Río Negro, para suspender las PASO de cara a las elecciones 2023. Por el momento, no está claro que tenga apoyo: a pesar de que buena parte del Frente de Todos estaría en esa línea, hubo algunas voces disidentes, como la de Leandro Santoro. Además del bloque oficialista serían necesarios unos once escaños más, que podrían salir de opciones que no son ni del FDT ni de Juntos por el Cambio.
Hoy parece difícil que se llegue a los 129 diputados necesarios para modificar la ley electoral, aunque nadie puede descartarlo del todo. Más allá del poroteo, la experiencia permite extraer algunas conclusiones. En primer lugar, Juntos por el Cambio -y sus antecedentes, como Cambiemos o UNEN- han sacado más provecho de estas reglas de juego. Varios de las primarias que durante estos años tuvieron mayor atención de la ciudadanía pertenecieron a ese espacio político.
El caso más emblemático fue el que catapultó a Mauricio Macri en 2015 como candidato presidencial en 2015, luego de derrotar a Ernesto Sanz y Elisa Carrió. Más allá de que se impuso por amplio margen, sirvió en aquel entonces para apuntalar al espacio de cara a las generales.

Pero también hubo otros casos. Como UNEN en la ciudad de Buenos Aires en 2013 -Carrió y Pino Solanas derrotaron al PRO-; la disputa entre Horacio Rodríguez Larreta y Gabriela Michetti en 2015 para la jefatura de gobierno porteña; o el enfrentamiento entre Diego Santilli y Facundo Manes en provincia de Buenos Aires el año pasado.
El otro espacio político que ha sacado provecho es el FIT. Después de divisiones internas, las PASO permitieron a sectores de izquierda competir internamente y aglutinar fuerzas. Sobre todo el PO y el PTS, las dos fuerzas principales del FIT. Incluso han tenido una práctica novedosa: los legisladores se turnan durante los mandatos según la cantidad de votos obtenidos en las primarias.
En cambio, el ecosistema kirchnerista ha recurrido pocas veces a unas PASO competitivas en elecciones de mucho peso. El más recordado es el de la provincia de Buenos Aires en 2015, cuando Aníbal Fernández derrotó a Julián Domínguez. Pero las acusaciones cruzadas desgastaron al espacio, que perdió en las generales.
"Tenemos algunos casos locales positivos, como en Moreno. Pero a nivel nacional hemos estado más asustados, porque salió mal en 2015. Pero no es culpa de las PASO", reconoce Juan Manuel Abal Medina. El ex jefe de gabinete durante el segundo mandato de Cristina Kirchner fue uno de los ideólogos del mecanismo que persiste hasta nuestros días.
Como balance, Abal Medina observa los puntos positivos y negativos. En principio, el primer objetivo cumplido fue "ordenar el sistema político, lo que lo hace más democrático. Generaron dos coaliciones que tienen visiones distintas del mundo, la gente vota un paquete de políticas públicas".

En segundo lugar, señala que "democratizar la competencia interna se cumplió parcialmente. En algunos casos se logró, pero en otros sigue en mano de las conducciones, de los que tienen los votos". Y en tercer lugar sopesa que el escenario polarizado al que colaboraron lleva complicaciones a la gobernabilidad. "Por un lado es provechoso porque ordena, pero por otro lado incentiva a que se extremen las posiciones. No hay competencia hacia el centro sino hacia los extremos", sostiene.
Sobre la reforma que trajo las PASO, realizada en 2010, Abal Medina recuerda que los responsables fueron "Cristina (Kirchner) en lo general, Florencio (Randazzo) en lo específico, yo en lo politólogico y Alejandro Tullio en lo jurídico".
En aquel momento, Tullio estaba a cargo de la Dirección Nacional Electoral, cargo que ocupó entre 2001 y 2015. De origen radical, hoy regresó a la militancia en Juntos por el Cambio y también hace un balance del sistema. "Pueden ser mejoradas, pero siguen siendo necesarias". Como puntos a favor, destaca que se unificó la forma en la que se llega a ser candidato, ya que antes convivían distintos sistemas: internas abiertas, cerradas o simple firma de apoderados. "Era una distorsión. Los distintos orígenes de las candidaturas hacían que hubiera una desigualdad de condiciones en las elecciones, ya que algunos candidatos habían sufrido un desgaste, incluso económico, en las internas", sostiene.
Por otro lado, rescata que existe una mayor "circulación de élites partidarias" y el surgimiento de "fuerzas políticas que no hubieran podido romper el techo de cristal. Y no solo por competencia interna, sino por la mera amenaza de que pueda existir una competencia".
El costo
Una de las críticas que se hace a las PASO es su costo. En algunas ocasiones parece más una excusa según la conveniencia política: sectores de Juntos por el Cambio que hoy defienden a las primarias planteaban su suspensión en 2019 con el argumento económico.
"Las PASO tienen un costo, claro. El tema si vale la pena que el Estado lo financie. Es una decisión política. Para mí, el gasto en democracia es un buen gasto. Algún liberal podrá pensar distinto", agrega Abal Medina.
En concreto, está previsto un gasto para 2023 de $55.247.453.341 para la ejecución de actos electorales. Así lo indica el proyecto de ley de presupuesto que Sergio Massa envío al Congreso. Pero allí están previstas tres elecciones: las PASO, las generales y el eventual ballotage. Igualmente, las tres no tienen el mismo costo, ya que la segunda vuelta suele ser bastante más económica por temas logísticos. Hay menos boletas y volúmenes que se trasladan.
Los especialistas señalan que la segunda vuelta ronda una cuarta parte del total presupuestado, y las primarias y las generales se reparten el resto. De esta forma, las PASO tienen un costo aproximado de $20.400 millones para el año que viene.
De cualquier modo, si fuera realmente una preocupación genuina el gasto en elecciones, se podría explorar la alternativa de la boleta única, que sí implica un fuerte recorte a la impresión y traslado de boletas. Y además tendría un impacto ecológico positivo. Sin embargo, esa iniciativa, que había recibido media sanción en Diputados, hoy parece naufragar en el Senado.
Argentina, un caso único
La experiencia internacional muestra que existen muchas posibilidades distintas en torno a la selección de candidatos. Las internas pueden ser abiertas o cerradas (solo votan afiliados), organizadas o no por el Estado, simultáneas (todos los partidos las realizan el mismo día), obligatorias u optativas (tanto para electores como para partidos). Incluso ni siquiera puede estar previsto en la ley la realización de primarias.
Abal Medina recuerda que se inspiraron en el caso uruguayo cuando crearon las PASO en el país. Sin embargo, existe una diferencia: en el país oriental los ciudadanos no están obligados a votar. El caso argentino no existe de igual manera en ningún otro país.
La politóloga argentina Flavia Freidenberg, investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México, publicó un trabajo en 2016 titulado "La reina de las reformas: las elecciones internas a las candidaturas presidenciales en América Latina", en el que compara la realidad de los países de la región en torno a cómo están previstas las primarias.
Al analizar los distintos diseños electorales, explica cuáles son los problemas detectados, entre los que incluye "la duración de la campaña, el gasto, la presión sobre la autonomía organizativa de los partidos, la fatiga electoral, los conflictos entre las diferentes fracciones internas, el incremento del clientelismo y las dificultades para conciliar el uso de las internas, y la generación de coaliciones intrapartidistas". Según su visión, los modelos que han resultado más exitosos son los que prevén internas cerradas, no obligatorias, simultáneas y organizadas y financiadas por el Estado.
El propio Tullio reconoce que el actual diseño argentino tiene oportunidades de mejora y que son "un exceso de injerencia estatal en la vida partidaria. Era necesario, pero hay que liberar de a poco". En este sentido, observa un detalle de la ciudad de Buenos Aires. Allí se eligen los candidatos a jefe de gobierno, pero no los vicejefes. El senador mendocino Alfredo Cornejo también pretende esa reforma: que se puedan elegir los candidatos a presidente y que luego se designen los candidatos a vice de cara a las generales.
En las provincias argentinas hay distintas realidades, aunque las PASO pierden terreno. Para los próximos comicios, San Juan las eliminó y retornó a la ley de lemas, un sistema que suele estar muy cuestionado. Salta decidió suspenderlas para 2023.
Además de la capital, están vigentes también en la provincia de Buenos Aires, Entre Ríos, Mendoza, Santa Fe, Catamarca y Chubut. En estas últimas dos provincias están cuestionadas y está en carpeta su suspensión. También existe un sistema de primarias en La Pampa. Pero allí no son obligatorias ni para los partidos ni para los electores.



