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"Hubo un tiempo que fue hermoso", cantaría la vieja banda de rock Sui Generis. Era cuando Mauricio Macriera el líder del espacio, y nadie en el PRO discutía en público (y muy poco en privado) lo que se decidía. Como secretario general del Gobierno, Marcos Peña ordenaba las aspiraciones personales e introducía en dosis homeopáticas a los que querían formar parte, siempre buscando que nadie cuestionara el rol de Macri.

Mientras, Horacio Rodríguez Larreta se ocupaba de la gestión general, María Eugenia Vidal de las políticas sociales y Gabriela Michetti le daba el necesario "perfil humano" al partido nacido después de la crisis del 2001.

Ese diseño tembló varias veces, pero se pudo sostener por años, hasta que se encontró con la realidad de la derrota en el 2019, algo impensado para el líder del PRO que, de repente, se dio cuenta que había confiado demasiado en su habilidad para "armar equipos". Para colmo vino la pandemia, y el protagonismo de quien estaba planificado sería su sucesor, el Jefe de Gobierno porteño. La estrella del ex presidente quedó opacada y hasta hubo dirigentes que hablaban de jubilarlo, algo que para Macri es imperdonable.

Franco Fafasuli

Así fue nació un tiempo de duras pruebas para el PRO, el partido que tiene más candidatos a presidente, gobernador y Jefe de Gobierno competitivos según las encuestas (superando largamente a sus socios radicales y al Frente de Todos), pero nadie con legitimidad para tramitar sus diferencias. Es que el propio ex presidente juega, más de una vez, para hacerla más complicada y se lo ve en su espacio como un chico con ese juguete que aprendió a disfrutar de grande: la política. El video con Bullrich retando de mal modo al jefe de Gabinete de la Ciudad, Felipe Miguel, se da en el siguiente contexto.


Con aval de Horacio Rodríguez Larreta, la UCR desafió a los "halcones" del PRO


Con una mojada de oreja de Patricia Bullrich a Rodríguez Larreta, la interna PRO quedó al rojo vivo

PRIMERA PELEA

La propuesta de que Patricia Bullrich sea presidenta del PRO nació en la Residencia de Olivos, cuando Macri todavía ocupaba la Casa Rosada, unos días antes del traspaso. Ella misma contó que se la llevó quien era presidente del partido por entonces, el senador por Misiones Humberto Schiavoni. Nadie se dio cuenta las repercusiones que esa decisión iba a tener hacia adentro de la interna, pero mientras todos se iban de vacaciones y a lamer las heridas de la derrota, la ex ministra de Seguridad se quedó manteniendo reuniones con dirigentes del PRO de todo el país y abriendo el partido para la nueva época que se venía. Tampoco Rodríguez Larreta se fue de vacaciones. Empezó a planificar su candidatura.

Desde ese momento la tensión entre Bullrich y el alcalde porteño sólo escaló. Y ahora está en su pico de tensión, con un agravante: no hay a la vista motivos para que alguno de los dos se baje de la disputa por la presidencia.

SEGUNDA PELEA. Llegó la pandemia y el Jefe de Gobierno de la Ciudad tuvo que priorizar la situación epidemiológica de la población, disponiendo su método de gestión para ayudar a la estrategia nacional e incluso a la provincia de Buenos Aires, ya que no podía poner un muro para proteger a los porteños. Cuando la gente empezó a reaccionar contra las medidas restrictivas, Bullrich lideró las protestas, provocándose la primera grieta entre ambos. De ahí, el ministro de Salud Fernán Quirós fue el blanco móvil de varios halcones amarillos. Ahora Rodríguez Larreta lo impulsa para la sucesión en la Ciudad, como contracara de Jorge Macri. Con venia de Bullrich, el primo de Mauricio también aspira a quedarse con la silla del alcalde. Choque en ciernes, entre Quirós y Jorge Macri. En paralelo, el radical Martín Lousteau también cuenta con cierto respaldo de Larreta, para malestar absoluto de Jorge Macri.

TERCERA PELEA. Cuando hubo que hacer las listas para las elecciones legislativas, Rodríguez Larreta fue quien tuvo la lapicera, y lo primero que decidió fue mudar a Diego Santilli a la provincia de Buenos Aires y a María Eugenia Vidal a la Ciudad. Desde lo político, fue una gran maniobra. Pero quienes quedaron afuera de la decisión salieron a protestar. Por ejemplo, Mauricio y Jorge Macri, Bullrich y Cristian Ritondo.

Las cosas finalmente se acomodaron. Juntos por el Cambio ganó y el Frente de Todos hizo una de las peores elecciones en la historia del peronismo. Pero en el bunker de la coalición opositora había mal humor, por el crecimiento libertario tanto en Ciudad como en Provincia, una responsabilidad que sus enemigos internos pusieron bajo la espalda de Larreta.

CUARTA PELEA. Todos tienen sus razones. A Macri le preocupó el fuerte vínculo entre Rodríguez Larreta y el radical Martín Lousteau, que podía "sacarle al PRO" el territorio donde el partido nació políticamente, y acordó con su primo, Jorge Macri, que lo respaldaría si se pasaba a la Ciudad. En este caso, fue el intendente de Vicente López el que se cruzó de distrito y hoy asegura que lidera la intención de voto en CABA. Según una encuesta de Isonomía sobre preferencias electorales, el primo Macri alcanzó 22%, seguido por Javier Milei y Lousteau (ambos con 16%). En las oficinas del Senador radical, sin embargo, aseguran que "Martín mide entre 20 y 25% de intención de voto históricamente, pero nos parece que el escenario cambió desde el sábado (con el acto de la UCR en Costa Salguero), porque no es lo mismo ser candidato de Juntos por el Cambio que de la UCR, así que números nuevos no tenemos".

QUINTA PELEA. Si en CABA hay problemas, las discusiones en el PRO por la Provincia de Buenos Aires no son menores. Con respaldo de Mauricio, Cristian Ritondo salió a disputarle más fuerte a Santilli. Ambos son viejos amigos y encontrarán solos la forma de acordar, pero luego Macri sumó a Vidal -aliada de Ritondo- como otra candidata a presidenta, empoderándolo más aún frente a Santilli. La disputa se refleja a diario en reuniones de respaldo para un lado y para el otro, a la que cada tanto se suman el ex intendente de San Miguel, Joaquín De la Torre, y el intendente de Capitán Sarmiento, Javier Iguacel.


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Estas discusiones son solo una muestra. Desde Córdoba hasta Santa Cruz, desde Santa Fe hasta San Juan, son innumerables las disputas por el poder interno en el PRO. Solo evitan que el agua no llegue al río en los distritos donde el PRO es competitivo y está en condiciones de ganar las elecciones como son el caso de Entre Ríos (Rogelio Frigerio), Chubut (Ignacio Torres) y La Pampa (Martín Maqueyra). Ahí, son los tres líderes del espacio en forma local los que moderan las discusiones y se respaldan en las fortalezas de cada uno.

Porque el problema en el PRO es que Bullrich y Rodríguez Larreta son muy distintos, pero también complementarios. Los dos luchan por el mismo lugar, aunque podrían complementarse. Algunos creen que incentivados por Mauricio, quien no termina de definir si nuevamente se postulará, o no. Mientras tanto, no pueden evitar pelearse, como los gatos. Un dirigente retirado, muy conocido y amigo de Macri, le dijo a El Cronista: "es que se están reproduciendo".