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El lenguaje no verbal dice mucho más de lo que las palabras pueden expresar. Cada movimiento o tono de voz puede revelar emociones ocultas, inseguridades o intenciones que no siempre se verbalizan. La forma en que una persona se sienta, cómo mueve las manos o incluso cómo usa el silencio puede ofrecer pistas profundas sobre su estado emocional.

Dentro de este amplio abanico de señales, una de las más llamativas es cuando alguien evita mirar a los ojos al hablar.

Este comportamiento genera curiosidad y, muchas veces, interpretaciones erróneas: ¿está nervioso, incómodo o mintiendo? La psicología ha estudiado durante años este gesto, y sus conclusiones distan mucho de los prejuicios comunes.

¿Una persona evita mirarlo al hablar? Esta es la razón

En muchos casos la ansiedad social explica por qué una persona aparta la vista. Estudios clínicos muestran que el miedo al juicio y la tensión corporal llevan a evitar el contacto ocular como mecanismo de seguridad.

Además, otras causas comunes que se mencionan son la sobrecarga cognitiva al hablar, experiencias tempranas de vergüenza o trauma, y ciertas condiciones neuropsiquiátricas que afectan el procesamiento de la mirada. La Asociación Americana de Psicología (APA) y trabajos académicos remarcan la diversidad de orígenes.

¿La persona miente? Lo que dicen los estudios

No hay prueba científica que haga de la mirada esquiva una señal fiable de mentira. Revisiones teóricas muestran que las señales oculares son ambiguas y dependen de la interpretación del observador.

Investigaciones experimentales incluso registran casos en que quien engaña aumenta el contacto visual para parecer convincente. Por eso, usar la mirada como detector de engaño tiene alto margen de error.

Cómo leerlo y qué hacer cuando pasa

Antes de sacar conclusiones, es importante que la persona revise el contexto. Preguntar con calma, ofrecer espacio y adoptar la empatía y la curiosidad puede evitar malentendidos y mejorar la comunicación interpersonal.

Si la evitación ocular es persistente y limita la vida social o laboral, puede ser un signo de un problema tratable. Intervenciones como la terapia cognitivo-conductual y ejercicios de exposición suelen ayudar a reducir conductas de evitación.