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Un equipo internacional de investigadores logró confirmar las enfermedades diezmaron al ejército de Napoleón durante su retirada de Rusia en 1812. Estos problemas terminaron con la campaña napoleónica por conquistar la totalidad de Europa.

El hallazgo, publicado en bioRxiv, cuestiona la creencia de que el tifus epidémico fue la principal causa de muerte. Los análisis demostraron que enfermedades sí fueron responsables de gran parte de las pérdidas humanas.

Encuentran las enfermedades que derrotaron a Napoleón en Rusia

Gracias a la secuenciación genética avanzada de ADN extraído de los dientes de 13 soldados enterrados en una fosa común en Vilna, Lituania, se identificaron las dos enfermedades que diezmaron al ejército de Napoleón en Rusia.

Cuatro de los cuerpos tenían Salmonella enterica Paratyphi C, causante de la fiebre paratifoidea, y dos presentaban Borrelia recurrentis, responsable de la fiebre recurrente transmitida por piojos. No se hallaron rastros de Rickettsia prowazekii ni Bartonella quintana. Esto descartó la presencia antes expuesta de tifus y fiebre de las trincheras.

El infierno helado que devoró a la Grande Armée

La invasión de Rusia comenzó en junio de 1812 con unos 600.000 soldados, pero las esperanzas de una victoria rápida se desmoronaron. Los comandantes rusos Kutúzov y Barclay de Tolly evitaron combates directos, se internaron en su territorio y destruyeron recursos para forzar el desgaste enemigo.

Cuando Napoleón llegó a Moscú en septiembre, la ciudad estaba vacía y en llamas. Sin acuerdo de paz con el zar Alejandro I y con el invierno encima, la retirada fue inevitable.

Esa retirada se convirtió en una pesadilla. Acosados por tropas rusas, cosacos y milicianos, los soldados marchaban famélicos y con congelaciones en medio de un clima extremo. Las condiciones insalubres favorecieron la propagación de enfermedades.

El arma invisible que cambió la historia de Europa

La fiebre recurrente, transmitida por piojos en uniformes sucios, agravó el cuadro de sufrimiento, causando episodios repetidos de fiebre alta, dolores musculares y agotamiento extremo.

Aunque ninguna de estas enfermedades era siempre mortal, su combinación con hambre, frío e infecciones de guerra resultó devastadora. El análisis de los restos mostró que la mayoría murió por enfermedad, frío y desnutrición, no por heridas de combate.