La ciencia acaba de dar un giro inesperado: expertos revelaron que la Luna tiene un núcleo oculto, denso y metálico, cuya composición y estructura no solo desafían lo que se creía hasta ahora, sino que obligan a reinterpretar cómo se formó el sistema solar.
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Los resultados, obtenidos a partir de simulaciones de alta precisión y datos recientes de misiones espaciales, confirman que el satélite natural de la Tierra comparte más similitudes con nuestro planeta de lo que se pensaba.
El descubrimiento fue presentado por un equipo internacional de investigadores que analizó información geofísica y térmica recopilada por agencias como la NASA y la ESA. La conclusión es contundente: la Luna tiene un núcleo interno sólido rodeado por una capa fluida, muy similar a la estructura interna de la Tierra.
El núcleo oculto de la Luna: composición y tamaño sorprendentes
De acuerdo con el estudio, el núcleo interno de la Luna tiene un radio aproximado de 258 kilómetros y está compuesto principalmente por hierro cristalizado, mientras que su capa externa fluida se extiende unos 362 kilómetros más. En conjunto, estas capas representan cerca del 15% del radio total del satélite, un porcentaje que confirma que su interior es mucho más complejo de lo que se creía.
Este modelo no solo resuelve décadas de especulaciones sobre la densidad y el peso lunar, sino que también refuerza una teoría que gana fuerza entre los científicos: la Luna habría nacido a partir del choque entre la Tierra primitiva y otro cuerpo celeste del tamaño de Marte, conocido como Theia.
Por qué este descubrimiento cambia la historia del sistema solar
El hallazgo tiene implicaciones mucho más profundas que la simple descripción geológica del satélite. Saber qué hay en el interior de la Luna ayuda a entender cómo se originaron los campos magnéticos, la evolución térmica y, en última instancia, la dinámica de los planetas del sistema solar.
Durante los primeros mil millones de años, la actividad interna del núcleo lunar habría generado corrientes eléctricas intensas, capaces de crear un campo magnético similar al terrestre. Sin embargo, a medida que el núcleo se enfrió, esa energía desapareció, dejando a la Luna sin su escudo magnético y exponiéndola a la radiación espacial.
Los investigadores sostienen que este proceso fue determinante para comprender por qué la Luna perdió su actividad geológica, mientras la Tierra mantuvo su magnetismo y vida activa.
La Luna y la Tierra: más parecidas de lo que se pensaba
Con esta nueva información, la comunidad científica reafirma que el satélite terrestre no es un cuerpo frío e inerte, sino un testimonio vivo de los procesos que moldearon nuestro planeta. Su estructura interna, casi un espejo de la Tierra, ofrece pistas sobre cómo se formaron los núcleos metálicos en el resto de los planetas rocosos.
"Cada capa de la Luna cuenta una parte de nuestra propia historia cósmica", aseguraron los investigadores, quienes ya proyectan nuevas misiones para estudiar con mayor detalle su composición y temperatura interna.
Qué sigue para la exploración lunar
Este avance reaviva el interés por futuras misiones espaciales. La NASA, junto a la Agencia Espacial Europea y otros organismos, planea enviar sondas y módulos de perforación para confirmar en terreno la naturaleza del núcleo sólido. La misión Artemis, que busca llevar nuevamente humanos a la superficie lunar, será clave para recopilar muestras que permitan verificar los modelos actuales.