Los avances en interfaces cerebro-computadora prometían revolucionar la vida de personas con parálisis. Y durante un tiempo, eso parecía cumplirse. El primer voluntario en recibir el chip de Neuralink -la empresa creada por Elon Musk-, Noland Arbaugh, había logrado controlar su computador con la mente. Jugaba al ajedrez, navegaba por internet y escribía sin mover un solo músculo. Pero esa promesa tecnológica acaba de enfrentarse a su primera gran barrera.
A más de un año de la cirugía, Neuralink confirmó que el dispositivo implantado comenzó a fallar. El 85 % de los electrodos del chip se desprendieron del cráneo de Arbaugh, lo que provocó la pérdida de control mental sobre el computador. Aunque la empresa intentó restaurar parte del funcionamiento, los problemas persisten y las implicaciones son profundas.
El error que sacó a Elon Musk de su fantasía cyborg
El paciente, paralizado desde 2016, había recuperado autonomía gracias al chip: jugaba videojuegos, navegaba la web y volvía a comunicarse con fluidez. Sin embargo, poco más de un mes después del implante, la conexión se debilitó. Los electrodos, cables ultrafinos que deben mantenerse firmes en el cerebro, se soltaron debido a una cicatrización más lenta de lo esperado.
Esto no solo interrumpió el enlace mental con el computador, sino que expuso los límites biológicos de la tecnología de Neuralink. Según explicaron desde la empresa, no hubo un fallo eléctrico; fue el cuerpo humano el que desafió el plan original. La realidad médica, una vez más, le marcó un alto a la ambición tecnológica.
Pese a que en el pasado Musk había remarcado que "el progreso es bueno" y festejó en su momento los primeros 100 días del implante, esta nueva falla le envía una advertencia clara sobre los límites actuales de su ambición tecnológica
A pesar del golpe, Arbaugh mantiene una postura firme: quiere seguir participando del experimento y aportar a futuras mejoras. "Si todo salía bien, podía ayudar. Si ocurría algo terrible, aprenderían de ello", dijo con convicción.
El impacto en la vida del paciente y la lección para el futuro
Con la falla del chip, Arbaugh volvió a experimentar la dependencia total que tanto deseaba superar. La pérdida de control cerebral sobre el ordenador lo forzó a retomar una vida asistida, sin privacidad ni autonomía. Lo describió como "un aprendizaje brutal".
Neuralink logró reestablecer parcialmente el sistema mediante actualizaciones de software, pero los problemas estructurales del implante persisten. Esta situación encendió alarmas sobre la viabilidad real de las interfaces cerebro-máquina, en especial cuando deben adaptarse a los entornos biológicos complejos y variables.
Los ingenieros aseguran que el dispositivo se mantendrá en el cuerpo del paciente durante cinco o seis años, bajo controles constantes. El objetivo es seguir aprendiendo de cada error, incluso si eso implica volver al punto de partida.
Qué es exactamente el chip y cómo fue implantado
El chip de Neuralink tiene 23 mm de diámetro, 8 mm de grosor y cuenta con 1024 electrodos distribuidos en hilos extremadamente finos. Un robot quirúrgico se encargó de insertarlos en zonas específicas del cerebro a razón de seis por minuto.
La idea era que el dispositivo captara las señales neuronales que se activan al pensar en mover una parte del cuerpo. Luego, una inteligencia artificial procesaría esas señales para controlar interfaces digitales.
Durante semanas, el experimento funcionó: Arbaugh podía escribir, seleccionar íconos y jugar videojuegos sin mover su cuerpo. Sin embargo, la historia dio un giro que todavía deja muchas preguntas abiertas sobre la sostenibilidad y el impacto real de este tipo de tecnología en humanos. La historia sigue abierta.