Cómo recorrer Budapest a través de sus extraordinarios museos

A orillas del Danubio, la capital de Hungría es una amalgama de ofertas culturales y artísticas que se destaca sobre otras ciudades en el Este de Europa

Ciudad encantadora, una de las más bellas del mundo. Ubicada a orillas del Danubio que separa Budda de Pest y están conectadas por siete puentes. Su Art Noveau es extraordinario. Uno de los mejores ejemplos es el Palacio que fuera construido en 1907 y que desde hace nueve años es el hotel Four Seasons, que debe ser uno de los mejores del mundo, ubicado frente al puente de las cadenas, teniendo enfrente el Palacio Real donde se encuentra el Museo de Arte con la historia de la pintura de Hungría.
El primer paso de nuestra recorrida, que no suele estar en las guías turísticas y de museos, es la Fundación de Gabor Kovacs, un joven banquero húngaro que formó una fabulosa colección de arte magliar en tan sólo 22 años, y la exhibe en un bellísimo palacio en la principal avenida de la ciudad Andrassy 112. Comienza la recorrida con un bodegón con animales de Jacob Bogdani, y continúa con tres centenares de pinturas llegando al Caravaggio húngaro, el inigualable Tibor Czernus.
Es grande la influencia del arte francés, tanto en el austríaco como en el húngaro. En el Siglo XIX ha sido la Escuela de Barbizon la que ha marcado a los artistas y también a los fauvistas en comienzos del Siglo XX, siendo Sandor Ziffer uno de los mejores exponentes de esta corriente que duró tan sólo dos años (1905-1906), dejándonos los mejores trabajos de Derain, Vlaminck, Braque y Matisse. La Fundación Kogart también se ha preocupado por reunir los trabajos de aquel que Picasso considerara el mejor dibujante del mundo; Lajos Szalay (1909-1995), un genial húngaro que tuvimos la suerte que viviera 14 años en la Argentina.
Caminamos tres cuadras y nos encontramos con la Plaza de los Héroes y el magnífico edificio del Museo de Bellas Artes. Estupenda construcción que tiene un gran ritmo expositivo y obras de calidad únicas. También hay exposiciones como del tortuoso y tempranamente fallecido Egon Shiele (1890-1918). En el Museo hay una colección fabulosa de obras de El Greco, destacándose La Magdalena Penitente. También un bellísimo Rafael Sanzio, con una Virgen y dos niños. Esta iconografía de Da Vinci y del Renacimiento esconde varios misterios. Eran artistas muy estudiosos y realizaban sus obras cargadas de signos. Había una teoría en la época que hablaba de dos niños Jesús, uno nacido en Nazareth y otro en Belén. Por eso representaban siempre a dos niños. Ante objeciones de los que les encargaban las obras agregaban una piel de cordero y una cruz en uno de ellos, pasando el mismo a tener la iconografía de San Juan Bautista, el primo de Jesús. Hay también obras del numero uno, Diego de Velásquez; alguna Virgen de Zurbarán; un Sebastiano del Biombo y un autorretrato de Durero, además de obras impresionistas.
De ahí debemos partir al Museo de Arte en una de las colinas de Budda, el Palacio Real. Es curioso el nombre, ya que nunca vivió un Rey y además la primera parte de la construcción tiene 500 años y la continuación, luego de la destrucción, es de hace 150 años. Y el interior es de 1950 y realmente no es muy lindo y no permite el correcto lucimiento de las fabulosas obras de arte magliar que se exhiben. También hay importantes exposiciones como la actual de Impresionismo, con obras muy poco vistas que provienen del Museo de Jerusalén. Con increíbles obras de Pisarro; Montet; Renoir. Un montaje lindo y muy instructivo que demuestra que este movimiento, que tiene 140 años, es el más seductor de todas las escuelas pictóricas. Mis húngaros preferidos están muy bien representados como Mihály Munkácsy, pintor intimista y de calidad extraordinaria que recuerda a los mejores trabajos de Mariano Fortuny, Karoly Ferency y a los de uno de los mejores retratistas del Siglo XX, el sublime Philip de Lázló, de quien pueden ver dos lindísimos retratos en la Sala Hirsch del Museo Nacional. Son retratos de Alfredo Hirsch y su señora. Junto con Zorn y Boldini pueden ser considerados los Holbein del Siglo XX.
Para reponerse de tanto arte, lo mejor es tomarse una sopa Goulasch y consumirla mojando un rico pan.
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