Sin el cepo y sin default, quedan los desafíos de la inflación y el empleo

El 24 de diciembre de 2001 la Argentina se preparaba para una de sus navidades más tristes. Acababa de renunciar Fernando De la Rúa y la represión policial en las calles ya había dejado tres decenas de muertos. Ese día, Adolfo Rodríguez Saá se encaramó en el poder para declarar formalmente la cesación de pagos. Nunca el país había caído voluntariamente en default. El Parlamento celebró el descenso al peor de los infiernos financieros. Se cantó la marcha peronista y el entonces presidente gritaba eufórico. "Vamos a tomar el toro por las astas, vamos a hablar de la deuda externa", señaló en mangas de camisa. Pasaron 15 años, cuatro presidentes y varias contramarchas para que ayer se anunciara el acuerdo que le pondrá fin a la saga del default.

Mauricio Macri hará el anuncio unos minutos después del mediodía. Y será en el mismo Congreso donde presidirá su primera Asamblea Legislativa. El fin del default es una instancia necesaria pero no suficiente para sacar a la Argentina del escenario de recesión con inflación y déficit fiscal que arrastra desde hace tres años. Junto con la desarticulación del cepo cambiario son las dos medidas más impactantes del arranque del nuevo gobierno pero el desafío central de la economía sigue estando en frenar la suba de precios, los acuerdos salariales y la reactivación del empleo, estancado desde hace un lustro.

La salida del default no es el mérito de un solo gobierno. El primer kirchnerismo canceló la deuda con el Fondo Monetario y llevó adelante los canjes con acreedores de 2005 y 2010. Y la segunda gestión de Cristina saldó la cuenta con el Club de París. Podrán discutirse los métodos y las formas de pago pero la estrategia del desendeudamiento sufrió pocas modificaciones y marchó casi siempre en forma correcta. Sólo el empecinamiento de la ex presidenta y la escasa lucidez de sus ministros nos llevaron a una derrota judicial en EE.UU. y al default técnico cuando se dejó de negociar con el 7% de los acreedores más hostiles. Pero ese error comenzó a corregirse ayer. Ahora viene lo más difícil. Recomponer la economía real y golpear el frasco para que vuelva el crecimiento y alcance a más argentinos. Hace tiempo que se sabe que la teoría del derrame no funciona en países indómitos como la Argentina.

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