El riesgo de tomar otra vez el atajo de la batalla cultural

Hay que dejar algo en claro. La posibilidad de que la Argentina pueda quedar en situación de default este semana no es un dilema ideológico. Ni una cuestión patriótica. Y tampoco se trata de la última conspiración internacional contra nuestro país como intenta mostrarlo el Gobierno. La alternativa de quedar nuevamente en cesación de pagos es el producto de un error que el kirchnerismo fue arrastrando durante las gestiones de Néstor y Cristina Kirchner. La falla fue ignorar a ese 7% de acreedores que no aceptó entrar a los canjes de nuestra deuda impaga que se efectuaron en 2005 y 2010, y denostar al juez Thomas Griesa en cuyo juzgado nos denunciaron. Lo insólito es que esta amenaza financiera con aristas dramáticas forma parte de una de las materias más logradas de la década K: el proceso de desendeudamiento, que había llevado el riesgo país a niveles mínimos desde la restauración democrática de 1983.

Entonces, por qué la Presidenta se empecina en plantear una solución de carácter político a una dificultad legal y financiera? La respuesta es la tendencia de Cristina, al igual que la de muchos integrantes de su generación provenientes del peronismo pero también de otros partidos opositores, a enamorarse de las soluciones épicas que prometen resultados insuperables en el corto plazo. Una simple mirada a la historia de los países le permitiría al Gobierno comprender que los atajos políticos nunca fueron suficientes para resolver los problemas económicos graves.

Pero esa ha sido la hipótesis de trabajo preferida por el actual ministro de Economía, Axel Kicillof, en tres aspectos malogrados: el cepo al dólar; la expropiación de las acciones de Repsol en YPF y el pago de la deuda con el Club de París. Todos fueron concebidos como batallas culturales. Pero el cepo terminó transformando en recesión un extenso período de crecimiento con alto consumo interno. Y, tanto a Repsol como a los acreedores de París, se les terminó pagando en plazos y a tasas de interés muy desventajosas para la Argentina.

Como bien lo explica en su columna de hoy Luis Majul, Cristina y Kicillof se están tentando con encuestas que le muestran números supuestamente favorables a no pagarle a los acreedores favorecidos por el fallo del juez Griesa. Pero esos sondeos sólo plantean el dilema de ceder ante los fondos buitres sin advertir sobre el impacto que el default podría tener sobre la economía real de los argentinos. Si las pregunta fueran ¿quiere usted que la recesión se profundice?, ¿qué la inflación siga deprimiendo su salario?, ¿que aumenten el desempleo y las chances de adquirir una vivienda, un auto o tomarse unas vacaciones cada año?, seguramente las respuestas indicarían algo muy diferente a lo que hoy encandila a los funcionarios.

No hay victoria posible en la decisión que debe tomar la Presidenta. La negociación más exitosa que nos aleje del default dará lugar a una economía más recesiva y más deficitaria que la que tenemos. Un camino tortuoso pero al menos previsible. Pero si la opción es el default (clásico, táctico o como quieran bautizarlo), las consecuencias se irán aún peores porque volverán a ubicar a la Argentina en un club que nos llevó a triplicar los niveles de pobreza: el club de los países que no respetan sus compromisos.

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