Pisó el freno a tiempo y confirmó que analiza seriamente ser candidata en las presidenciales de 2015. Tal vez demoró demasiado una decisión simple que ya había adoptado en el pasado (aliviar los aguinaldos del abuso del impuesto a los sueldos medios), y finalmente tuvo que ceder a lo que no le gusta: que le tuerzan el brazo ante una presión política que no sólo daba inmenso aire a la oposición, también se agrandaba entre dirigentes sindicales allegados, intendentes y gobernadores aliados.

Va en serio lo de Cristina candidata. A diputada, a mercodiputada, a gobernadora, a lo que sea. Cristina eterna. Y parece que el primer acto de campaña fue ayer en el cierre de la cumbre de la UIA. El próximo evento, la plaza del Sí en Plaza de Mayo el 13 de diciembre, celebración que debería haberse organizado el 10 en honor a la democracia, pero que fue gentilmente postergada a favor de la parcialidad riverplatense, que en una semana define la final de la Copa Sudamericana. Un acto puramente cristinista, con el sello de La Cámpora y Unidos y Organizados, que también tiene por destinatario a Daniel Scioli, como para clarificar quién es la jefa y quién la candidata del espacio. Se ponía en riesgo esa celebración, con todo el país rumiando por la angurria oficial con el impuesto a los sueldos.

Pierde por primera vez en su vertiginoso ascenso el frenético ministro Axel Kicllof, el duro que le aconsejaba a Cristina no aflojar con los aguinaldos para evitar presiones al dólar y a la inflación, promotor de las ideas que enervan a la gente y que repite por las mañanas el jefe de Gabinete, como la explicación ideológica del impuesto a los sueldos, o su carácter solidario; mientras el Gobierno no para de recaudar, aplica una inflación inaceptable y aparece todos los días en la tapa de los diarios por despilfarros y desvíos interesados con el gasto público; no precisamente la construcción de rutas, escuelas u hospitales.

La pregunta ahora es si Cristina será tan pragmática con los holdouts y el default; como finalmente lo fue con los aguinaldos. Porque el proyecto de Cristina eterna sigue necesitando que la economía se arregle. Y la correcta y justa determinación que se anunció ayer puede no alcanzar para resolver los problemas de siempre: la inflación por creciente déficit fiscal con emisión y la recesión por falta de dólares para importar y consumir.

Lo de los aguinaldos descomprime, alivia, puede sumar a la fiesta de consumo en pesos que se anticipa para diciembre. Serán, a lo sumo, unos $ 500 millones extra en el bolsillo de los trabajadores registrados. Un tercio del gasto de Fútbol para Todos, diez veces menos que el déficit anual de Aerolíneas.

Entretanto el mundo económico observa interesadamente la tensión entre el Poder Judicial y el Gobierno. Los empresarios del G6 confían que ahora los jueces, fastidiados con Cristina, sean más permeables a sus objeciones en la ley de abastecimiento. Y también los banqueros y hombres del mundo financiero que preparan denuncias penales, algunas ya se presentaron, contra los funcionarios que los tienen amenazados con clausuras, investigaciones, amenazas y escraches por supuestas cuentas no declaradas en el exterior. De hecho ha sido la Justicia la que frenó el apriete que inició el Gobierno con la difusión de supuestos evasores, a los que ahora se los amenaza con que serán perseguidos como delincuentes, por no haber blanqeado sus ahorros.

Si se aprueba el nuevo Código Procesal Penal que acelera el Gobierno en el Congreso, el artículo 213 permite a los fiscales iniciar investigaciones por causas genéricas sin que exista un hecho concreto para que se inicie el proceso, tal como lo garantiza la Constitución. Con esa herramienta se podrían abrir investigaciones ante una denuncia general por conspiración, terrorismo económico o supuesta evasión generalizada, fuga de divisas y lavado de dinero.

No parece el mejor clima para salir del default. Acaso pedirán a los banqueros, a quienes amenazan con procesos judiciales que les organicen las futuras colocaciones de bonos. Como quiera que sea, las cosas parecen haber cambiado en los últimos 15 días. Hasta principios de enero, Kicillof en privado y buena parte de los ministros más el entorno de Daniel Scioli aseguraban que enero se arreglaba todo. Ahora empezaron a decir que no se arregla nada, y que alcanza para llegar al final del mandato con los préstamos de China y los supuestos dólares que ingresarían las telefónicas, la próxima cosecha o los recursos petroleros. Todo en jaque, hoy, por el derrumbe internacional de los precios de las commodities.