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La oscuridad de la noche trae consigo una quietud particular. Mientras la ciudad duerme, el silencio puede volverse abrumador para quienes, de repente, abren los ojos. La calma de la madrugada se rompe por un estado de alerta inexplicable, donde la mente parece encenderse en el momento menos oportuno, dejando una sensación de vulnerabilidad e inquietud.
Este despertar abrupto no solo interrumpe el descanso físico, sino que también abre la puerta a un torbellino de preocupaciones. Los problemas que parecían manejables durante el día adquieren proporciones gigantescas en la soledad de la noche. La mente queda atrapada en un bucle de “qué pasaría si”, y la ansiedad se instala, haciendo que volver a conciliar el sueño parezca una tarea imposible.

La ‘Hora del Lobo’: la ciencia detrás de la ansiedad de madrugada
Este fenómeno es conocido popularmente como la “Hora del Lobo” (del alemán Wolfsstunde). Se refiere específicamente al período entre las 3:00 a.m. y las 5:00 a.m. en el que muchas personas experimentan un despertar repentino, casi siempre acompañado de un estado de alerta, ansiedad y una avalancha de pensamientos negativos o rumiaciones. No es una simple interrupción del sueño; es un despertar cargado de angustia donde los miedos más profundos parecen tomar el control.
La explicación biológica es clave. Durante esta franja horaria, el cuerpo humano está en una transición hormonal compleja. Los niveles de melatonina, la hormona del sueño, comienzan a descender, mientras que los niveles de cortisol, la principal hormona del estrés, empiezan a aumentar preparándose para el día.
Según estudios sobre el ritmo circadiano, este desequilibrio temporal nos deja en un estado vulnerable: estamos menos sedados por la melatonina, pero más activados por el cortisol, creando el caldo de cultivo perfecto para la ansiedad.
A esto se suma que, durante las últimas fases del sueño (especialmente el sueño REM, más común en la segunda mitad de la noche), la actividad cerebral es intensa. Sin embargo, la corteza prefrontal, la parte del cerebro responsable del pensamiento racional, la toma de decisiones y la regulación emocional, se encuentra parcialmente “desconectada” o menos activa.
Como explica Greg Murray, profesor de psicología en la Universidad de Swinburne en Australia, esto significa que despertamos con una capacidad reducida para gestionar racionalmente esas preocupaciones, permitiendo que las emociones negativas, procesadas por la amígdala (el centro del miedo), dominen la escena.
Históricamente, algunos expertos sugieren que este despertar podría tener raíces evolutivas, un mecanismo de vigilancia ancestral para protegerse de depredadores en el momento de mayor vulnerabilidad. Hoy, esos “depredadores” son las deudas, los problemas laborales o las preocupaciones familiares.
Además, factores modernos como el estrés crónico que vive la población en Colombia, la exposición a la luz azul del móvil antes de dormir y los horarios de sueño irregulares exacerban este patrón de “sueño bifásico” no deseado, haciendo que el cerebro interprete cualquier señal de estrés como una amenaza inmediata en plena madrugada.
¿Qué hacer (y qué no hacer) si me despierto en la ‘Hora del Lobo’?
La regla de oro, según los expertos en sueño, es no entrar en pánico y, sobre todo, no mirar el celular. La luz azul del dispositivo suprime aún más la melatonina y la simple acción de ver la hora (ej. “¡solo son las 3:30 a.m.!”) puede disparar la ansiedad sobre el tiempo de sueño perdido.
Quedarse en la cama dando vueltas y rumiando por más de 15 o 20 minutos también es contraproducente, ya que el cerebro empieza a asociar la cama con un lugar de estrés y no de descanso.
Si no puede volver a dormir, la recomendación de la Terapia Cognitivo-Conductual para el Insomnio (TCC-I) es clara: levántese de la cama. El objetivo es romper el ciclo de rumiación. Pruebe estas técnicas:
- Cambie de ambiente: vaya a otra habitación con luz muy tenue (luz cálida, nunca blanca o azul).
- Actividad relajante: lea un libro físico (nada de pantallas) o escuche música instrumental suave o un podcast de relajación.
- Técnicas de respiración: practique la respiración diafragmática o el método 4-7-8 (inhalar en 4, sostener en 7, exhalar en 8) para activar el sistema nervioso parasimpático (el de la relajación).
- Evite la cocina: no coma ni beba, ya que esto puede activar el sistema digestivo y enviar señales confusas al cerebro sobre la hora de despertar.
Para prevenir estos episodios, la clave está en la “higiene del sueño” durante el día. Esto incluye mantener horarios fijos para acostarse y levantarse (incluso los fines de semana), asegurarse de recibir luz solar en la mañana para regular el ritmo circadiano, hacer ejercicio regularmente (pero no justo antes de dormir) y crear un ritual de relajación una hora antes de acostarse para reducir los niveles de cortisol antes de entrar a la cama.

El ‘sueño bifásico’: ¿estábamos diseñados para dormir de corrido?
Curiosamente, la idea de dormir ocho horas de corrido es un concepto relativamente moderno. El historiador Roger Ekirch, en su libro At Day’s Close: Night in Times Past, argumenta que los humanos preindustriales practicaban el “sueño bifásico”. Se acostaban al anochecer, dormían unas cuatro horas (el “primer sueño”), luego se despertaban durante una o dos horas en mitad de la noche.
Este interludio, que coincide con la ‘Hora del Lobo’, no se vivía con ansiedad, sino que se usaba para reflexionar, rezar, tener intimidad o incluso visitar vecinos. Tras esa vigilia tranquila, volvían a la cama para un “segundo sueño” de unas cuatro horas. Fue la llegada de la iluminación artificial y la Revolución Industrial, que exigía jornadas laborales consolidadas, lo que nos empujó al “sueño monofásico”.
Este contexto histórico sugiere que despertarse en la madrugada no es inherentemente patológico, sino una reliquia biológica. La diferencia es que hoy, en lugar de aceptarlo como un tiempo de calma, nuestra cultura de la productividad y el estrés lo han convertido en la angustiante ‘Hora del Lobo’.










