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Arqueólogos en el suroeste de Kenia descubrieron pruebas de que los primeros homínidos transportaban piedras a largas distancias hace 2,6 millones de años. Este hallazgo cambia la historia conocida sobre el uso de herramientas en la historia humana, al adelantar cientos de miles de años la cronología.

Según la revista Science Advances, los fabricantes de la tradición Olduvayense no solo producían utensilios, sino que también trasladaban materias primas hasta 13 kilómetros. Esta evidencia cambia lo que se sabía sobre la capacidad de planificación de los homínidos.

El descubrimiento en Nyayanga

El hallazgo proviene de Nyayanga, un sitio en la península de Homa, junto al lago Victoria. Allí se encontraron cientos de herramientas de piedra junto a restos de hipopótamos procesados por los antiguos habitantes.

Los científicos destacan que el transporte de piedras fue la verdadera innovación de esta tradición tecnológica. Según Rick Potts, del Smithsonian, esta práctica formaba parte integral del comportamiento de los primeros fabricantes de herramientas.

La importancia del transporte de piedra

Los utensilios Olduvayenses permitieron cortar carne, procesar plantas y trabajar la madera desde hace tres millones de años. Sin embargo, los materiales locales eran demasiado blandos, lo que obligaba a traer rocas volcánicas y metamórficas desde kilómetros de distancia.

Este comportamiento revela habilidades cognitivas como la planificación anticipada y el mapeo mental. Aunque otros animales trasladan piedras en distancias cortas, Nyayanga representa la evidencia más antigua de un transporte sistemático a gran escala.

Quiénes fueron los fabricantes

Los investigadores no han podido identificar con certeza a los autores de las herramientas. Entre los restos hallados aparecieron dientes de Paranthropus, aunque también se plantea la participación de los primeros miembros del género Homo.

El profesor Thomas Plummer explicó que los homínidos usaban estas herramientas para cortar, triturar y procesar diversos recursos. Esto demuestra que, incluso en etapas tempranas, la tecnología fue clave para la adaptación de las primeras comunidades humanas.