

El peso argentino tuvo una vida tumultuosa. En la década de 1980, fue derrocado temporalmente por una nueva divisa, llamada "austral". Un matrimonio pactado con el dólar en 1991 produjo algunos años de dicha pero terminó en un divorcio ruinoso. Más recientemente, el peso sufrió la humillación de ser calificado como la moneda de peor desempeño en los mercados emergentes.
Ahora, un economista argentino que se postula a la presidencia propone acabar de una vez y para siempre con las penurias de la divisa. Javier Milei, quien también es diputado, afirma que, para terminar con la inflación de tres dígitos, el país tiene que adoptar formalmente el dólar. "El peso se derrite como hielo en el desierto del Sahara", le gusta decir, aludiendo a la rápida devaluación de la moneda, que sólo en el último año perdió la mitad de su valor frente al dólar.
Si Milei gana en octubre y cumple con su promesa, la Argentina se convertirá en la economía más grande en dolarizar. Su PBI es cinco veces mayor al de Ecuador, la más grande entre las siete naciones soberanas que adoptaron el billete verde, según el Fondo Monetario Internacional.
Que no lo hayan hecho otros se debe a que es una solución de última instancia para países en situación desesperante. Categoría que, ciertamente, le cabe a la Argentina: en mayo, la inflación llegó al 109 por ciento y la tasa de interés de referencia del Banco Central se ubica en los 97 puntos. Economistas consultados por Bloomberg prevén una recesión para 2023, que será la tercera en cinco años.
El plan dólarizar
Un bizantino sistema de controles de divisas y tipos de cambio diferenciales no consiguió detener la caída del peso: el nuevo billete de $ 2000 equivale a US$ 4. Por el contrario, la maraña burocrática fomenta una dolarización de hecho. Ahora, los propietarios exigen que les paguen en dólares, lo mismo que los abogados, vendedores de instrumentos musicales y salones de bodas.
"La dolarización ya está ocurriendo", afirma Diana Mondino, economista y profesora de finanzas que se presenta al Congreso bajo el estandarte de Milei. "Los argentinos ahorran en dólares y hacen más y más transacciones en dólares".
Milei respaldó en público el plan de dolarización de Emilio Ocampo, un descendiente de una ilustre familia argentina que tiene un MBA de la Escuela Booth, de la Universidad de Chicago, y que en los ‘90 trabajó como banquero de inversión en Salomon Brothers, en Nueva York.
El año pasado, el libro que Ocampo escribió sobre la dolarización se agotó en las librerías. Pero la población, en general, es escéptica. Dos encuestas recientes a 1000 argentinos indican que alrededor del 60 por ciento se opone a la dolarización. "El dólar es un objeto de deseo en la Argentina pero la mayoría de los argentinos no sabe qué es la dolarización ni cómo afectaría a la economía local", señala Gustavo Córdoba, director de la encuestadora Zuban Córdoba y Asociados.
La experiencia de la convertibilidad
La desconfianza de quedar atados al billete verde tiene raíces traumáticas. A comienzos de los ‘90, mientras el país batallaba con la hiperinflación, economistas que asesoraban al presidente Carlos Menem propusieron una solución audaz: atar el peso al dólar en una relación uno a uno. El mecanismo, denominado "convertibilidad", fue sumamente exitoso en sus primeros años. La inflación se evaporó y se recuperó el crecimiento, lo que ayudó a que la Argentina se convirtiera en la preferida entre los mercados emergentes. El Gobierno de Menem se aprovechó del cambio en la opinión de los inversores para multiplicar la emisión de títulos que financiaran el persistente déficit fiscal.
La buena suerte se terminó a fines de los ‘90, cuando la combinación de precios bajos en los granos que exporta el país y la salida de dinero de los mercados emergentes lo hundió en una profunda recesión. El país consiguió un rescate del FMI, mientras una sucesión de mandatarios trataba de reanimar la economía. Eduardo Duhalde cortó la relación del peso con el dólar a comienzos de 2002, lo que lanzó a la moneda en caída libre.

Steven Hanke, profesor de economía aplicada en la Universidad Johns Hopkins que es uno de los partidarios más entusiastas de la dolarización en el mundo, dice que en los ‘90 le aconsejó al Gobierno de Menem que se pasara al billete verde. Sigue convencido de que es el mejor camino. "Es hora de archivar el Banco Central y el peso y ponerlos en un museo", bromeó por mail. Milei afirma que, si lo eligen, va a "dinamitar" el Banco Central.
La metáfora de la pizza
En la Argentina, varios economistas se pronunciaron contra la dolarización, alegando que, en los hechos, cederá el control de la política monetaria a la Reserva Federal estadounidense. Una de las posibles desventajas es que un dólar fuerte alentaría la demanda argentina de importaciones mientras que haría más caras las exportaciones, lo que podría preparar el terreno para una crisis en la balanza de pagos.
Otros sostienen que la dirigencia argentina debería concentrarse en domar sus crónicos déficits fiscales, a los que culpan por la debilidad del peso y la inflación. "La dolarización le pone un chaleco de fuerza a un gordo, en vez de recetarle una dieta mejor", señaló un ex funcionario del Banco Central que pidió el anonimato para hablar con franqueza.
El economista argentino Luciano Laspina repitió esa idea con una metáfora diferente en un tuit del 27 de abril: "No tenemos que cambiar de correa, tenemos que dejar de ser perros".
Miembros de la clase política argentina ven con nerviosismo el ascenso en las encuestas de Milei, quien se define como libertario. En una entrevista televisiva en abril, el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, indicó que, al comienzo, el plan de Ocampo sometería a los argentinos a una devaluación mucho más grande que la que generaría la liberación de los controles monetarios.

Ocampo replica que esa afirmación es "absurda" y afirma que la devaluación es inevitable sin importar quién gane las elecciones. "No creo mucho en las encuestas que dicen que los argentinos se oponen a la dolarización -objetó Ocampo-. Si hablan con la gente en la calle, la mayoría ahorra en dólares".
El ex banquero de Wall Street compara los dólares con la pizza: hay una variedad de opciones en los gustos pero la masa es siempre el dólar. Una combinación posible podría ser un sistema bimonetario en el que dólares y pesos fueran ambos monedas de curso legal. Otro obligaría a los argentinos a cambiar todos sus pesos por dólares.
Ocampo, quien dejó su carrera en las finanzas para escribir libros sobre la historia argentina, aclara que no trabaja para Milei y no hace campaña para él.
Incluso, si ganara la presidencia de la Nación, Milei tendría que sortear enormes obstáculos para aplicar la dolarización, empezando por el problema de que, difícilmente, su coalición política consiga una cantidad suficiente de bancas en el Congreso para aprobarla.
Ocampo reconoce que, a pesar de sus intentos por hacer accesible el plan, su mecánica es difícil de entender por el público general. "No hay una explicación de TikTok para esto -avisa-. El problema de la Argentina es muy complejo y, para resolverlo, estamos diseñando una compleja ingeniería financiera. Para bien o para mal, la Argentina va a dolarizarse".
La versión original de esta nota se publicó en el número 355 de revista Apertura.



