

Responsabilidad social empresaria, triple impacto, comercio justo, huella de carbono... en la nube de palabras que conforman estos términos se puede advertir que la sustentabilidad es la temática que las engloba, lo que pocos apostarían es que hace referencia a la industria del vino.
Sí, cada vez más bodegas en Argentina y en el mundo trabajan de manera sostenible y obtienen certificaciones que dan cuenta de este cambio de paradigma.
La cámara empresaria Bodegas de Argentina elaboró una primera versión del Protocolo de Autoevaluación de Sustentabilidad Vitivinícola en 2011. Lo presentaron ante organismos públicos, como el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y con ese visto bueno lo editaron y pusieron en práctica.
Desde entonces ya otorgaron 156 certificaciones a bodegas de todo el país; más de la mitad, 75 de ellas, la obtuvieron estos dos últimos años.
"Ya en esa época vimos que era una tendencia que se venía marcando en los países vitivinícolas y una demanda incipiente de parte de los consumidores, pero que estaba creciendo", cuenta Luis Romito, coordinador de la Comisión de Sustentabilidad de ese ente.

Es que cada país productor tiene su propio protocolo o programa y las bodegas que lo cumplen obtienen el sello correspondiente. Si en Argentina, las botellas pueden lucir la insignia de "Sustentabilidad Certificada", en Inglaterra llevan la de "Sustainable Wines of Great Britain", en Australia la de "Sustainable Winegrowing Australia" y así en cada caso.
La mayoría evalúa los mismos parámetros, por eso gozan de reconocimiento internacional.
Pasaje a la exportación
Si bien aún son pocos, algunos mercados consideran requisito el sello o certificado de sustentabilidad para exportar.
Ana Viola, CEO de Bodega Malma, da un ejemplo: "En los países nórdicos, la compra la hace el Estado y en los tenders, o concursos de proveedores, exigen estas certificaciones. En breve, es muy probable que en Europa también empiecen a exigir sello de sustentabilidad para exportar".
Al mismo tiempo, el conocimiento de los consumidores evoluciona y para algunos ya no alcanza con que el producto, en este caso el vino, sea orgánico, también piden que las empresas produzcan de forma sostenible y que tengan un política social responsable con sus empleados, sus proveedores y la comunidad en la que operan.

Más allá de las exigencias oficiales, muchos comerciantes entienden esta demanda por parte de sus clientes y los ayudan en su decisión de compra. "En Canadá y en los países nórdicos, se considera a la sustentabilidad como un valor agregado al momento de elegir un producto, a tal punto que le dan un lugar preferencial en las góndolas de los supermercados y vinotecas si cumplen con ese atributo", explica María Mercedes Álvarez, subgerente de Sustentabilidad de Bodegas Trivento.
Aunque producir de manera sustentable otorga beneficios, muchas bodegas eligen recorrer este camino por pura convicción.
"Cuando uno trabaja la tierra y ve de desde el origen los problemas que está causando el cambio climático, sabe que la preocupación por la sustentabilidad va a llegar en algún momento", cuenta Anne Bousquet, directora Ejecutiva y cofundadora de Domaine Bousquet, bodega que acaba de obtener la certificación B Corp.
En Finca Sophenia comenzaron a trabajar el eje de la sustentabilidad en 2019 y las motivaciones se vincularon más a la ideología de los socios que a fines comerciales, así lo cuenta Eugenia Luka, directora de Comunicación, y segunda generación familiar de la bodega: "Somos una bodega de terroir y creemos que debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que nuestra intervención en este ecosistema afecte lo menos posible al ambiente, y que nuestras acciones del presente no comprometan a las generaciones futuras".
Los intereses genuinos de los diferentes actores llevaron a que se auto convoquen para conformar una organización internacional independiente, la Sustainable Wine Roundtable, cuyo fin es compartir conocimiento y trabajar en forma colaborativa en pos de la sustentabilidad. Entre los fundadores hay empresas argentinas, como Catena Institute of Wine, Grupo Avinea y Domaine Bousquet.

También se realizan alianzas y trabajos conjuntos de manera más informal. Se trata de iniciativas individuales que construyen el saber común. "En nuestro caso, consultamos a varios viveros de plantas de vid la posibilidad de comenzar a hacer plantas orgánicas que hoy no existen en el mercado. Como es algo nuevo vamos acompañándonos en los distintos procesos para que cada uno aporte lo que más sabe", cuenta Cecilia Acosta, ingeniera Agrónoma y gerente Agrícola de Bodega Argento.
La sustentabilidad se renueva
La sustentabilidad está en construcción permanente; por un lado, porque el paso del tiempo muestra nuevos daños a nivel medioambiental y también porque implica un trabajo de cada día, no es algo dado de una vez y para siempre. Esto hace que los protocolos se actualicen y que las bodegas tengan que ajustar sus prácticas para recertificar.
Este año, durante el primer trimestre, Bodegas de Argentina presentará la cuarta versión de su protocolo, donde incluirán factores como producción orgánica o huella ambiental.
Algunas bodegas ya empezaron a trabajar esos aspectos por iniciativa propia. En El Enemigo Wines miden su huella de carbono, funcionan con energía solar y generan su propio abono verde.
Bodega Trivento tiene una planta solar que reduce el consumo de energía convencional y la reemplaza por renovable. Según cuenta Álvarez, ese ahorro es fundamental a la hora de mitigar la huella de carbono, el otro punto clave se vincula con el envase: "Alrededor de un 20 o 30 por ciento de las emisiones se genera por el vidrio de las botellas, por eso venimos trabajando en reducir su peso".
En Susana Balbo coinciden, según explica Carina Daguerre, responsable del Departamento de Calidad: "El transporte hasta los canales de venta impacta fuertemente, sobre todo porque exportamos un 80 por ciento de los productos a 40 países. La manera de mitigar ese impacto es reducir el peso de nuestros productos para despachar más volumen en un mismo contenedor".

Lagarde es otra de las bodegas que utiliza botellas ecológicas en todos sus vinos. Claro que el packaging también involucra otras cuestiones, como las etiquetas y los corchos.
En esa línea, Susana Balbo acaba de presentar una línea de vinos orgánicos, Crios Sustentia, hecha con insumos que reducen el impacto ambiental: cápsula libre de plástico y 100 por ciento reciclable, etiqueta impresa sobre papel de fibra reciclada con certificación FSC y caja kraft reciclable y biodegradable.
Los sistemas de cierre también son clave. Una de las opciones preferidas de quienes siguen estándares de sustentabilidad son los tapones sintéticos de origen vegetal renovable. "En Argentina, ya eligen nuestros tapones 285 bodegas que valoran los atributos sustentables de nuestra marca Nomacorc Green Line, un tapón que se obtiene a partir de un bio-polietileno derivado de la caña de azúcar, es reciclable y no genera huella de carbono", cuenta Alejandro Rodríguez, Gerente Comercial de Vinventions Sudamérica, la empresa que los fabrica.
Todo se transforma
La industria del vino arranca con el pie derecho porque es una de las menos contaminantes. El uso de agua marcaba uno de los puntos álgidos para la viticultura argentina, pero los sistemas actuales de riego por precisión y otros avances permitieron un consumo racional.
Además, hay iniciativas para ganar todavía más eficiencia. En Domaine Bousquet planean incorporar biofiltros en la planta de efluentes para recuperar el agua y poder reutilizarla.

El viento sopla a favor también en el caso de los residuos, ya que como señala Álvarez, "el mayor volumen corresponde a residuos orgánicos y esa es una de las grandes bondades ambientales de la industria porque permite la circularidad" y agrega: "Nosotros compostamos el 100 por ciento de nuestros residuos y los utilizamos para regenerar los suelos de nuestros viñedos".
Separar y clasificar los residuos inorgánicos -cartón y plástico, etc.- ya es práctica habitual. Algunas bodegas dan un paso más en ese sentido, como Trapiche, que firmó un acuerdo con el Municipio de Junín, Mendoza, para reciclar 85.000 kilos de plástico por mes que luego se transforman en ladrillos, tejas y postes para viñas.
En el último tiempo, el foco se volcó a los suelos, tal es así que incluso existe una certificación específica sobre el tema a nivel global, la Regenerative Organic Certified (ROC) que evalúa tres áreas: salud del suelo y gestión de la tierra, bienestar animal, y equidad entre agricultores y trabajadores. En Argentina, por el momento, solo la obtuvo Domaine Bousquet.
¿Por qué es tan importante? El reconocido enólogo Alejandro Vigil, explica: "Las prácticas regenerativas son el verdadero cambio de paradigma, implican un modelo de producción holístico, que incorpora el objetivo de recuperar la vida de los suelos. Esa regeneración aumenta la capacidad de captar y fijar carbono atmosférico y gracias a eso reduce las concentraciones del gas de efecto invernadero en la atmósfera".
Pensar en un paisaje diferente para los viñedos está más cerca de la realidad que de la imaginación, en el futuro, la búsqueda de la biodiversidad, hará que esa escena verde luzca diferente. En Ernesto Catena ya comenzaron a trabajar en eso: "Creamos una escena donde el viñedo no es solamente un monocultivo sin algo más diverso, donde también hay apicultura, bosques de flora nativa, huerta, ahora, por ejemplo, estamos desarrollando un bosque de hongos comestibles", cuenta Andrés Ramondi, representante de Turismo y Ecología de los proyectos de Ernesto Catena.
Es cierto que cada vez hay más certificaciones y, con tantos logos, interpretar las etiquetas puede volverse difícil.
Lo cierto es que en el camino de la sustentabilidad la clave está en poner primera, después una cosa lleva a la otra. Como ejemplo, vaya el caso de Lagarde, su gerente General, Sebastián Barboza, cuenta que adecuarse al protocolo de Bodegas de Argentina no fue tan difícil: "Ya contábamos con certificaciones que contemplaban requerimientos del protocolo de sustentabilidad. El cambio estuvo más que nada en ajustar y generar mediciones en temas de recursos hídricos y de energía".
Al fin, la industria vitivinícola parece haber encontrado un ámbito donde el exceso es bueno.
La versión original de esta nota se publicó en el número 349 de revista Apertura.


