

Cristina, Scioli, Macri y Massa. De cómo jueguen sus cartas a partir de ahora cada uno de ellos, depende parte del futuro político de la Argentina. Ella pondrá toda la carne en el asador para que el Frente para La Victoria obtenga más del 40% en las próximas elecciones legislativas de noviembre. Ese número mágico sería la llave para reclamar el derecho político de discutir una reforma constitucional que la lleve a la reelección. Daniel Scioli llevará su paciencia al extremo pero con un solo límite: le importa más lista de legisladores provinciales que la de diputados nacionales. Si logra ubicar a su tropa, no habrá peligro de destitución anticipada. Romperá solo si el gobierno nacional no le deja otra alternativa. Uno de sus hombres de mayor confianza está seguro que, por el propio peso de la lógica política, Scioli, será candidato a presidente por el peronismo. Y que heredará, al final, a Cristina Fernández. Me dijo: Las próximas elecciones serán muy parecidas a las de junio de 2009, en las que Francisco De Narváez le ganó a Néstor Kirchner, a Scioli y a Sergio Massa juntos. En la provincia la primera candidata, Alicia Kirchner, apenas superará el 30%. En Ciudad de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, el cristinismo será tercero y habría que ver si llega al 15% de los votos. En el resto del país no sé si superará el 50%. En mis cuentas y en la de la mayoría, el gobierno no llega al 40% del total de los votos ni por asomo. Igual, para todo aquello falta un siglo. El gobernador pretende, de máxima, que la presidenta le otorgue un fondo extraordinario de 10 mil millones de pesos para dar a los docentes un aumento del 25%. Y de mínima, un monto que le permita cerrar por el 20%. Daniel está tranquilo. Sabe que Cristina va a aflojar. No tiene alternativas. Si dice que no, primero se incendia la provincia y después Ella misma. ¿Qué haría el gobernador si La Nación no lo ayuda? Primero miraría las encuestas y después se escindiría. Es decir: rompería el acuerdo por el que su distrito tiene prohibido pedir financiamiento al exterior e implantaría el bono Scioli. Así, inauguraría formalmente su carrera presidencial. El riesgo Scioli sería mucho menor que el riego país representado por Cristina. Conseguiríamos el dinero para sobrevivir. Y dejaríamos en evidencia la mala gestión de la Presidenta, especuló. La gran sombra que se cierne peligrosamente sobre el futuro de Scioli es Massa. Pero el hombre del gobernador cree que es muy difícil que Massa se anime a lanzarse solo, contra Cristina, Daniel y los intendentes del conurbano. En ese contexto el Frente para la Victoria le gana por el 10% de los votos y se resienten sus aspiraciones de ser gobernador o presidente. ¿Y si rompe y hace un acuerdo con Macri, por ejemplo? Va a tener que explicarle a la gente por qué, hasta hace poco, fue jefe de Gabinete de Cristina, integró la lista de candidatos testimoniales y no criticó la mayoría de las medidas más antipáticas del gobierno nacional. Una cosa es la imagen y otra es la intención de voto. Esta es una elección de medio término donde se plesbicita el humor social. Estás en contra o a favor del gobierno. Los votos se te dan o se te fugan por uno o por otro lado. A Scioli, quien se presenta como la continuidad pero con cambios, en todo caso, lo mejor que le puede pasar es que crezcan los candidatos claramente opositores, como Francisco De Narváez y Margarita Stolbizer, y que Massa quede diluido entra la polarización a favor y en contra de Cristina. ¿Y si la presidenta y el intendente de Tigre terminan jugando juntos? Me parece improbable. El rencor está por encima de cualquier acuerdo. Pero si fuese posible, a Massa se le fugarían los potenciales votos de la oposición, y también terminaría herido. Hoy, la foto que ven todos los armadores políticos de la provincia es que Massa, al final, terminará replegado en Tigre. Hubiera salido a la cancha si la caída de imagen de la Presidenta, que venía acelerándose en octubre y noviembre, se hubiera profundizado en diciembre y enero, pero la verdad es que terminó en una meseta y el deterioro no continuó, me dijo uno de los armadores más influyentes de Macri. Es el mismo que piensa que, al final, en la provincia de Buenos Aires, se va a reeditar el acuerdo entre Mauricio y De Narváez, y que hoy la primera candidata indiscutida a senadora nacional por el PRO terminará siendo Gabriela Michetti. La foto de Mauricio Francisco y Gabriela sigue siendo muy fuerte para sacar muchos votos en la Ciudad, y en la provincia. También para transformarnos en una alternativa real para 2015, se esperanzó. Roberto Lavagna, a pesar de los rumores, está todavía lejos de tentarse con una candidatura a senador nacional por la capital y con el sello del PRO. Es cierto que él y Macri se encontraron en un lugar en el que había 400 personas. También es verdad que dirigentes que responden a ambos están conversando y no cerraron ninguna puerta. Pero es casi imposible que el ex ministro vaya con el sello del partido del color amarillo. La semana pasada, sin ir más lejos, almorzó con el gobernador de Córdoba, José Manuel de La Sota. Es más fácil que Lavagna cierre un acuerdo concreto con De la Sota que con Macri, con Scioli o con Massa. Resumiendo: el Frente para la Victoria tiene juego político, pero es mínimo y limitado; a Scioli y a Macri les conviene que Massa no salga de Tigre para que no corra peligro el sueño de ambos de competir en 2015 y José Manuel De la Sota apuesta al desgaste de Cristina como su carta más fuerte para plantarse como el primer peronista opositor. En el medio de esta pelea de pesos pesados, la Unión Cívica Radical aparece desdibujada y los representantes del Frente Amplio Progresista deberán trabajar mucho para convencer a los argentinos que son un poco más que kirchnerismo con las manos limpias y las uñas cortas. La evolución de la economía, ahora mismo, no es una variable menor. Y no sólo por la creciente inflación y el cepo cambiario. También para saber si al gobierno le alcanzará el dinero y aumentará las jubilaciones, el mínimo no imponible, el salario familiar, la asignación por hijo, y seguirá manteniendo todos los subsidios y todos los planes sociales en el momento de votar. Es la única herramienta que le queda para no venirse abajo antes de tiempo.










