Robinson Crusoe, Klaudia Keynes de Quiero y el crecimiento

Durante doce años hemos tenido que soportar cómo desde un atril se torturaba tanto a la teoría como a la evidencia empírica en materia de crecimiento económico. El precario relato repetía como loro las premisas del modelo de interacción entre el multiplicador y el acelerador (Keynes, Harrod, Domar, Samuelson y demás keynesianos Modelo Ford T felices). Acorde a dicha hipótesis, los aumentos del consumo, ya sea por gasto público en sus distintas formas o por de redistribución del ingreso hacia los menos favorecidos en la distribución, amplificaría el aumento del PIB gracias al multiplicador, lo que a su vez, también daría lugar a incrementos en la inversión (efecto acelerador), de modo tal que nos encontraríamos frente a un círculo virtuoso de crecimiento. Sin embargo, y para desgracia de los que padecemos las fantasías de keynesianos (y sus socios, los políticos mesiánicos y/o corruptos), esta supuesta reproducción del milagro de la multiplicación de los panes es una farsa (como toda la teoría keynesiana).

El origen de dicho espanto viene desde la mismísima Teoría General, donde John M. Keynes, tomando una fracción de un párrafo de un texto de John Stuart Mill, realiza una mala interpretación de La Ley de Say (autor que, junto a otros tantos de los clásicos, el inglés del Cambridge no había leído). Al mismo tiempo, fruto de que la única formación que tenía Keynes en economía derivaba de haber tomado el curso de Alfred Marshall, ello lo induce a derivar una función de consumo agregado (dependiente del PIB corriente) formulación propia de un modelo de equilibrio parcial de un solo período pero inválida en un contexto de equilibrio general (que depende de los ingresos laborales y de los beneficios) con características intertemporales. Es más, de dicho error es de donde emerge el tan mentado multiplicador keynesiano, el cual no sólo es una falacia teórica, sino que además es un fracaso en el plano empírico.

Para comprender la naturaleza del disparate keynesiano hagamos un viaje conceptual al mundo que Daniel Defoe le deparó a Robinson Crusoe. Allí, Robinson se encuentra en absoluta soledad y frente a la necesidad fisiológica de comer mira a su alrededor y lo único que encuentra disponible son los cocos en lo alto de las palmeras y los peces en las aguas de las que acaba de escapar. Dado que pescar peces con la mano resulta muy complicado, decide subirse a una palmera y a lo largo del día se puede hacer de cuatro cocos que le permiten saciar sus necesidades de alimento y líquido.

Con el correr de los días Robinson descubre que si construye una escalera podría bajar una mayor cantidad de cocos por día y disponer de una mayor cantidad de tiempo libre y con ello disfrutar de las bellezas de la isla. Dado que estima que la construcción de la escalera demandará cinco días (actividad que no es libre de riesgo ya que puede salirle mal), durante cinco días, Robinson se alimentará con sólo dos cocos por día (ahorra dos), para que de este modo, tenga una reserva de cocos (riqueza) que le permita alimentarse mientras construye la escalera (bien de capital). Luego de cinco días, su proyecto es exitoso, dispone de la escalera y puede comenzar a bajar doce cocos por día, esto es, un mayor stock de capital (escalera) ha triplicado su ingreso. Ahora podría consumir doce cocos por día, o, ahorrar algunos cocos, o, bajar menos cocos y tomar el tiempo libre para hacer ocio y/o crear otros bienes de capital. De hecho, dado que está un poco cansado de la dieta del coco, decide armar una red para cazar peces y con ello diversificar su alimentación. Nuevamente, si todo va bien, Robinson podrá dedicarse a producir doce cocos, o, doce peces o una combinación intermedia en función de cuales sean sus preferencias. Ahora, nuestro héroe descubre que le gustaría vivir de un modo más confortable y comienza un nuevo proceso de ahorro para disponer de alimentos para construirse una choza y así sucesivamente. Esto es, el sistema crece a partir del esfuerzo, el ahorro y la inversión.

Naturalmente, al igual que los kirchneristas, usted podría poner toda su confianza en el modelo keynesiano, cuya viva imagen (Klaudia Keynes de Quiero) nos invade por TV todos los días destruyendo los ingresos de Marcos. Es más, para validar el modelo, tome todas sus tarjetas y gaste hasta el límite máximo de cada una de ellas, donde al final del proceso Usted terminaría siendo mucho más rico. Obviamente, si le sale mal y termina quebrado páseles la factura a los hijos de Keynes.

Temas relacionados
Más noticias de keynes
Noticias de tu interés