Por qué a Macri las encuestas le siguen dando bien

Solo el pésimo recuerdo que tiene la mayoría de los argentinos sobre los últimos años del gobierno de Cristina Fernández puede explicar por qué los niveles de apoyo al presidente Mauricio Macri y su administración siguen tan altos después de un año de gestión, y a pesar de los números negativos de la economía. O una buena parte de la sociedad está demostrando que es más madura que la dirigencia política o el pánico al retorno del peronismo en cualquiera de sus variantes pesa más que los reproches que se le pueden hacer a la nueva gestión. De este último instrumento se valió Macri para salir a confrontar a Sergio Massa y el resto de la oposición que presentó, la semana que pasó, el audaz proyecto de modificación del impuesto a las ganancias.

Aunque al Presidente no le haya alcanzado para disimular la derrota de Cambiemos en Diputados, su reacción; la de la vicepresidenta, Gabriela Michetti; la del jefe de gabinete, Marcos Peña; la del ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay y también la de la diputada Elisa Carrió, desde Miami, pegó en los dos flancos que más le duele al líder del Frente Renovador. Uno: su pasado kirchnerista. Y dos: su presunta falta de confiabilidad. Eso son los atributos negativos que, aún la gente que alguna vez lo votó, y que todavía le agradece el haber sido el principal responsable de que Cristina no intentara otra reelección, le endilgan, cada tanto, en las encuestas cualitativas que consume Peña y el equipo de comunicación del Gobierno, con fruición.

Massa y su círculo de confianza están evaluando los daños. ¿No fue bueno, acaso, mostrar mayor sensibilidad que el Gobierno frente a un tema muy movilizante para la clase media baja, media-media, e incluso media alta, como lo es el impuesto a las ganancias? Si. De alguna manera lo fue. ¿No está acumulando "por izquierda" lo que Macri se llevó en la segunda vuelta, con vistas a las legislativas del año que viene? En una lectura lineal y superficial, quizá la respuesta vuelva a ser positiva. ¿Y no podrá quedarse, entonces, con parte del voto del Frente para la Victoria, con Cristina Fernández y Daniel Scioli más cerca del pasado que del futuro? Para esta última pregunta, la respuesta definitiva es no. Jaime Durán Barba, Peña, el propio Macri y hasta el inquieto presidente de la Cámara de Diputados, lo saben muy bien: el voto duro del Frente para la Victoria tiene un componente casi religioso y jamás va a terminar en las boletas de los candidatos del Frente Renovador.

También saben que, en el imaginario colectivo, quienes votaron a Massa y se muestran dispuestos a elegirlo otra vez, comparten una buena parte de sus valores con los votantes de Macri. "La ancha avenida del medio tiene una alta imagen positiva, pero no le sirve a Sergio para ganar una elección. Y estoy seguro que el año que viene, en los distritos clave, nos va a ir igual o mejor que en la primera vuelta del año pasado", me explicó alguien que opina igual que Marcos Peña. Macri, en el medio de la pelea, aprovechó para meter a todos en una misma bolsa: al ex ministro Axel Kiciloff, a Massa y también al Felipe Solá, quien adjudicó al Presidente la intención de incorporar a su papá en el blanqueo como único motivo para modificar con un decreto la ley que había aprobado el Congreso con la expresa prohibición de no incluir a los familiares directos de los funcionarios. A propósito de esta última decisión. No solo es impopular y altamente sospechosa. También podría colocar a Macri al borde del delito de abuso de autoridad, por haber desobedecido, a través de un decreto extemporáneo, una decisión del Parlamento que estaba expresamente incluida en el texto de la ley. El fiscal que investiga la denuncia presentada por dirigentes de la oposición, no tendría más remedio que acusarlo. Solo la anulación o la rectificación, igual que el Poder Ejecutivo hizo con los decretos de nombramiento de los jueces de la Corte Horacio Rosatti y Carlos Rozencrantz, evitaría a Macri serios problemas judiciales.

¿Por qué el Gobierno mete la pata tan seguido? "Eso se llama exceso de ansiedad, y es un defecto que debemos corregir", respondió el Presidente a varios periodistas que se lo preguntaron a propósito del primer año de su gestión. Lo que no dice es que es un error que, en principio, debería atribuirse a su propia conducta, y la de nadie más en especial. Porque él fue el que le dio el visto bueno a la designación por decreto de los magistrados de la Corte. Fue él el que le levantó el pulgar a la decisión de no llamar a audiencias públicas y aumentar las tarifas de luz y de gas sin un barrido previo que permitiera contemplar decenas de miles de casos excepcionales. Fue el Presidente el que decidió incluir en la lista de temas a tratar este año la discusión sobre el impuesto a las ganancias sin preveer que la oposición lo iba a usar para correrlo por izquierda, igual que las organizaciones sociales le arrancaron con astucia parte del contenido de su proyecto de emergencia social.
El problema de Macri con Massa es distinto. El líder de Cambiemos ve al ex intendente de Tigre como un ariete para impedir que al Gobierno le vaya bien y que por lo tanto el peronismo no pueda volver al poder durante los próximos siete años. Lo sugirió hace tres días en una entrevista radial, pero lo repite cada vez más seguido frente a quienes lo escuchan, en la Quinta de Olivos o en su casa de fin de semana, llamada Los Abrojos. "El sabe que si el año que viene el país empieza a crecer nosotros vamos a ir por las reformas estructurales y entonces a la Argentina no la para nadie. Por eso siempre sale con proyectos irresponsables que apuntan a subir el gasto, detener el ritmo de la baja de inflación y demorar la expansión de la economía", sostiene.

Macri dice que todavía una buena parte del peronismo se siente incómodo y enojado porque perdió las elecciones del año pasado, y que inconsciente o conscientemente se está moviendo con ese malestar, y con la secreta aspiración de volver a la Casa Rosada cuanto antes. "Cada vez que detectemos esa pul- sión la vamos a poner sobre la mesa de discusión, para ver que opinan los argentinos sobre semejante conducta", explicó, esta semana.

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