Cristina eligió la hora del prime time televisivo para ensayar el salto al vacío más complejo de sus siete años de gestión. En vez de sentarse a ver Guapas en Canal 13 o la recién estrenada Viuda e Hijas de Rockn Roll en Telefé, los argentinos se encontraron anoche con la sorpresa de un discurso de 45 minutos pregrabado en el que la Presidenta anunció el envío al Congreso de un proyecto para el cambio de jurisdicción de la deuda reestructurada en 2005 y en 2010. Ni siquiera los párrafos emocionados de los últimos minutos o alguna lágrima que se dejó ver en cadena nacional pudieron modificar la densidad de una cuestión que merecía otro contexto, otra profundidad y otra vía de comunicación.


Por su gravedad y su tensión televisada, el discurso de Cristina recordó algunos de los peores momentos de la Argentina reciente. El proyecto legislativo, que algunos funcionarios llaman en código "el canje del canje", llegará al Parlamento arropado por la épica retro que el kirchnerismo bautizó "Patria o Buitres". Su eventual aprobación, echando mano a la mayoría propia en las cámaras, formalizará el default que Axel Kicillof prefiere desconocer en términos semánticos. La iniciativa tiene el impacto político que tanto seduce al ministro de Economía y todas las señales jurídicas y financieras que desaconsejan los analistas económicos más respetados. Sobre todo, los que asesoran a todos los candidatos presidenciales con expectativas para 2015.


No había sido un buen día para la Presidenta. Bien temprano, el titular de la Comisión Nacional de Valores (Alejandro Vanoli) había anunciado que la aplicación de la ley antiterrorista a la imprenta de origen estadounidense Donnelleys había sido un error. Un rato más tarde, el jefe del bloque oficialista en el Senado, Miguel Pichetto, se desmarcaba de la ofensiva K por la ley de Abastecimiento. Pasado el mediodía, el empresariado sin fisuras se ponía en pie de guerra contra ese paquete de leyes. Y, al caer la tarde, el Indec anunció que el desempleo y la subocupación crecían sin remedio. La venganza lenta de la economía real sobre los castillos de arena del falso nacionalismo económico.


La imagen de un Congreso aprobando entre aplausos una ley que obligará a los acreedores a cambiar el cobro de sus bonos en el Banco de Nueva York por otros a cobrarse en la ventanilla incierta del Banco Nación Fideicomisos conducirá inevitablemente a la esfinge de Adolfo Rodríguez Saá. El presidente efímero que resistió siete días hasta que los cacerolazos y el peronismo lo expulsaron de la Casa Rosada. Aquella ovación que acompañó a la Argentina por el tobogán del default es la pesadilla que los legisladores del país adolescente deben evitar. Sólo así sabremos que se creció y tendrá sentido el enorme esfuerzo colectivo de una sociedad que pagó la euforia insensata con empobrecimiento.