Macri, el helicóptero y los disparates

El llanto de Sofía era angustiante, incontenible. No podía tolerar que hubiera ganado Mauricio Macri. La mamá intentaba consolarla, sin demasiado éxito. "Pero Sofía, todavía no ganó. Ellos festejan pero todavía no ganaron" Sofía trataba de argumentar, la voz entrecortada por los sollozos. "Es que si gana Macri va a vender el país".

-Pero no, Sofía, no lo vamos a dejar.

-¿Y cómo vamos a hacer?

-Vamos a ir a la Plaza de Mayo. Lo vamos a echar. Se va a tener que ir en helicóptero, como De la Rua.

Esa fue la primera vez que, al menos el autor de esta nota, escuchó la palabra helicóptero después de la primera vuelta, cuando Macri empezó a perfilarse como el favorito para las próximas elecciones. No era demasiado relevante. Se trataba de una nena, en un video familiar. Solo eso. Como se sabe, es sabio no meterse con familias ajenas.

La segunda vez fue el sábado siguiente a la elección. Eduardo Aliverti, uno de los más reconocidos periodistas del oficialismo, advirtió: "Van a devaluar a lo pavote para recomponer la maximización de la renta agropecuaria exportadora, van a satisfacer a una burguesía que es local no nacional, van a bajar la demanda por vía fiscal y monetaria, van a desregular el mercado cambiario, van a producir la caída del salario real, van a destruir las pequeñas y medianas industrias, van a aumentar el desempleo y el empleo informal y al final de la película, que ya vimos chiquicientas veces, van a reprimir y se fugarán de nuevo en helicóptero".

En esos días, el equipo de campaña de Daniel Scioli difundió un video aterrador. Su texto: "¿Te imaginás cobrando la mitad? ¿Te imaginás si te despiden? ¿Te imaginás el ajuste? ¿Te imaginás sin techo? ¿Te imaginás el hambre? ¿Te imaginás, de verdad, volviendo para atrás? ¿Te imaginás si gana Macri? Que gane Scioli". Y, por si fuera poco, a esa seguidilla se agregó la presidenta Cristina Fernández, cuando sostuvo que "ya tuvimos un jefe de Gobierno porteño que fue presidente y se escapó en helicóptero". Esa frase fue reproducida sin ninguna mención crítica en la tapa de los diarios oficialistas.

Hace doce años, apenas asumió Néstor Kirchner, el entonces secretario de Redacción de La Nación, José Claudio Escribano, escribió que en Estados Unidos auguraban que el nuevo gobierno no duraría más de un año. Ese texto fue, con razón, condenado por un sector social que era más amplio que el oficialismo. El Gobierno atacado entonces respondía ahora con la misma moneda: pronosticaba que sus sucesores serán derrocados en poco tiempo. En un país de dueños de la verdad, a cualquiera que aplique recetas distintas a las propias se le desea el fracaso.

Scioli venía de un duro golpe electoral. Las semanas que lo siguieron todo le salía mal: se enredó en un sinfín de contradicciones y terminó apresado en la carnicería del reparto de culpas oficialistas. Tristón, demacrado, contradictorio, andaba perdido por la vida entre ser más Scioli que nunca y pedir el apoyo de la Rosada. Dejó andar una campaña sucia muy torpe que fue respondida con elegancia y gracia en las redes sociales por el macrismo. Y, en el momento en que habló Cristina, ya tenía los números que revelaban los primeros efectos de esa campaña negativa: las cosas iban cada vez peor.

En ese contexto, alguien salió en su ayuda.

No fue Cristina Fernández, como tal vez él hubiera querido. No fue Ricardo Montaner, ni Karina Rabolini, ni el espíritu de Néstor Kirchner, ni su viejo líder Carlos Saúl Menem.

Quien salió en su ayuda fue su adversario, el propio Mauricio Macri, al reflotar la propuesta de liberar el cepo el día siguiente a su asunción. En cada intervención, el propio Macri, o miembros de su equipo económico como Alfonso Prat Gay o Rogelio Frigerio, empezaron a repetir lo mismo: que se debe unificar el precio del dólar, que eso sería bueno porque bajaría el valor del dólar paralelo, y que, oh, ¡sorpresa!, eso no tendría efectos inflacionarios porque la economía argentina, el mercado, ya descontó la devaluación y funciona con un nivel de dólar parecido al blue. Ninguno de los tres se atrevió a calcular el precio del dólar una vez puesta en marcha la experiencia. Macri, en un rapto de optimismo, expresó su deseo: "Esperemos que no esté por arriba del quince pesos". Y luego auguró: "Tenemos que dejar de pensar en el dólar".

O sea que, según expresó el candidato, puede haber una devaluación del 50% sin que aumenten los precios.
Las voces de alarma empezaron a sonar por todos lados. Y no fueron solo kirchneristas. El pintoresco José Luis Espert, un economista que hace muy poco grabó un video donde presumía de ser gorila y sostiene que las paritarias son fascistas, explicó que la devaluación sería una medida acertada pero que tendría efectos colaterales. "Hay que tener cuidado con la buena onda y que un relato no sustituya a otro", dijo. Reclamó, además, que se analice el impacto de la devaluación sobre los precios "porque te puede disparar una ronda de negociación salarial". Y luego anticipó: "El salario real va a caer".

Diego Coatz, el economista jefe de la UIA, explicó que la economía marcha al ritmo del dólar oficial y no del paralelo. Y puntualizó: "En Argentina, a diferencia de otros países que tienen brecha cambiaria (como por ejemplo Venezuela), más del 90% de las operaciones de comercio exterior se realizan en el mercado oficial (el contrabando o comercio ilegal está por debajo del 10%). Cualquier liberación abrupta del dólar comercial (oficial) -y más aún sin un plan financiero- presionaría sobre los precios, tal como se observó en enero del 2014 (cuando la inflación anualizada pasó del 25% al 40%). Paralelamente traería, además, el riesgo de una espiralización sin mejorar la competitividad e incrementando los grados de incertidumbre".

La nota no fue publicada en Página 12 o Tiempo Argentino sino en un lugar muy destacado de la edición dominical de Clarín.

En la mañana del lunes, Orlando Ferreres explicó en varias radios que la devaluación era necesaria pero que tendrá efectos sobre los precios, particularmente en el sensible rubro de alimentos. Ferreres sostuvo que la devaluación sumada al aumento de tarifas anunciado por los dos candidatos, puede producir un rebrote inflacionario que anule sus efectos positivos o, incluso, desborde a quien la programó. De hecho, recordó, es lo que le pasó a Lorenzo Sigaut en el final de la dictadura y a Eduardo Duhalde luego de la salida de la convertibilidad.

La devaluación es una herramienta más que puede servir para destrabar una situación problemática. De hecho, lo que llevó a la Argentina al desastre del 2001 no fue una devaluación sino todo lo contrario: la testarudez o la cobardía de mantener la convertibilidad. Luego del trauma de la devaluación, la Argentina comenzó un ciclo virtuoso. Pero hacerla como si fuera una fiesta, como si no fueraa ocurrir nada, revela una de dos cosas: quien lo propone subestima sus efectos sociales -lo que es grave-, o que quien lo propone no tiene la más mínima idea de lo que va a hacer -lo que es más grave aún-.

Anunciada como una medida aislada y salvadora, la liberación del cepo parece más bien un piletazo. Esos detalles han generado las primeras rispideces -por llamarlas de una manera delicada-dentro del equipo económico de Macri, si es que tal colectivo existiera. Es cuestión de segundos para que esos problemas trasciendan, porque no es solo al kirchnerismo al que irritan los modales y las ideas de Prat Gay.
Macri es hoy el favorito para ganar la elección. Pero no gobernará -si es que su triunfo finalmente se produce- una sociedad macrista. Apenas obtuvo un 34% en primera vuelta, del cual un porcentaje importante lo votó con dudas, para evitar la continuidad del kirchnerismo. Es una base social frágil que, ante una movida en falso en un tema tan sensible, puede evaporarse en tiempo record. Ganarle una elección al peronismo era un objetivo imposible. Gobernar este país es aún más complicado que eso.

Salvo la campaña sucia del kirchnerismo, nadie podía augurar un fin de año dramático.

Hasta que Mauricio Macri se ocupó de aclarar que puede serlo. No sería la primera vez que un dirigente, cegado por su propio triunfo, se convierte en la caricatura que sus enemigos difunden sobre él.

Danger.
Solo eso.
Danger.

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