Los convenios colectivos en los tiempos de crisis y de inflación

La negociación colectiva es un camino idóneo para canalizar el conflicto social en el marco de la puja distributiva que puede lograr incrementos superiores a los que desearía pagar el empleador, mejorando así los niveles de ingresos y preservando el liderazgo del sindicato más representativo con personería gremial. Esta fue la postura inicial de Federico West Ocampo, asesor de la CGT y de la Federación de Trabajadores de la Sanidad, en el evento convocado dentro del XIII Forum Empresarial de Viví Francia organizado por la Cámara de Comercio e Industria Franco-Argentina el día 24 de septiembre pasado. La coordinación estuvo a cargo de Federico Basile, socio de M. & M. Bomchil, donde debatimos sobre la función de los convenios colectivos en una visión global.

En rigor, los convenios colectivos representaron un éxito para los sindicatos formales, con un singular crecimiento de las escalas salariales por encima de la inflación, motorizados por el aumento del Salario Mínimo Vital y Móvil que creció también varias veces lo que fue la inflación real. Sin embargo, los salarios buscaron reposicionarse dentro del marco general como fue la puja por los ingresos, pero se retrocedió en el mismo período en lo que hace a la productividad, y aumentaron la ineficiencia y el ausentismo.

La aplicación de las nuevas formas de organizar el trabajo y la automatización y sistematización que importaban las nuevas tecnologías no pudieron compensar el aumento de la conflictividad, y las empresas en general perdieron competitividad.

Resultó claro en el debate que para el Estado, los sindicatos y para las organizaciones empresarias, el objetivo central es proteger y resguardar la dignidad del hombre y de la mujer que trabajan, procurando la mejora paulatina de la calidad de vida. El principio de progresividad incorporado por medio de los tratados internacionales de los derechos humanos según el cual los cambios que se produzcan en el proceso de evolución de las relaciones laborales deberán operar en beneficio del trabajador ya sea mejorando la calidad de los derechos que lo respaldan, ya sea mejorando las condiciones de trabajo y en definitiva, contribuyendo a su progreso personal y patrimonial.

En cualquier caso, resulta claro que existen condiciones económicas que castigan por igual a todos, como son el curso de la inflación que no cambia de orientación, el déficit fiscal y el incontenible crecimiento del gasto público, la inequidad fiscal, el problema del valor oficial del dólar y su retraso cambiario respecto de los niveles en los que debería estar comparando con los similares dentro de la región, y la recesión que muestra una caída singular de la actividad económica en general, con un claro deterioro de industrias claves como la construcción, o como la industria automotriz en general.

En un contexto como el expresado, se requiere un proceso de cambio profundo, en donde el sector sindical en general rechaza la posibilidad de que exista un pacto social, no solo por la experiencia de los fracasos anteriores, sino porque es difícil canalizar con él los reclamos que seguramente surgirán de los distintas actividades, en función de los deseos, las necesidades y sobre todo, las expectativas.

Para una parte del sector empresario, un pacto social puede ser una valla de contención que detenga apetencias que no son compatibles con una etapa de grandes reformas y de importantes ajustes.
Resulta claro que el año 2016 nos depara muchos desafíos. El primero de ellos es que la negociación colectiva deberá ligarse -como ocurre en los países centrales desde hace más de una década-, con los costos, con la eficiencia, la productividad y la competitividad.

Así, la experiencia de Francia, Alemania, Italia y otros, donde una parte de la retribución es fija, y como mínimo un 30% está subordinado a los resultados en el cumplimiento de horarios y asistencia en el plano general, donde juega un papel fundamental la paz social (la inexistencia de medidas de fuerza), y otro tanto está relacionado con los resultados en la calidad y cantidad del producto, en relación con los plazos de entrega, el logro just-in-time manufacturing, y la obtención o superación de los objetivos.

Como se puede apreciar, la transformación no debe provenir solo del Estado y sus medidas de gobierno, también tendrán que evolucionar y transformarse los actores sociales, para reconstruir un nuevo modelo de relaciones laborales.

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