Nada detiene la caída del dólar contra el peso y la recuperación en los precios de los activos financieros argentinos. Ni el enfrentamiento cada vez más abierto con la Justicia de Nueva York, ni la política exterior del Gobierno contra Estados Unidos y Occidente, ni la pérdida de reservas, ni la candidatura de Máximo con La Cámpora, ni la certeza de que el próximo Gobierno deberá desactivar con final abierto una verdadera bomba de tiempo económica y social, parte de la herencia de los tres mandatos de Néstor y Cristina Kirchner.


La mayoría de los analistas financieros ahora cree que el dólar sin cepo en el próximo gobierno podría converger en torno de los 11 pesos hacia enero próximo. Es el valor que surge del arbitraje de bonos y el mercado de futuros. Desde diciembre a la fecha los títulos en dólares de Argentina subieron entre 7% y 15% en sus precios. Los rendimientos que antes del verano llegaron hasta 15% para el Bonar 24 hoy están debajo de 9%, y los optimistas en el mercado creen que podrían caer hasta 6% o 7% el año que viene en caso de que el país cambie la política económica y libere el control de cambios para alentar el retorno de capitales.


La política agregó en las últimas semanas un nuevo elemento para alimentar el optimismo de los inversores financieros. Crece la percepción de que finalmente será Daniel Scioli el candidato del oficialismo para disputar contra Mauricio Macri o Sergio Massa en octubre. Continuará el suspenso hasta mediados de junio y Cristina, como ha hecho siempre, no soltará prenda hasta último minuto. También se torna ineludible e interminable la discusión a propósito de cuánta autonomía tendría Scioli como futuro presidente. Pero está claro que el gobernador de Buenos Aires es la figura del oficialismo que menos preocupa al sector privado en caso de que el Gobierno ganara las elecciones. Sus asesores económicos, con Miguel Bein a la cabeza, siguen prometiendo a bancos y empresas que si Scioli gana también se levanta el cepo para alentar un shock de inversión privada en el país.


Ni el Gobernador de Buenos Aires ni su equipo económico y político quieren saber nada con Axel Kiciloff. Pero de momento hay armisticio ya que la suerte de ambos parece jugada en la misma dirección: que reaccione el consumo a partir del trimestre de oro de la economía que acaba de comenzar con la la venta de la cosecha, un período de calma financiera que siempre se instala entre abril y agosto.


En lo inmediato la cosecha y el optimismo financiero garantizan dólar quieto. No es un dato menor. En ese escenario, el gobierno y los candidatos del oficialismo necesitan que los aumentos salariales lleguen lo más rápido posible a los bolsillos. Que aparezcan los salarios nuevos, a partir de mayo/junio. Los sindicatos piden entre 35% y 45%, y todo indica que los gremios terminarán logrando dos cuotas de 15%, con alguna suma fija antes de los aguinaldos. Con severas dificultades en distintos sectores empresarios para pagar esos aumentos, sobre todo aquellos que tienen precios máximos congelados por el Gobierno. Alimenticias, consumo masivo, laboratorios, clínicas, sanatorios y hospitales privados son algunos de los sectores en los que se anticipan conflictos. Tampoco contribuye por ahora el Gobierno al mantener en niveles absurdos el mínimo no imponible del impuesto a los sueldos. Pero en todos los años electorales, 2009,2011 y 2013, la Presidenta elevó esos importes y todo indica que debería repetir esa práctica para este año.


En los hombres de negocios la percepción ahora es que Scioli sigue en carrera. Y si fueran ciertas las encuestas que apuntan una recuperación en la imagen de Cristina y los candidatos del oficialismo; se retoma el debate sobre la dispersión en el voto opositor, una vez más como un activo del oficialismo. Por lo que saben y cuentan los periodistas políticos, Cristina será candidata y jefa de campaña del oficialismo. Las cadenas nacionales que se multiplican este año son claros spots electorales, donde Cristina cuenta los logros de su gestión, llama a votar por el Gobierno en octubre y advierte con pronósticos aciagos lo que pasaría si la gente optara por la oposición. Trata de recuperar parte del voto de la clase media asociando a los opositores con la futura devaluación y el tarifazo, el fin de los subsidios. Se concentra en el voto joven, el padrón electoral del conurbano y los sectores más necesitados de la asistencia económica estatal. Una clientela superior a los 10 millones de electores.
Mauricio Macri, quien ya se perfilaba como ganador en medio del golpe político que para el Gobierno resultó el caso Nisman, ahora tendrá que volver a meditar hasta dónde le morderán votos Sergio Massa y otros candidatos opositores. La salida de boxes de Margarita Stolbizer también es motivo de alegría en La Plata y Casa de Gobierno. Suponen que cuantos más candidatos opositores surjan, mejor para el candidato de Cristina en las PASO y luego en la elección final. Sobre todo porque las elecciones para gobernador de Buenos Aires, intendentes del conurbano y diputados nacionales se dirimen en la primera vuelta de octubre, más allá de cómo resulte la elección presidencial si hubiera ballotage.


Tanto macristas como massitas ahora coinciden en que las PASO vendrán a resolver está supuesta ventaja para el oficialismo. Entienden que el opositor que mejor se perfile en las PASO recibirá el llamado voto útil contra el Gobierno en octubre. Pero las matemáticas no siempre se llevan bien con la política. Y es probable que la próxima elección se defina por pocos puntos de diferencia. También será escaso el margen para determinar quién gana la estratégica gobernación de Buenos Aires o la conformación del Senado y sobre todo Diputados. Si finalmente Cristina va unificada con Scioli y buena parte del peronismo, como lo han hecho los Kirchner siempre desde 2003 a la fecha, el Gobierno vuelve a correr con la ventaja de la oposición dividida. Al menos en la primera vuelta. Porque para hablar del ballotage, todavía falta mucho.