Como el sorprendente manipulador político que siempre ha sido, Hugo Rafael Chávez Frías ha vuelto, una vez más, a sumir a Venezuela en estado de convulsión. La sucesión de anuncios sobre su salud y la oportunidad que eligió para hacerlos, no podrían haber sido más provocativos.

Su última batalla con el cáncer, tal vez la última a juzgar por el hecho de que por primera vez ha designado oficialmente a un sucesor, sumada al misterio que rodea la prognosis de su operación, llega precisamente cuando falta menos de un mes para la fecha fijada para asumir su tercera presidencia y a pocos días de las elecciones de gobernadores y alcaldes.

Los tiempos resultan, en este caso, fundamentales, porque abren una secuencia de incógnitas, la primera de las cuales va a dilucidarse este domingo, cuando Henrique Capriles Radonski, el candidato de la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) en las elecciones presidenciales del pasado 7 de octubre y el único capaz de ofrecer una alternativa política al chavismo, someta su reelección como gobernador del estado de Miranda (que comprende parte de Caracas) al veredicto de las urnas, contra el candidato del oficialismo, el ex vicepresidente Elías Jaua.

La oposición controla actualmente siete estados, pero Miranda es, de lejos, el decisivo. Si Capriles pierde la gobernación, difícilmente pueda volver a presentarse como un candidato creíble a la Presidencia, aún si Chávez queda fuera de juego. Y dado que su candidatura surgió de una primaria entre la totalidad de las fuerzas opositoras, la oposición quedaría, de hecho, descabezada.

Antes de partir a Cuba para someterse a su cuarta operación, Chávez ungió como su sucesor a su vicepresidente y canciller, Nicolás Maduro. Pero esta sucesión no pasa de ser una mera expresión de deseos, puesto que la Constitución venezolana establece que si el presidente electo no asume en la fecha indicada o renuncia en los primeros cuatro años de los seis que constituyen el término de gobierno, debe convocarse a nuevas elecciones en 30 días.

Para que la continuidad de Chávez sea constitucional, el Presidente debe tomar su juramente en suelo venezolano y en estado consciente. No puede delegar el juramente ni hacerlo fuera del país.

La eventual muerte de Chávez o su incapacitación aportarían, sin duda, un alto contenido emotivo a cualquier futura elección, que jugaría a favor de Maduro. Pero Maduro no es Chávez y muchos piensan que el chavismo sin su líder está lejos de ser un movimiento vertical.

Esto explicaría el hecho de que el caudillo se impusiera el esfuerzo de regresar a Caracas para designar a Maduro y, probablemente, para asegurarse de que los potenciales rivales y los venezolanos en general escucharan de su boca su testamento político.

Entre aquellos que podrían disputarle el trono a Maduro, figura de manera prominente Diosdado Cabello Rondón, actual presidente de de la Asamblea Nacional y compañero de armas de Chávez en el abortado golpe contra Carlos Andrés Pérez, en febrero de 1992.

Cabello fue, junto a Chávez, uno de los organizadores del MVR (Movimiento V República) y fue, entre otros cargos, presidente de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones y ministro de Infraestructura, posiciones desde las cuales parece haber amasado una considerable fortuna, según aseguran fuentes confiables.

Si las Fuerzas Armadas esperan incrementar su influencia tras el eclipse de Hugo Chávez, es posible que Cabello esté mejor posicionado que Maduro para lograr su apoyo, ya que muchos de quienes fueron sus compañeros de armas en los tiempos del frustrado putsch, son quienes ocupan hoy las más altas posiciones de mando.

Una de las razones que pueden haber llevado a Chávez a privilegiar a Maduro por sobre Cabello es el hecho de que el presidente de la Asamblea Nacional no parece ver con buenos ojos la creciente influencia de Cuba en los asuntos venezolanos, según han dejado saber sus allegados.

Significativamente, si Chávez asume el próximo 10 de enero y luego renuncia o muere, su reemplazo por Maduro no será automático. Según la Constitución, corresponderá casualmente a Cabello, en su carácter de presidente del cuerpo legislativo, convocar a una nueva elección general.