

Un grupo de científicos y especialistas en Egipto antiguo logró reescribir una parte clave de la historia al identificar a una figura femenina que ejerció un poder equiparable al de un faraón miles de años antes de Cleopatra. A partir del análisis de restos arqueológicos, textos funerarios e inscripciones jeroglíficas, los investigadores llegaron a una conclusión que desafía lo que se creía hasta ahora.
La investigación se centró en una reina prácticamente olvidada por el relato tradicional y permitió demostrar que las mujeres pudieron ocupar posiciones de autoridad absoluta mucho antes de lo que indicaban los registros conocidos. El hallazgo aporta nuevas claves sobre el rol femenino en el poder político y religioso del antiguo Egipto.
Descubrimiento del siglo: Cleopatra no fue la primera faraona de Egipto
La protagonista de este descubrimiento es Ankhnespepy II, una reina de la Dinastía VI que vivió hace más de cuatro mil años. Aunque su nombre había aparecido en registros arqueológicos, su verdadero alcance político había pasado desapercibido durante décadas.
Los científicos detectaron que Ankhnespepy II no solo fue esposa de un faraón y madre de otro, sino que ocupó un lugar central en el ejercicio del poder cuando su hijo, Pepy II, ascendió al trono siendo apenas un niño. En ese contexto, su rol fue mucho más allá del de una simple regente.

Las evidencias indican que su figura fue presentada con una autoridad inusual para una mujer de la época, lo que sugiere que gobernó de facto y consolidó su posición en un período de gran fragilidad política.
¿Por qué esta investigación es importante para la historia?
Uno de los elementos clave fue el hallazgo y la reinterpretación de los textos funerarios inscritos en su tumba en Saqqara. Estos escritos formaban parte de rituales sagrados que hasta ese momento estaban reservados exclusivamente a los faraones varones.
Además, una estatua en la que Ankhnespepy II aparece junto a su hijo la muestra en una posición dominante, rompiendo con las reglas tradicionales de la iconografía egipcia. Esta representación refuerza la idea de que su autoridad fue reconocida públicamente.
Los especialistas concluyeron que la reina se apropió de símbolos, rituales y prerrogativas propias del faraón, lo que la convierte en una de las primeras mujeres en alcanzar ese nivel de poder.
Aunque no haya llevado formalmente el título de faraona, su acceso a los mismos privilegios religiosos y políticos la coloca en un lugar central dentro de la historia egipcia. Su caso demuestra que el poder femenino existió mucho antes de lo que se creía.


