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Después de unos primeros meses turbulentos, con índices de dos cifras, el Gobierno logró tener cierto control sobre la inflación, que llegó incluso a romper el piso del 2% en mayo.

Esta lucha contra el avance de los precios minoristas y por mantener el dólar estable, sumados a la "obsesión" por sostener el superávit fiscal, se convirtieron en los pilares de la gestión de Javier Milei,quien sabe que esas herramientas le permitirán llegar bien parado a las elecciones de octubre.

Así lo reflejan las últimas encuestas, que registran un núcleo duro de votantes del oficialismo que supera el 30% y que al momento de argumentar su decisión apuntan al comportamiento de estas variables económicas que llevaron "alivio" al bolsillo.

Pero al mismo tiempo en que la preocupación por un salto de la inflación o un a posible devaluación se disipan, hay otras dudas sobre el curso del programa económico que crecen con fuerza entre los argentinos.

Una de ellas, indicó la última encuesta de Atlas Intel-Bloomberg,creció 14 puntos de abril a junio y se posiciona como el máximo foco de intranquilidad.

No es la inflación: esta es la máxima preocupación de los argentinos, según Atlas Intel

El relevamiento realizado la ultima semana de junio entre 1,963 encuestados mostró un significativo cambio de prioridades en la mente de los argentinos.

Durante largos meses la escalada de precios fue foco de todas las conversaciones. Sin embargo, el temor a perder el trabajo ha desplazado a la inflación como el principal problema del país.

Según el último sondeo "Latam Pulse", el 44,4% de los encuestados señala ahora al desempleo como su máxima preocupación, superando por primera vez en el último semestre al 40,9% que todavía apunta a los altos precios y la inflación como el mayor desafío a resolver por el Ejecutivo.

Este cruce de curvas aparece como el resultado de una tendencia que se viene gestando en los últimos meses. El análisis de la evolución temporal de las preocupaciones muestra que la inquietud por la inflación alcanzó un pico del 53% en abril para luego iniciar un descenso, mientras que la preocupación por el desempleo experimentó un marcado ascenso, pasando de un 29% en febrero a un alarmante 55% en mayo.

Y si bien en junio este último indicador se moderó, el cambio en la jerarquía de los problemas ya estaba consolidado, dibujando un nuevo mapa de las preocupaciones ciudadanas.

Más allá de esta "lucha" por el primer lugar del ranking, el panorama general que presenta la encuesta es de una abrumadora hegemonía de los problemas económicos.

Si se suman las menciones al desempleo, la inflación y la "situación económica" en general (que figura como un problema para el 20,1%), se evidencia que la agenda pública está casi enteramente dictada por la economía y el temor por el futuro financiero de las familias.

En este contexto, otros dos problemas históricos de Argentina se mantienen firmes en el podio de las preocupaciones: la corrupción y la inseguridad. La corrupción es señalada por un 34,9% de los encuestados, demostrando ser una constante inmune a la coyuntura económica.

Por su parte, la inseguridad, con un 26%, se consolida como el cuarto gran problema, reflejando que el temor a la delincuencia es una realidad que se mantiene gobierno tras gobierno.

Un dato no menor que emerge del sondeo es la creciente inquietud por la salud de las instituciones. El "debilitamiento de la democracia y las instituciones" aparece como una preocupación relevante para el 19% de los argentinos. Este porcentaje, sumado al 14,1% que apunta a la "impunidad y el sistema judicial", enciende una luz de alerta sobre la confianza ciudadana en funcionamiento del Estado de derecho.

Incluso, en otro apartado del sondeo, y ante la pregunta sobre si los encuestados creen que la Argentina actualmente atraviesa una crisis democrática, el 54,6% contestó que sí.

Así, para una parte significativa de la población, los problemas no son solo económicos, sino también de índole política y estructural.

Esto datos funcionan como un llamado de atención a Milei y le plantean un nuevo desafío de cara a octubre: además de sus esfuerzos para controlar el dólar y la inflación, deberá moderar el discurso y, principalmente mostrar habilidad para generar y proteger las fuentes de trabajo, pese al cambio de matriz productiva que impulsa desde Casa Rosada.