Si bien las expectativas del sector privado se alinean con un buen desempeño de La Libertad Avanza en las elecciones, no hay consenso sobre cuál será el desenlace. Hacia adelante -después de las elecciones del domingo 26 de octubre-, el esquema cambiario está en la mira y esperan una ampliación del Gabinete, aunque no ven grandes cambios en el equipo económico.
El oficialismo llega a las elecciones con la actividad económica en un ciclo recesivo y con volatilidad en el tipo de cambio y la tasa de interés. El efecto de esto en el consumo, consideran los empresarios, puede dificultar un buen resultado para el Gobierno.
Los optimistas esperan que a nivel nacional la alianza de Javier Milei saque un 35%, lo que le daría bancas suficientes para defender losvetos. Descartan un escenario en el que pueda aprobar leyes sin alianzas ampliadas hacia el centro ideológico y del país. Es que, plantean, deberá ir a buscar a los representantes vinculados con provincias aliadas.
Los menos optimistas anticipan que se van a sorprender si al Gobierno le va "bien", concepto definido como que la derrota sea por menos de 5 puntos. En el caso de un resultado superior a ese margen, arriesgan que una devaluación sería un dato más dentro de un escenario que se volverá más oscuro, ya que el Gobierno negociará con mucha más debilidad una alianza que necesita si o si para pasar las reformas laboral y tributaria que ha comprometido no solo con el FMI sino también con el Tesoro de los Estados Unidos.
De todas formas, para mantener la gobernabilidad los próximos dos años, creen que el Gobierno debería ampliar sus alianzas de una manera sostenible, esto es, negociando y no imponiendo la agenda. La línea dura les parece un desafío en este frente.
Otros ponen en duda la rigidez del Gobierno. Un empresario de una multinacional deslizó que espera cambios en el Gabinete una vez pasadas las elecciones. El nuevo Gabinete una vez pasadas las elecciones incluirá agobernadores, dijo, confiado en sus fuentes que le aseguraron que fue un tema que se discutió incluso con el Gobierno de los Estados Unidos. Consultado por los nombres que podrían sumarse, deslizó que se trata de aquellos que ofician de opositores dialoguistas y de los abiertamente aliados.
Leyes y reformas están en la mira hacia adelante. En parte, dicen, para frenar la salida de empresas que venden sus participaciones a actores locales. El problema no es cambiario ni de controles de capitales, sino que responde a factores estructurales que solo pueden reformarse si seriamente se consolidan acuerdos amplios. Para crecer, se necesitarán acuerdos.
El equipo económico no es el que particularmente esté en la mira, aunque reconocen que son víctimas del cansancio de gestionar dos años en una economía que estuvo marcada por la volatilidad, acuerdos internacionales para ganar aire y financiamiento. Los cambios en la cartera que conduce Luis Caputo, creen, pueden esperar. ¿Hasta cuando? Deslizan que en 2026 con aguas más calmas podría darse un recambio, pero no ven la presión en ese frente.

El limitado efecto sobre el plano financiero que tuvieron la visita oficial a la Casa Blanca y el respaldo del presidente Donald Trump, sumado a las intervenciones del Tesoro estadounidense creen que responde a que el mercado está muy volátil porque hay un problema de flujo que no se va a terminar hasta pasadas las elecciones. "Nada va a calmar esto", dijo un avezado empresario turístico que arriesgó que las intervenciones del Tesoro estadounidense se van a mantener hasta estas elecciones en gran parte porque, una vez superadas, perderían sentido.
Economía post elecciones
El 26 de octubre se convirtió en la fecha bisagra, el antes y el después de la gestión libertaria. Mientras algunos deslizan que se sobre vendieron las expectativas, lo cierto es que en los pasillos del Coloquio de IDEA se referían a los días como ruedas. Ruedas cambiarias.
Es que el dólar se lleva todas las miradas. El director de un grupo en crecimiento planteó que el óptimo y lo que espera es que después de las elecciones haya un "dólar de calma". No planteó un precio, pero explicó que el ideal sería reducir la volatilidad, que salga de la mente del consumidor para que pueda volver a, justamente, tomar decisiones de consumo que no sean exclusivamente atesorar dólares.
Un empresario petrolero consideró que, si tomaba lo que dice el Gobierno,no se va a tocar el esquema cambiario. Sin embargo, las inversiones para tener cobertura no están afuera del menú.
La postura de permanencia del esquema fue minoritaria. La política económica y los ejes fundamentales era elogiados, pero el esquema cambiario tiene que tocarse, comparten algunos con poco fatalismo. Una flotación más libre o con bandas más anchas o que se bran a una mayor velocidad eran las opciones sobre la mesa. Ninguno veía un escenario de un tipo de cambio oficial a $2000 y se sentían cómodos con un valor cerca de $1600 o ligeramente por arriba.
El efecto inflacionario, agregan, sería limitado. El bajo nivel de consumo no les dejó margen a ellos mismos para aumentar precios.

Hubo otros elementos que también se mencionaron para ser objeto de cambios una vez pasadas las elecciones. Entre ellas, brilló en la cima la tasa de interés. Normalizar el mercado de los pesos para volver a tener tasas de interés razonables que ayuden a recuperar algo del consumo y la actividad. El planteo atravesó a varios empresarios y varios sectores. La actividad entró de lleno en ciclo recesivo y el crédito es el dinamizar más cercano, pero necesitan que vuelva a niveles previos a este escenario, en el que se ubique apenas por encima de la inflación.
Un banquero coló también que podría volverse a la política de encajes previa, aunque sea solo el promedio mensual en vez de la colocación diaria de los encajes. La exigencia laboral que les implica es más desgaste y poco efecto, en especial en un mercado que mostró en la última licitación del Tesoro que necesitaba pesos, tras renovar menos de la mitad de los vencimientos. Otro metió por la ventana la necesidad de flexibilizar el cepo para las empresas del todo.



