Tras las elecciones en la provincia de Buenos Aires, las expectativas de devaluación se dispararon. Primero, el Tesoro Nacional intervino vendiendo dólares dentro de la banda cambiaria. Luego, el Banco Central debió actuar en el techo de la banda, desprendiéndose de u$s 1.110 millones.

Poco después llegaron la publicación en X de Scott Bessent y el anuncio de "retenciones cero", que intentaron traer calma. Sin embargo, la tranquilidad duró apenas unos días.

El 9 de octubre, con las reservas del Tesoro agotadas, fue directamente el Tesoro de Estados Unidos el que comenzó a vender dólares en el mercado. En ese contexto, Bessent se transformó en el garante de la estabilidad de corto plazo.

La gran pregunta, sin embargo, es qué ocurrirá con el régimen cambiario después de las elecciones, dado que el mercado ya descuenta la implementación de un nuevo esquema.

Hasta hace pocos meses, los analistas de mercado discutían cuál debía ser el tipo de cambio de equilibrio para atravesar 2026 y 2027 y acumular reservas en un escenario sin acceso a los mercados internacionales.

Las simulaciones apuntaban a un salto del dólar que permitiera recomponer la competitividad externa y sostener los pagos de deuda sin rollover, pero el escenario cambió con la irrupción del secretario del Tesoro de EE.UU.

Washington no solo acordó un swap de u$s 20.000 millones con el Banco Central, sino que además habilitaría una línea adicional de hasta u$s 20.000 millones para cubrir los vencimientos en dólares del Tesoro durante lo que resta del mandato.

En consecuencia, el riesgo de default podría desaparecer si este blindaje se consolida, siempre que el resultado electoral de octubre no altere el rumbo económico y político.

Antes de la llegada de Bessent, los números eran desafiantes: si no se lograba renovar deuda ni acceder a financiamiento externo, el BCRA y el Tesoro debían adquirir u$s 34.200 millones en los próximos 27 meses.

En ese período, el país enfrenta vencimientos netos por u$s 9.500 millones con el FMI, u$s 800 millones con el Club de París, u$s 15.600 millones entre Globales y Bonares, u$s 4.800 millones de Bopreales y u$s 3.500 millones en repos con bancos privados, sin contar otros pagos menores o eventuales operaciones internacionales. Un objetivo difícilmente alcanzable sin una corrección del tipo de cambio o una fuente externa de financiamiento.

La decisión del Tesoro estadounidense de involucrarse directamente en el mercado argentino es inédita desde el rescate a México en 1995. El swap de u$s 20.000 millones amplía la capacidad operativa del BCRA sin comprometer reservas propias, mientras que la línea complementaria de igual monto le permite al Tesoro argentino cubrir casi todos los vencimientos hasta 2027

De este modo, el tipo de cambio deja de ser la única variable de ajuste. Con financiamiento externo asegurado, se puede sostener una flotación administrada con menor presión devaluatoria.

El riesgo, no obstante, es subestimar la capacidad de absorción de divisas y forzar una desinflación artificial que, más adelante, reproduzca el problema de escasez de dólares tanto en el Tesoro como en el Banco Central.

El actual esquema priorizó la desinflación, la estabilidad cambiaria y una brecha reducida, pero a costa de una débil acumulación de reservas.

Desde comienzos de 2024, el programa económico agotó varias fuentes de oferta de divisas. El "dólar blend" para exportadores aportó u$s 16.900 millones entre enero y marzo de 2025; el blanqueo, u$s 20.600 millones; la intervención sobre la brecha, u$s 3.700 millones entre julio de 2024 y abril de 2025; los desembolsos netos del FMI, u$s 14.400 millones durante 2025; y otros organismos internacionales, u$s 5.300 millones adicionales.

A ello se sumaron las retenciones cero, que aportaron u$s 7.000 millones al mercado libre de cambios en un momento crítico, y el swap de monedas por u$s 20.000 millones más la línea de ayuda adicional de igual monto, configurando un total de u$s 40.000 millones.

De ese volumen, u$s 15.200 millones se canalizaron a través del mercado oficial, mientras que u$s 20.500 millones provinieron del mercado financiero (CCL y MEP).

El problema fue que ese aluvión de divisas no se tradujo en acumulación de reservas, sino en la sostenibilidad transitoria de la estabilidad cambiaria.

En este punto intermedio, el objetivo sería sostener un dólar administrado que no dispare la inflación, pero que permita cierta recomposición externa, apostando a que en los próximos 12 meses el país logre reinsertarse en los mercados internacionales de deuda. Para ello, el riesgo país deberá comprimirse.

En síntesis, un escenario adverso sería que la actual administración tenga un mal resultado electoral en octubre y la corrección cambiaria se desordene.

En ese caso, la tensión escalaría tanto en lo económico como en la gobernabilidad. En definitiva, la intervención de Bessent compra tiempo, pero no resuelve los desequilibrios estructurales. Argentina deberá redefinir su régimen cambiario y monetario, acumular reservas y alcanzar acuerdos políticos más amplios para garantizar estabilidad duradera.