La elección de 2014 entrará en la historia política de Brasil como la más emocionante y las más imprevisible desde 1989. Sucedió de todo. El 13 de agosto, poco antes del inicio de la propaganda electoral gratuita, Eduardo Campos murió en un accidente aéreo.

Todos recuerdan lo ocurrido. En la primera encuesta divulgada después del accidente, Marina superaba a Dilma en las intenciones de voto para el segundo turno. El ascenso de Marina fue meteórico. De inmediato, recibió el ataque de Dilma como de Aécio.

La campaña de Dilma buscaba poner en discusión la capacidad de Marina para gobernar el país, apuntando las contradicciones en su discurso, retrocesos, cambios de posición. La campaña de Aécio afirmaba que Marina era, en el fondo, una petista (del Partido de los Trabajadores-PT). El objetivo era rescatar al electora tucano (del PSDB de Aécio Neves) que había decidido votar en la candidatura del PSB (Partido Socialista Brasileño) en la primera vuelta.

El ascenso de Marina fue tan impresionante que, en los primeros días de septiembre, Aécio y el PSDB tuvieron que negar públicamente que bajaría su candidatura presidencial para competir al gobierno de Minas Gerais.

El ingreso de Marina en la carrera presidencial tuvo impacto sobre la disputa en Minas. Antes, existía la posibilidad de que el elector minero votara de forma maciza en Aécio para presidente y en Pimenta da Veiga para gobernador. El argumento en defensa del candidato de Aécio para el gobierno del estado era simple: con un ex gobernador en el Palacio do Planalto y su aliado político en el gobierno de Minas Gerais, ese estado sería beneficiado.

La subida de Marina, que llegó a superar a Aécio en las encuestas de intenciones de voto regionales, desplazó ese argumento, lo que ayudó a Fernando Pimentel, del PT, a conquistar el gobierno de Minas.

Frente a ese cuadro, podría tener sentido para Aécio volver a Minas y disputar el gobierno. Nada sería peor para él que la doble derrota, nacional y estadual. De allí surgieron los rumores de que abandonaría la corrida presidencial y la necesidad de negarlos.

Todos los análisis y previsiones comenzaron a considerar entonces a Marina como una fuerte candidata para ganar. Importantes líderes empresariales afirmaron públicamente que Marina probablemente sería electa. Contaba con varios ingredientes que la tornaban favorita.

La caída de Marina fue lenta. En cada encuesta, se ubicaba uno o dos puntos porcentuales hacia abajo en la intención de voto, una variación dentro del margen de error. De error en error, Marina fue cayendo. Lo que ocurrió con la ecologista fue un experimento raro, hecho en el mundo real. Sabemos ahora lo que sucede con un candidato, durante el primer turno, cuando sus adversarios tienen mucho tiempo de televisión para atacarlo y ese candidato tiene muy poco tiempo para defenderse.

El descenso de Marina fue lento, y reservaba otra emoción. Hasta los últimos días de la disputa del primer turno, no se podía afirmar, categóricamente, quién disputaría la segunda vuelta con Dilma, si Marina o Aécio.

La tendencia era de crecimiento de Aécio y caída de Marina. El analista que confiriera mayor peso a la tendencia diría que Aécio estaría en el segundo turno. Sin embargo, el que diera más peso al resultado de cada encuesta podría afirmar que Marina disputaría la presidencia con Dilma en la ronda electoral decisiva.

Encuestas cerradas y divulgadas el sábado previo al día de la elección indicaban que Marina tendría más votos que Aécio el domingo, no solo a nivel de todo Brasil, sino en varios estados en los que Marina, al fin y al cabo, se ubicó en tercer lugar. Errores en las encuestas no son una sorpresa en ninguna elección. La sorpresa ahora fue el tamaño del error.

Ni siquiera los sondeos de boca de urna, cuando el elector responde después de haber votado, acertaron el resultado. El resultado final reservaba la mayor de las sorpresas: Aécio obtuvo 33,55% de los votos válidos. La mejor "encuesta" para prever el resultado electoral del primer turno de 2014 se hizo cuatro años antes: fue el resultado del primer turno de 2010.

Por razones completamente diferentes de Marina, luego del accidente aéreo que mató a Eduardo Campos, Aécio se convirtió en el candidato sorpresa. Como tal apareció liderando las primeras encuestas del segundo turno. Liderando con empate técnico, pero numéricamente liderando, como se suelde afirmar.

¿Quién diría que el candidato que tuvo que negar públicamente en la primera semana de septiembre que dejaría la disputa presidencial se tornaría el líder de las encuestas en la recta final de la campaña para el segundo turno? Nada más sorprendente. ¿Y ahora quién es el favorito? ¿Quién se arriesga a decirlo?

Por ahora, sabemos que se trata de una elección apretada. Es lo que indican los sondeos. Otra cosa que sabemos es que el voto del primer turno tiende a repetirse en el segundo turno -obviamente, solo para los candidatos que siguen adelante.

La decisión más difícil es votar la primera vez; quién vota una vez, vota dos. Lo que vale para Dilma y Aécio. Puede ser que una proporción mínima de electores cambie de lado, de parte a parte, pero el resultado líquido de ese cambio tendería a acercarse mucho a cero.

La principal función del segundo turno es distribuir los votos que no fueron a los que pasaron a la segunda instancia. Como Marina era una candidata opositora, la mayor parte de sus votos tiende a ir a Aécio.

Otra cosa que sabemos es que la evaluación del gobierno tiende un gran impacto sobre los votos. En las reelecciones que tuvo Brasil, solo dos para presidente, Fernando Henrique Cardoso en 1998 y Lula en 2006, existe una tasa de conversión de evaluación en voto: aquellos que evalúan al gobierno como "óptimo" o "bueno" votan en el candidato a la reelección y quienes lo evalúan como "malo" y "pésimo" lo hacen en el candidato de la oposición.

Eso está ocurriendo ahora. La mayor cantidad de votos de Dilma viene de los que evalúan su gobierno positivamente, lo que sucede más en el nordeste que en San Pablo, y la mayor cantidad de votos de Aécio es de quiénes evalúan al gobierno negativamente, algo que es más común, por ejemplo, en la región sur que en Rio de Janeiro.

Fernando Henrique fue reelecto con facilidad, en el primer turno, cuando su gobierno tenía alrededor de 45% de "óptimo" o "bueno". Lula fue reelecto también con facilidad, con 20 puntos porcentuales de ventaja sobre Alckmin, en segundo turno, cuando su gobierno disponía de aproximadamente 45% de "óptimo" o "bueno".

Fernando Henrique tenía 17% de "malo" y "pésimo" y Lula 21%. Dilma tiene 40% o 43% en la suma de "óptimo" y "bueno" y 22% y 27% de "malo" y "pésimo", de acuerdo a las encuestas. Considerando solamente esos datos, de evaluaciones de gobierno, Dilma no está muy lejos de Fernando Henrique y Lula. Sin embargo, mientras los dos ganaron con holgura, Dilma tiende a vencer de forma apretada.

Aunque puede ser que lo que no sabemos sobre elecciones termine siendo más importante que lo que sabemos. Hay que decir que el número de casos de reelecciones presidenciales en Brasil es muy pequeño. Por eso, no sabemos cuál es el impacto de rechazo al candidato en el caso de reelección.

Puede ser que el rechazo a Dilma, más alto que el de Fernando Henrique y Lula en situaciones equivalentes, torne favorito a Aécio. Más importante aún, esta elección tiene un elemento intrigante: el elevado deseo de cambio, considerando la proporción de "óptimo" y "bueno" del gobierno.

El deseo de cambio no era tan grande en los gobiernos de FHC y Lula; ese indicador se ajustaba más a las respectivas evaluaciones positivas de sus gobiernos. En el caso de Dilma, es extraño lo que sucede. El deseo de cambio es superior que lo que las calificaciones de "óptimo" y "bueno" hacia su gobierno permiten prever. En esas circunstancias, quien al evaluar el escenario reduzca el peso de la suma de "óptimo" y "bueno" y aumente el del deseo de cambio prevería una victoria de Aécio, también por margen apretado.

Finalmente, con los datos que se disponen en términos de análisis empírica, es posible prever la victoria tanto de Dilma como de Aécio. Y no existen dudas de que, si se hace la previsión después del segundo turno, será correcta

*Sociólogo, director del Instituto Análisis