La política de ajuste crudo, en la versión más tradicional del viejo FMI, aplicada desde hace cuatro años en la Europa periférica, es un fracaso estrepitoso que estalla a los ojos de todos. Se está sometiendo a los ciudadanos de estos países a un sacrificio inmoral, innecesario y necio, porque no sirve a los fines de resolver el problema que estas economías atraviesan, todo lo contrario, y genera un costo social explosivo a los sectores más desprotegidos.

Si esto es tan evidente ¿por qué siguen adelante contra viento y marea, gobiernos y pueblos? Responder a esta pregunta puede implicar internarnos en razones políticas o sociológicas que existen pero no son el objeto de estas líneas. Desde las razones económicas, una respuesta trivial diría que el ajuste es consecuencia de que no tienen quién les financie el gasto. Y la trivialidad de esta afirmación está dada porque si hoy no tienen financiamiento se debe a que autolimitaron las posibilidades del BCE y no implementaron ninguna de las reformas institucionales necesarias. Europa no es un país latinoamericano jaqueado por una deuda impagable y una moneda de la que huyen sus conciudadanos, se trata de una potencia que emite una divisa internacional, la más importante después del dólar estadounidense. Y agrego, si uno consolidaba los déficits externos de la Europa del Norte y la del Sur, el resultado era equilibrado o algo superavitario.

¿Entonces? El problema es que no se deciden a ser los Estados Unidos de Europa y tener unos bonos europeos mutualizados, algo igual o parecido a los bonos del Tesoro americano; un presupuesto federal europeo en serio que pueda hacer transferencias a las zonas de menor desarrollo relativo; un BCE que sea verdadero prestamista de última instancia y vele, también, por el empleo y el nivel de actividad, además de avanzar en la unión bancaria (regulador y supervisor, seguro de depósitos y sistema de capitalización bancaria únicos).

¿Cómo sería? Se podría tomar la deuda aceptada por Maastrich (60% del PIB) y cambiarla por eurobonos, el resto de las deudas nacionales se mantendrían como tales (como si fuera la deuda de un Estado de la Unión, California, por ej.). Esto permitiría varias cosas: desvincular la suerte de las deudas nacionales de la del euro (si entra en default California, no afecta la credibilidad del dólar), darle más liquidez al euro (el mercado de eurobonos tendría una profundidad similar al mercado de los bonos del Tesoro americano) y, también, podrían hacer una quita a las deudas con el canje.

Aviso: tarde o temprano, Europa deberá reestructurar sus deudas, públicas y privadas. Por otro lado, la unión bancaria evitaría varios problemas que se enfrentan actualmente: la fuga de depósitos (y capitales) de los periféricos hacia los países del Norte, el engrosamiento de las deudas nacionales por los fondos de la troika para recapitalizar los bancos, la segmentación financiera (las Pymes españolas o italianas, cuando tienen crédito, pagan entre 3 y 4 pp adicionales respecto a las alemanas o francesas).

También el BCE debe asumir una política monetaria que tenga en cuenta las condiciones de competitividad de la producción europea y dejar de mantener una moneda tan fuerte respecto a las otras divisas.

Nadie en su sano juicio puede c

reer que alguna de estas reformas sean simples, implican negociaciones políticas complejas entre los países, pero ninguna de las decisiones que permitieron en el pasado llegar a la Unión Europea, que supusieron importante cesión de soberanía, lo fueron.

Lo imperdonable de la actual situación es el tiempo que los líderes europeos vienen deperdiciando, apostando a un status quo que, a pesar de la aparente tranquilidad, es cada vez más peligroso. Económica, social y políticamente.

Recordar: en crisis, el simple paso del tiempo no tiende a resolver los problemas sino a agravarlos.

Si no hacen algo pronto, las sociedades terminaran pensando que los líderes europeos son perversos con su gente (definición RAE: sumamente malo que causa daño intencionadamente).