¿Un nuevo escenario para el cambio climático?
A horas de la asunción de Trump, la página del sitio oficial de la Casa Blanca con los planes y acciones para combatir el cambio climático fue reemplazada por el Primer Plan de Energía de América, que contempla el desarrollo energético basado en combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón).
Este giro en la política ambiental de EE.UU. se produjo luego de dos hitos mundiales. El primero fue Hábitat 3, la Conferencia sobre Vivienda y Desarrollo Urbano Sostenible que la ONU celebra cada 20 años. En 2016 se realizó en Quito, Ecuador, donde más de 150 países -entre ellos EE.UU. y Argentina- suscribieron a la Nueva Agenda Urbana, que promueve el cambio hacia ciudades limpias, la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y el fortalecimiento de las condiciones de resiliencia -la capacidad de las comunidades y sistemas de una ciudad para organizarse- frente al cambio climático.
El segundo hito fue el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático logrado en 2015, en la conferencia de la ONU sobre el clima COP 21, tras la negociación climática internacional más compleja, profunda e importante realizada nunca. Este primer acuerdo universal, firmado por 195 países, admite el cambio climático y establece e impulsa medidas e inversiones para combatirlo. Marcó un punto de inflexión: las naciones asumieron una causa común en base a sus responsabilidades históricas, presentes y futuras.
Más allá de su incidencia concreta en las agendas nacionales, ambos acuerdos ratifican el consenso incuestionable sobre la urgencia y relevancia del cambio climático y sus graves consecuencias, íntimamente relacionadas con los modelos de producción y consumo actuales.
En la nueva página del gobierno de EE.UU. no sólo se borraron todas las referencias al cambio climático, sino que se presentan nuevas políticas energéticas que contradicen lo acordado en Hábitat 3 y en la COP 21, además de ir hacia modelos productivos que, guiados estrictamente por la lógica económica, atentan contra las medidas de mitigación, agravando el riesgo derivado del aumento de los gases de efecto invernadero.
¿Por qué es importante hacer efectivos los acuerdos sobre cambio climático? El peligro ambiental agravado por medidas unilaterales repercute en todo el mundo. Por otra parte, las ciudades y poblaciones más vulnerables enfrentan los mayores riesgos (olas de calor y de frío, inundaciones, sequías, etc.). Además los problemas de los países con más precariedad urbanística y habitacional se tornan más severos.
Argentina, que suscribe a ambos acuerdos internacionales, así como otros países en desarrollo, recibe apoyo de las naciones más desarrolladas para la implementación de acciones para hacer frente al cambio climático. Por ello, el reconocimiento del fenómeno y sus implicancias, junto con la adopción de medidas de mitigación y adaptación, resulta insoslayable para consolidar transformaciones a largo plazo a nivel global. Pero además implica esfuerzos coordinados y consensuados entre y dentro de las naciones y en las urbes para mejorar las condiciones de resiliencia.
Este giro en la política ambiental de EE.UU. se produjo luego de dos hitos mundiales. El primero fue Hábitat 3, la Conferencia sobre Vivienda y Desarrollo Urbano Sostenible que la ONU celebra cada 20 años. En 2016 se realizó en Quito, Ecuador, donde más de 150 países -entre ellos EE.UU. y Argentina- suscribieron a la Nueva Agenda Urbana, que promueve el cambio hacia ciudades limpias, la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y el fortalecimiento de las condiciones de resiliencia -la capacidad de las comunidades y sistemas de una ciudad para organizarse- frente al cambio climático.
El segundo hito fue el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático logrado en 2015, en la conferencia de la ONU sobre el clima COP 21, tras la negociación climática internacional más compleja, profunda e importante realizada nunca. Este primer acuerdo universal, firmado por 195 países, admite el cambio climático y establece e impulsa medidas e inversiones para combatirlo. Marcó un punto de inflexión: las naciones asumieron una causa común en base a sus responsabilidades históricas, presentes y futuras.
Más allá de su incidencia concreta en las agendas nacionales, ambos acuerdos ratifican el consenso incuestionable sobre la urgencia y relevancia del cambio climático y sus graves consecuencias, íntimamente relacionadas con los modelos de producción y consumo actuales.
En la nueva página del gobierno de EE.UU. no sólo se borraron todas las referencias al cambio climático, sino que se presentan nuevas políticas energéticas que contradicen lo acordado en Hábitat 3 y en la COP 21, además de ir hacia modelos productivos que, guiados estrictamente por la lógica económica, atentan contra las medidas de mitigación, agravando el riesgo derivado del aumento de los gases de efecto invernadero.
¿Por qué es importante hacer efectivos los acuerdos sobre cambio climático? El peligro ambiental agravado por medidas unilaterales repercute en todo el mundo. Por otra parte, las ciudades y poblaciones más vulnerables enfrentan los mayores riesgos (olas de calor y de frío, inundaciones, sequías, etc.). Además los problemas de los países con más precariedad urbanística y habitacional se tornan más severos.
Argentina, que suscribe a ambos acuerdos internacionales, así como otros países en desarrollo, recibe apoyo de las naciones más desarrolladas para la implementación de acciones para hacer frente al cambio climático. Por ello, el reconocimiento del fenómeno y sus implicancias, junto con la adopción de medidas de mitigación y adaptación, resulta insoslayable para consolidar transformaciones a largo plazo a nivel global. Pero además implica esfuerzos coordinados y consensuados entre y dentro de las naciones y en las urbes para mejorar las condiciones de resiliencia.
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