Hay muchos temas que muchos economistas no indagan, quizás por temor a salir de los parámetros de la Academia o porque les resulta inabordables o porque los ignoran.

Uno de ellos es la inseguridad y la búsqueda de soluciones. El otro con el cual se relaciona es la pobreza, los ingresos insuficientes de una parte de la población nacional. Dos importantes factores que suelen presentarse juntos, casi tomados de la mano. La excusa de la huída, en muchos casos, es que esos economistas dejan la investigación y las propuestas en manos de sociólogos y antropólogos, cuando deberían trabajar en equipo para develar la masa crítica.

Las conclusiones de las investigaciones proporcionadas por la encuesta del Observatorio de la Deuda Social Argentina (EDSA), que depende de la Universidad Católica Argentina, son rechazadas por los funcionarios involucrados y por los militantes oficialistas que consideran que las estadísticas del estudio son mentirosas. Y se ocupan de subestimarlas, por todos los medios. No contraponen esa acusación con sondeos reales y profundos. O juzgan que todo va estupendamente bien si los restaurantes, es una suposición, no dan abasto o gran parte de la sociedad goza de frecuentes vacaciones, aunque los empresarios de esos sectores han declarado que las cifras han caído y no son tan optimistas. Se trata de espejos diferentes, que reflejan realidades muy distintas y complejas. Una conclusión que brinda el sondeo es que en tres de cada diez hogares de la Argentina los ingresos percibidos son insuficientes para cubrir los consumos necesarios para mantener cierta calidad mínima de vida. Cuando hay chicos la problemática crece. Porque el 37,3% de los encuestados insiste en afirmar que el dinero que reciben por distintas prestaciones no alcanza para un consumo habitual. El gobierno, en cambio, considera que desde 2003 ha mejorado considerablemente el nivel del empleo, que ha luchado con subsidios contra la pobreza y que está atento a las necesidades del pueblo.

Es cierto, sin duda, que hubo mayor empleo, mejoras en los salarios y además que se trata de problemas heredados tras la conflictividad social puesta de manifiesto en las últimas décadas. Si es así están fallando otras cuestiones. Desde 2003 la economía ha crecido sostenidamente, salvo algunos rasguños serios en los últimos años. Por ejemplo, los tropiezos tienen nombre y apellido: la manipulación de los subsidios sociales, la precarización del trabajo y el extendido mercado de la mano de obra en negro, sin ninguna protección social, con salarios magros. Con un ingrediente que cada mes que pasa preocupa más. La inflación, es el caso, no baja del 25% anual. Si no hay plata que alcance a la clase media, menos pueden cubrirse los gastos elementales de la base de la pirámide social.

Según el trabajo de la Universidad Católica, el 13,6% de los hogares argentinos y el 21,6% de las personas, a fines de 2011 eran y por supuesto siguen siendo pobres. Este indicador triplica a las conclusiones del INDEC en la misma materia. Los datos en poder de la Universidad Católica se basan en un relevamiento hecho en 5712 hogares. Los números de la investigación evidencian disparidades en el mercado laboral. De esta manera, en las familias en que el jefe de hogar tiene una ocupación precaria o está subocupado el ingreso medio per cápita es la mitad del que perciben los jefes con empleos de tiempo completo. Otra evidencia: el porcentaje con ingresos insuficientes es superior en aquellos grupos que tienen como jefe de hogar a una mujer.

Más allá de planes providenciales o de propuestas de crecimiento económico nada podrá resolverse con bolsones importantes de carencia y de pobreza. Las consecuencias son peligrosas para la salud y para las expectativas de vida. Chicos mal nutridos aumentan las dosis de raquitismo y otras enfermedades que se evidenciarán en problemas psicológicos, escolares y de conducta, y exponen a los mayores a una alimentación distorsionada.

Por último, esos niveles de pobreza y necesidad van unidos a índices cada vez más elevados de inseguridad ciudadana. Un hogar con carencias puede generar actos ilegales para obtener lo que no se consigue por vías naturales y civilizadas. Y si a esto se agrega la displicencia o la complicidad de las fuerzas policiales estamos caminando, sin darnos cuenta, al encuentro de una bomba de tiempo.x