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Durante más de 500 años, millones de personas levantaron la vista hacia los frescos de la Capilla Sixtina sin imaginar que en esas pinturas podía esconderse algo más que arte. Hoy, investigadores aseguran que Miguel Ángel no solo fue un genio del pincel, sino también un adelantado de la ciencia, capaz de anticipar estructuras anatómicas que recién serían descubiertas siglos después.

El hallazgo, que volvió a despertar el interés mundial, sugiere que el artista del Renacimiento escondió en sus obras figuras del cuerpo humano, en especial del cerebro y del sistema nervioso, mucho antes de que la medicina los conociera a fondo.

La predicción de Miguel Ángel y una reconocida enfermedad miles de años atrás

Pintado entre 1508 y 1512, el fresco muestra a una multitud luchando por sobrevivir al castigo divino. Sin embargo, una figura femenina captó la atención de los científicos: en su seno derecho se observa un sombreado irregular y una ligera retracción en la piel, signos que hoy serían asociados con un tumor mamario.

Los expertos también detectaron una protuberancia en la axila, lo que podría indicar una inflamación de los ganglios linfáticos, uno de los principales síntomas del cáncer de mama en estadios avanzados. Para muchos especialistas, estos detalles no fueron casualidad, sino el resultado del profundo conocimiento anatómico que Miguel Ángel tenía del cuerpo humano.

Las obras de Miguel Ángel aportaron datos respecto al cáncer de mama y su época. Fuente: Archivo.
Las obras de Miguel Ángel aportaron datos respecto al cáncer de mama y su época. Fuente: Archivo.

El artista, conocido por haber realizado disecciones en su juventud, fue capaz de representar con precisión detalles que solo la ciencia lograría identificar siglos más tarde. Una muestra más de su visión adelantada y de su capacidad para unir arte, cuerpo y mortalidad.

El cáncer de mama a lo largo de la historia

Aunque los médicos de la antigüedad ya registraban casos similares, el entendimiento real del cáncer de mama tardó siglos en desarrollarse. Desde las primeras descripciones en el Papiro de Edwin Smith en el Antiguo Egipto, hasta las teorías de Hipócrates y Galeno, la enfermedad fue atribuida a desequilibrios en los humores del cuerpo o incluso al castigo moral.

Recién en los siglos XVII y XVIII se comenzaron a plantear ideas más científicas, y en el XIX, con el desarrollo de la teoría celular, se sentaron las bases del diagnóstico moderno. A partir de ahí surgieron tratamientos como la mastectomía radical de William Halsted y la terapia hormonal de George Beatson, que revolucionaron la medicina.

Hoy, gracias a la mamografía, la detección temprana y los avances en biología molecular, el cáncer de mama es una de las enfermedades más estudiadas del mundo. Pero lo asombroso es pensar que, hace más de 500 años, un artista ya había dejado su huella sobre ella, oculta entre los pliegues de una pintura inmortal.