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Hace algunas décadas, un paseo por una apacible calle en Estados Unidos podría haber revelado una escena típica de película de Spielberg: un grupo de niños pedaleando en sus bicicletas, llenos de energía y sin casco alguno. Sin embargo, hoy en día, esa imagen es cada vez más rara. Según la Asociación Nacional de Bienes Deportivos, en la década de 1990, alrededor de 20.5 millones de niños de entre 7 y 17 años montaban en bicicleta al menos seis veces al año. En contraste, en 2023, esa cifra ha disminuido a aproximadamente10.9 millones y menos del 5 por ciento de ellos lo hace "con frecuencia".

Este descenso no solo implica la pérdida de un medio de transporte. Andar en bicicleta fomenta la autonomía y la salud de los niños de una manera que muchas otras actividades no logran. Es una excelente forma de ejercicio que contribuye al desarrollo físico y puede disminuir el riesgo de enfermedades como la diabetes y problemas cardiovasculares en el futuro. Además, es una opción más económica en comparación con deportes organizados, especialmente si se opta por bicicletas de segunda mano.

Adiós a las bicicletas: por qué los niños ya no las usan y cómo fueron reemplazadas

La idea de que sus hijos se desplacen solos puede generar ansiedad en muchos padres y no sin razón. Andar en bicicleta conlleva ciertos riesgos y encontrar un lugar seguro para practicar puede ser un desafío en áreas urbanas o suburbanas. Sin embargo, si los padres logran identificar entornos seguros para enseñar a sus hijos a moverse con confianza, la libertad que obtendrán es invaluable.

En una bicicleta, los niños pueden decidir su destino y cómo llegar, lo que les permite experimentar la independencia. Con el tiempo, esta actividad puede incluso ayudar a reconfigurar su cerebro, facilitando la creación de un mapa mental de su vecindario y fomentando la autoconfianza y la resiliencia.

Los beneficios de andar en bicicleta no se limitan a los niños. Cuando un número suficiente de ellos sale a montar, se pueden revitalizar comunidades enteras. Estudios han demostrado que el juego al aire libre, ya sea en bicicleta o en otras actividades, fortalece los lazos entre vecinos y contribuye a una sensación de seguridad en el área. Sin embargo, la disminución de la actividad al aire libre entre los niños puede llevar a la pérdida de estas conexiones sociales.

Cada vez menos niños andan en bicicleta y esto tiene implicancias en su salud. Fuente: Archivo
Cada vez menos niños andan en bicicleta y esto tiene implicancias en su salud. Fuente: Archivo

Muchos atribuyen esta tendencia al uso excesivo de teléfonos inteligentes. No obstante, como señala Esther Walker, investigadora de la organización sin fines de lucro Outride, "Nunca he leído o escuchado a un estudiante decir que simplemente preferiría estar en su teléfono." Según Nancy Pullen-Seufert, directora del Centro Nacional para Rutas Escolares Seguras, los niños desean montar en bicicleta, pero las condiciones de muchas calles no les inspiran confianza.

Aunque estos vehículos pueden ser más seguros, también resultan más intimidantes para quienes se desplazan en bicicleta. Aunque el número de muertes infantiles en bicicleta ha disminuido, esto se debe en parte a que menos niños están montando. La reducción de las fatalidades no refleja necesariamente la seguridad de las calles, ya que un SUV, por ejemplo, tiene más probabilidades de causar daño a un niño que un sedán.

En el pasado, las familias no necesitaban estar tan alerta. Los niños de décadas anteriores, aunque no contaban con carriles bici o aceras amplias, disfrutaban de más espacio para jugar, menos vehículos y una mayor seguridad al estar rodeados de otros niños. La planificación urbana comenzó a priorizar el tráfico vehicular, lo que resultó en la pérdida de áreas de juego y la libertad de desplazarse de manera independiente.

Un informe de 2011 del Centro Nacional para Rutas Escolares Seguras revela que la proporción de estudiantes de K-8 que caminaban o montaban en bicicleta a la escuela cayó del 48 por ciento en 1969 al 13 por ciento en 2009.

Para revertir esta tendencia, los gobiernos locales podrían fomentar la actividad al aire libre mediante la creación de infraestructuras más amigables con los ciclistas, como límites de velocidad más bajos, carriles bici separados y cruces más seguros. Mientras tanto, la responsabilidad de enseñar a los niños a compartir la carretera recae principalmente en los cuidadores.

Aunque encontrar lugares seguros para practicar puede ser complicado en algunas ciudades, con un poco de ingenio, los padres pueden descubrir callejones sin salida, calles cerradas al tráfico, estacionamientos vacíos o parques con caminos pavimentados que permitan a sus hijos explorar y orientarse en entornos más tranquilos. Esta información fue compartida por The Atlantic.